En la Patagonia cordillerana, con 27 años, Francisco Pascasio Moreno encabeza una expedición cartográfica. Corre 1879, durante la ofensiva militar llamada eufemísticamente Conquista del Desierto, pero de un desierto que no era tal. Moreno es tomado prisionero y acusado de espía por el Consejo Mapuche. Tras ser condenado a muerte, logra escapar y el Cacique Valentín Sayhueque envía a su hijo Francisco, tras él. El filme de Francisco D’Eufemia (FDE) y Javier Zevallos relata esa fuga.
Estrenado el primero de diciembre en cines de Buenos Aires, Rosario, Luján, Ushuaia, Neuquén y Bariloche, e inspirado en un diario de Moreno, se rodó en seis semanas en escenarios naturales, con climas de menos cuatro grados, navegando en el río Manso o bajo el sol de la meseta. “Fuga de la Patagonia”, primera ficción de D’Eufemia y Zeballos, se sitúa en tiempos previos a la debacle y las dudas están a la vista en todos los personajes, con el conflicto a punto de desgarrar la cultura mapuche. Al respecto, el último gran paso de la campaña del desierto se da por las cartografías de Moreno, un humanista en un año en el que el presidente Julio Argentino Roca dijo en el Congreso: “Hay que aniquilar a los indios que afloran en la Patagonia”.
“Río Negro” entrevistó en Buenos Aires a Javier Zevallos, uno de los directores. “Con Fran nos conocemos hace rato, estudiamos en la ENERC (Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica), ya veníamos laburando juntos. Él había sido el editor de un documental mío (“Los Boys”). Tenemos personalidades que se complementan y eso ayuda; como soy guionista, yo me concentro más en la parte narrativa de la película, en el trabajo con actores, si bien los dos hacíamos todo, obviamente, Fran asumió más la puesta en el momento del rodaje”, cuenta.
Sobre cómo fue el trabajo para la realización de “Fuga en la Patagonia”, Zevallos revela: “En este proyecto trabajamos seis años, consensuamos en la mayoría de las cuestiones, lo que sacó lo mejor de ambos. Para discutir las cosas nos sobró tiempo. Fuimos muy detallistas y los dos exponíamos lo que queríamos y llegábamos a un punto medio. Tardamos mucho tiempo en filmar, era como que le estábamos dando mucha vuelta al asunto. Ese nivel de detalle termina viéndose en el resultado de ‘Fuga de la Patagonia’. Nuestra primera idea fue hacerla cámara en mano, casi documental. Luego, la complejidad del rodaje nos llevó a situaciones de agua y persecuciones en las que hay muy poco lugar para la improvisación. Así que tratamos de lograr un equilibrio muy fino entre dejar que la realidad se meta en cámara y el fotógrafo decida al toque como si fuera documentalista, y tener planos previamente pensados y que la filmación no se nos escapara en tiempo. La película debía estar encima de Moreno, como punto de vista central, como si fuese un cuarto expedicionario escapando”.
P- ¿Dónde registraron las escenas de la balsa en la que huye con sus ayudantes?
R- En el río Manso inferior. Se conoce más el curso superior cuando se va para cascada de Los Alerces, Los Moscos, pero después hay un recodo y más adelante el poblado de Villegas, pasando Bariloche por la ruta 40. Allí está el valle del Manso, una zona hermosa de selva valdiviana donde el río que corre hacia el Pacífico, está más encajonado. Ahí practican rafting.
P- ¿Los actores entrenaron esa técnica porque van arrodillados en la balsa, con soltura?
R- No, aprendieron con los días (ríe Javier). Fuimos dos veces a probar el río con una empresa (Extremo Sur). El relevo de locaciones lo hicimos rafting mediante, así encontramos lugares donde filmar y cómo hacerlo. No teníamos la embarcación (de palos) que se terminó de armar durante el rodaje, era muy difícil de hacer, muy pesada (500 kilos). No hubo mucha prueba previa. Los primeros que nos subimos, fuimos yo y uno de los protagonistas, pero funcionó… Con el correr de los días, los actores se fueron acostumbrando y agarrándole la mano. Los chicos de Extremo nos hicieron la seguridad y como todo iba saliendo bien se fueron adaptando al vértigo y al lío que habíamos armado con el agregado de otra balsa enganchada para cámara y sonido. Terminaron haciendo un montón de escenas, sueltos y ellos timoneando con un remo. Melgarejo (Bernardo Morico) fue el timonel.
P- Hicieron selección de actores en Bariloche.
R- Sí, pero para los personajes mapuches, gran parte de ellos son de la comunidad. Laureano Coyueque, que hace de Valentín Sayhueque, es un señor grande que habla mapuzungun. Con él está haciendo estudios del habla Pablo Cañumil, un chico que nos asesoró con el tema traducciones y cultura mapuche. Después hay muchos que integran las comunidades pero no hablan el idioma, aunque lo escuchan. Los demás no, Pablo Ragoni es amigo mío desde hace tiempo, el que hace de Moreno, actor y director de teatro. Gustavo Rodríguez (Francisco Sayhueque, hijo de Valentín y ahijado de Moreno) salió de mi documental “Los Boys”. Es jujeño, de Palpalá, no tiene formación actoral y baila breakdance (en un grupo finalista de “Talento Argentino” en Telefe). Entrenaba, tenía un dominio físico increíble y cuando le ponía la cámara, no se inmutaba. Es muy natural, tiene un fuerte rostro colla, y como la peli es de género, nos permitimos la licencia de probarlo. Hizo casting y quedó.
P- Actúa muy bien escenas difíciles con Moreno, su padrino y la persona que debe recapturar, a la vez.
R- Entendió perfectamente el personaje y lo raro es que no hablaba mapuche y aprendió por fonética, pero después empezó a entender qué estaba diciendo y a actuarlo. Terminó sabiendo las caras que tenían las palabras… Es bailarín y hace gimnasia deportiva, sabe organizar el manejo corporal y tiene una sensibilidad increíble.
P- Sé que tuvieron asesoramiento de la comunidad mapuche.
R- Nos contactamos con varias de la zona (Millalonco-Ranquehue), con Cañumil y Laura Ranquehue. La figura de Moreno es resistida con todas las razones del mundo por los mapuches, pero entendieron que era una película de género, que la idea era mostrar el momento histórico y que la gente sacara sus propias conclusiones; que no iba a tener una bajada de línea política a favor del perito, ni cien por ciento en contra. Terminaron comprendiendo y se coparon. Nos ayudaron con ciertas ceremonias, con el lenguaje, con la forma de mostrar ciertas cosas. Llegamos a un acuerdo. Creo que están contentos con el resultado…
P- Al final de la historia, el personaje de Moreno reflexiona y dice: “Todo esto está mal”; y Francisco responde: “Vaya por donde vino, huinca, usted es un buen hombre, pero acá hace más mal que bien”.
R- Eso lo comprendieron, pero no aceptan que Moreno no supo o no quiso ver que se lo estaba usando para otra cuestión. Ellos están seguros de que fue enviado por Roca y también saben que hay gente mucho peor, dentro del pasado argentino, que el perito. Con el tiempo se fue convirtiendo en un ser más oscuro.
P- Los Sayhueque terminan siendo exhibidos como piezas de museo, maltratados, en La Plata.
R- La historia de Moreno en el museo es un caso aparte. La película trata de motivar que cada uno investigue y construya su propia mirada. Nosotros ponemos el foco ahí, en el entretenimiento y que cada uno llegue a su conclusión. Hoy hay mucha información disponible.
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En 1885 y 1886 Francisco Moreno consiguió que el gobierno argentino le entregara un grupo de indígenas capturados en la ocupación militar de Patagonia. Fueron mantenidos prisioneros en las catacumbas subterráneas del Museo de La Plata, en condiciones inhumanas y exhibidos como objetos de estudio. Lo integraban el cacique tehuelche Inakayal, su familia y varios acompañantes. Al menos cinco murieron en el museo en circunstancias dudosas, o de enfermedades curables para la época: Inakayal, su esposa Margarita Foyel, la joven alacaluf Tafá o Eulltyalma, una niña no identificada y el joven yámana Maish Kensis. Sus restos fueron luego ubicados en vitrinas de la sala de Antropología Biológica hasta agosto del 2006 y recién en 2014 concluyó la devolución a sus comunidades, con la restitución complementaria del cuero cabelludo, la oreja izquierda y el cerebro de Inakayal.