“Vamos Argentina, carajo”, grita un hombre colgado de la valla, casi implorando, cuando Lionel Messi baja del ómnibus en San Petersburgo. Los cánticos de los hinchas suenan fuerte frente al lujoso hotel de la Selección, conscientes de que hoy más que nunca el plantel necesita todo el aliento.
Y los jugadores responden, de forma inédita, saliendo a la puerta y saludando a los hinchas que hacen el ya tradicional “banderazo” celeste y blanco.
El ánimo de los seguidores sube y baja ante el riesgo de la eliminación en primera ronda. Pero la pesadilla se diluye de inmediato cuando aparece el nombre de Leo Messi. Todos, absolutamente todos, confían en que el capitán finalmente aparecerá mañana ante Nigeria para darle a la Argentina el pase a octavos de final en el Mundial de Rusia 2018.
“Messi la va a romper, va a hacer tres goles, va a sacar el alma y el corazón“, confía Agustín, que llegó desde la ciudad de Mendoza para alentar a la Selección.
Una familia de la localidad de La Calera, en la central provincia de Córdoba, alza una enorme bandera por sobre las vallas: “Aferrados a tu ilusión”, se lee sobre la tela celeste y blanca que tiene dibujado el rostro sonriente de Messi.
La pasión del hincha argentino es inquebrantable, pero hoy denota miedo.
“Mañana cueste lo que cueste, mañana tenemos que ganar. Pongan huevos que ganamos”, reclaman una y otra vez los fanáticos, que apuntan además contra la prensa luego de una densa semana de versiones sobre conflictos y crisis entre los jugadores y el entrenador Jorge Sampaoli. “No me importa lo que digan esos putos periodistas acá está la selección”, invocan, matizando el cántico con insultos.
El clima va increscendo y cada vez más argentinos llegan al hotel en una procesión rumbo al Mesías, como también llaman al “Diez”.
“Que piense en la gente. Que lo haga por la gloria y el honor”, ruega Marina, que vino con su novio a seguir a la selección por toda Rusia.
La situación es distinta a la vivida en la previa de los dos primeros partidos, donde la marea albiceleste arremetía desaforadamente para expresar al mundo su pasión. Hoy, está concentrada en que ese aliento llegue a los jugadores para conseguir que se recuperen a tiempo del decepcionante empate con Islandia y la goleada a manos de Croacia, antes del definitorio partido con Nigeria.
Todo hace augurar que el estadio de San Petersburgo será mañana una caldera celeste y blanca que tratará de hacer sentir como locales a la selección argentina ante una final anticipada por la supervivencia en Rusia 2018.
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