Una turista que paseaba en el Parque Nacional Los Glaciares fotografió a una hembra de huemul con su cría. |
Las especies en peligro de extinción siguen perdiendo ejemplares por la acción del hombre y la destrucción del hábitat en Argentina, y uno de los casos más emblemáticos es el del yaguareté, según autoridades y expertos, que advierten sobre la carrera contrarreloj para aumentar las áreas protegidas, que hoy están por debajo de lo que exigen los convenios internacionales a los que adhiere el país.
La Argentina suscribió en 2011 el Decenio de las Naciones Unidas sobre la Biodiversidad, aprobado por la Asamblea General de la ONU, donde se exige que para 2020 las áreas protegidas de los países deben llegar al 17% de su territorio terrestre y al 10% del ámbito marino.
No obstante, existen en el país 444 áreas protegidas con una superficie de 33.956.150 hectáreas que representan el 12,16% del ámbito terrestre y 42.503 km2 marinos protegidos, que representan el 2,8% de la zona económica exclusiva.
“Hay que llegar a esos porcentajes. En lo marino es más accesible de lograrlo, en lo terrestre es más difícil pero estamos con proyectos de crear nuevos parques nacionales y agrandar algunos de los que ya tenemos”, dijo a Télam Paula Cichero, directora de Conservación de Parques Nacionales, que depende del ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación.
La escasez de áreas de conservación agrava la principal causa de pérdida de especies que es la destrucción del hábitat por extensión de la frontera agrícola y pastoreo entre otros motivos, y sobre todo afecta a los “monumentos naturales”, definidos por la ley 22.531 como animales que por su “valor histórico o científico se les acuerda protección absoluta”.
El Convenio Internacional sobre la Diversidad Biológica de 1992 determina que la ausencia de esos animales “significaría una desestabilización en la composición y estructura ambiental” del territorio.
Manuel Jaramillo, ingeniero forestal y director de la ONG Fundación Vida Silvestre, aseveró que lo que complica a las especies es la “acción del hombre” y auguró que hay un “desafío muy grande” para la recuperación de esas poblaciones.
En el país son cuatro las especies que entran en la categoría de “monumentos naturales”: el huemul, la taruca, el yaguareté y la ballena franca austral, que están en peligro de extinción pero con escenarios diversos.
El yaguareté, el felino más grande de América, enfrenta una situación crítica en Argentina, con una población estimada de 250 a 300 ejemplares dividida entre la yunga del noroeste, la selva misionera y el Chaco, “donde casi no se encontraron indicios de individuos”, según Cichero.
La funcionaria comentó que la caza furtiva, la cacería de las presas que alimentan al animal, como pecaríes y venados, y la pérdida de bosques atentan contra su conservación. “La pérdida de un mamífero de gran tamaño pone en riesgo todo el ecosistema”, alertó.
Del huemul, uno de cuyos ejemplares fue avistado hace unos días en Santa Cruz, existen unos 2.000 ejemplares entre Argentina y Chile, el único lugar en el mundo donde se encuentra.
Este venado “está amenazado por el avance de la ganadería y también por la introducción del ciervo colorado, que lo desplaza de los lugares de alimentación”, aclaró Jaramillo.
La taruca, un venado que habita el noroeste argentino, es el más misterioso de los monumentos naturales, ya que como reconocen los especialistas es una especie poco estudiada.
“Es un animal naturalmente escaso, no tenemos idea de los números poblacionales”, reconoció Cichero sobre este herbívoro que tiene como principal problema “la pérdida de hábitat” por la agricultura, en especial, la soja.
La buena noticia dentro de las especies protegidas la da la ballena franca austral, cuya población comenzó a recuperarse en un nivel de entre 5% y 7% anual, de acuerdo a los registros de Vida Silvestre. Hay unos 2.000 individuos en el país, de los 12.000 ejemplares que existen a nivel mundial, según Parques Nacionales.
“Se creó conciencia, se redujo la caza y se han generado santuarios como la Península Valdés, donde las ballenas se acercan cada vez más”, argumentó Jaramillo, para quién la ampliación de los territorios de conservación se presentan como un “desafío”.
“Deberían ser más, es una asignatura pendiente”, advirtió el experto, que pidió mayor eficacia en la protección de las áreas para la conservación de especies en peligro de extinción.
“Veo que la gente se preocupa más, está creciendo la conciencia pero falta educación”, se esperanzó Cichero aunque sentenció: “En Argentina y en el mundo se pierden especies y la acción humana es el principal problema”, concluyó.