En los años 70, los científicos detectaron que la capa de ozono, una región estratosférica que protege a la Tierra de las radiaciones ultravioleta, adelgazaba peligrosamente por el uso de ciertos productos químicos
En una franja situada entre 20 y 30 kilómetros sobre nuestras cabezas, en una región de la atmósfera conocida como estratosfera, la capa de ozono protege a la Tierra de las radiaciones ultravioleta dañinas (UV-B) procedentes del Sol.
¿Y por qué es tan vital esta capa? Sencillamente, sin ella, la vida en la Tierra no sería posible. De no tener una capa protectora frente a la radiación nociva, la vida sobre la superficie de nuestro planeta nunca hubiera prosperado, y jamás hubiera salido de los océanos.
De hecho,a principios de 2018 se publicó un estudio que concluía que la extinción masiva del Pérmico-Triásico, la mayor de toda la historia del planeta, y tras en la cual desapareció el 96% de las especies terrestres estuvo provada, en parte, por una grave disminución del grosor de la capa de ozono.
En la década de los setenta, los científicos observaron por primera vez que ciertos productos químicos podían dañar la capa de ozono, reduciendo su grosor y, por lo tanto, su eficacia como pantalla protectora.
Y lo que es más grave, detectaron que sobre la Antártida el adelgazamiento de esta capa era tan intenso que, a efectos prácticos, se estaba formando una especie de «agujero» en la capa de ozono que podía tener efectos catastróficos. Investigaciones posteriores revelaron que los principales causantes de la reducción del ozono eran los compuestos clorofluorocarbonados (CFCs), presentes sobre todo en sprays, sistemas de refrigeración y aires acondicionados.
Poco más tarde, llegaron las reacciones políticas, y decenas de países se han reunido a lo largo de las últimas dos décadas del siglo XX y primeros años del XXI para adoptar medidas globales de emergencia, creando diversos protocolos, como el de Montreal, firmado en 1987.
Alarmados ante la predicción de que en el año 2100 la temperatura media del planeta podría aumentar entre uno y medio y cinco grados centígrados en caso de duplicarse la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, 195 países firmaron en el acuerdo de París contra el cambio climático, del que luego EEUU se desligaría bajo la administración Trump.
Un mayor déficit de ozono en la atmósfera, si bien no causaría una extinción inmediata, provocaría un importante incremento de los casos de cáncer de piel y cataratas. Además, el aumento en las radiaciones ultravioleta en la Tierra reduciría drásticamente los niveles de fitoplancton, base de la pirámide alimenticia en los océanos, afectando a la biodiversidad.
Los daños en la capa de ozono también tendrían efectos negativos sobre el crecimiento de las plantas, con importantes repercusiones en la agricultura.
Según los expertos, esta capa registra actualmente «una progresiva pero lenta recuperación», y habrá que esperar hasta 2050 para igualar los niveles anteriores a los años ochenta. Las perspectivas son más pesimistas en el área antártica, donde se estima que hasta 2065 no se alcanzarán los niveles esperados.
Fuente: Muy Interesante