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Hay realidades que exigen total humildad y un poco de silencio.

Nuestra sociedad necesita volver a construir espacios de encuentros.
Se perdió la brújula de los valores y la tolerancia, la capacidad de procesar y entender disensos.
La acusación fácil y el ataque sistemático al que piensa distinto es moneda corriente.
Cada uno tiene sus tiempos, cada uno procesará la realidad conforme sus vivencias.
Para algunos es tiempo de acción, para otrxs de construcción, para muchos de ambas cosas.
Es imperioso autodefinirse para que las posiciones que se defiendan tengan sustento y se fije un rumbo.
Lo que no tenga relación con los valores y prioridades de cada uno no podrá ser refutado sino se sabe con claridad quién se es.
Me defino como peronista, como parte de un movimiento social, nacional y popular en el que conviven multiplicidad de actores, con todos sus matices. Me convocan las ideas, no las personas.
El peronómetro es activado por los dichos pero fundamentalmente por las acciones, no por la pertenencia a determinado sector.
El peronismo es dialoguista pero nunca negocia el bienestar de la gente, nunca es silencioso ante el avasallamiento de derechos, no debe ser cómplice en el socavamiento de la soberanía.
Es frentista, porque su esencia es construcción colectiva.
Hoy nuestro partido se encuentra en una etapa de reorganización, no nos es indiferente la situación crítica de la población ante los despidos, la desregularización de tarifas como política de Estado que ha posibilitado los aumentos desmedidos. Son muchos los compañeros que en mayor o menor medida están ayudando a otros, algunos en grupo, otrxs individualmente. Pero a todos los mueve la preocupación por el otro.
Algunxs afirmarán: “Ah! Entonces es pejotista!. NO. Reitero, soy peronista en un todo de acuerdo con las políticas de inclusión llevadas adelante en los últimos 12 años, más allá de las críticas que puedan hacerse puertas adentro, no se puede negar que el fondo, la filosofía y concepción de los gobiernos de Néstor y Cristina han sido peronistas.
La globalización, la mediatización, el exceso de información (buena y mala) nos han sumido en una falta de crítica a la esencia de las cosas, como sociedad hemos dado prevalencia a las formas antes que al fondo y en ese camino muchos han perdido el rumbo.
Esta situación nos ha llevado a la refutación constante porque todos en algún rinconcito de nuestra mente sabemos que el otro no es sólido en su concepción y tampoco lo somos nosotros. Esta falta de claridad en la esencia de las cosas nos pierde también en nimiedades, prevalece la discusión de lo banal en lugar de lo importante. Tampoco le corresponde a nadie instalar la “agenda de prioridades”. 
La verdadera autocrítica tiene que ver con el fondo, si somos capaces de reafirmar nuestra identidad con plena conciencia, el cambio en las formas será inevitable.
Entonces, pensando el peronismo como movimiento humanista, dejemos compañeros de lado los rótulos y caminemos juntos.
Por Natalia Ravarotto @NatyRavarotto
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