La nueva tecnología de comunicación inalámbrica, que se lanzará en 2020, incidirá profundamente en la vida cotidiana y en las relaciones humanas. Cuáles son su peligros y sus oportunidades.
Es pertinente la pregunta acerca de cuándo comenzó la globalización y también puede resultar intrigante preguntarse cuándo comenzó el futuro. El desarrollo vertiginoso de la cuarta revolución industrial (4RI), que marca una nueva fase del hombre en la historia, pareciera haber llegado a un momento de confusión.
El poder, el concepto de legitimidad política y la contradicción de valores viven una dinámica de cambio sin precedentes. La tecnología de la 4RI es la vía sobre la que se conduce el proceso de globalización actual.
La tecnología inalámbrica móvil de quinta generación, 5G, es algo más que el uso popular de excelentes dispositivos celulares; es una tecnología de comunicación y control que, entre otros logros, hará realidad la llamada “internet de la cosas”.
La tecnología 5G, propia de las telecomunicaciones inalámbricas, incidirá en áreas tan diversas como la robótica, la movilidad de bienes y el comercio, la reconversión industrial, la logística y el desplazamiento de las personas en transporte público y en vehículos autónomos, el sistema monetario, las criptomonedas y las blockchains, la efectividad de las armas de destrucción, las capacidades en las tecnologías de guerra híbrida y la cibernética; los sistemas de control y vigilancia ciudadana y personal.
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La asombrosa capacidad de acumulación de datos, la velocidad de procesamientos y la inmediatez de respuesta multiplican las posibilidades de la inteligencia artificial (IA).
Desafíos globales
El tema central de reciente reunión del Foro Económico Mundial, en Davos, fue precisamente cómo “conformar la arquitectura global en la era de la cuarta revolución industrial”.
Las fronteras de la humanidad se han expandido a dimensiones planetarias y las innovaciones creativas trascienden a la máquina y avanzan sobre lo biológico, con la prolongación de la vida, la generación de tejidos orgánicos y la edición genética de bebés.
La pretensión de armonizar la civilización suena excesiva frente a la complejidad del momento, pero los esfuerzos en encontrar carriles de cooperación se multiplican.
El desafío parece claro, en tanto las alternativas son: 1) Encontrar la manera en que el progreso descomunal de esta revolución sirva a la humanidad de forma positiva. 2) Ahondar las fracturas que ya se exponen y llevarlas a extremos.
Desconectados
Con la tecnología 5G, la cuarta revolución industrial se ramifica a los rincones más íntimos de la persona y a los espacios más cerrados de las sociedades.
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Así, la comunicación, en tanto herramienta preponderante de la actividad humana, atraviesa desde la inteligencia artificial (IA) hasta el comercio de la nueva era, la vida cotidiana y las relaciones interpersonales, acarreando uno de los dilemas curiosos del progreso tecnológico. Su agenda particular, la de la tecnología, implica la negativa a escuchar nuestras voces interiores, orientándose a controlarlas, condicionarlas e incluso absorberlas.
Claro ejemplo son Instagram y Snapchat con su carrera diaria para obtener y mantener el volumen de “amistades” numéricas, so pena de perder “prestigio social”, o Facebook y su casi exclusiva opción del “me gusta”, como único mecanismo de diálogo y declaración de amistad.
La cercanía personal y social adquiere cierto grado de ficción pues tiende a anular el tiempo, el pasado y el futuro, llenando la vida de instantes desconectados uno de otros, como el segundero del reloj a cuarzo que avanza a saltos, interrumpiendo la marcha sucesiva pero continua de los segundos.
Lo digital anula la continuidad de lo analógico (como dice Byung-chul Han en El perfume del tiempo). Velocidad y acumulación son las características que aporta la tecnología inalámbrica 5G, para la aventura del momento, del ya.
También proporciona argumentos a ciertos temores que impulsan la vuelta de los más retrógrados nacionalismos, que remiten a momentos oscuros de la humanidad. Un fenómeno que se percibe en países como Hungría, Polonia, Brasil, Estados Unidos o Italia.
Potencias
La llamada guerra comercial entre Beijing y Washington se trata de un conflicto estratégico por el dominio de las tecnologías de punta, planteado en términos de que el que gana se lleva el premio completo.
Estados Unidos entiende que fue ingenuo en su apertura hacia el mundo, y pone por caso su dominio en 4G, del cual se apropiaron, con ventajas, terceros países, especialmente, China.
China, a su vez, sostiene que la dependencia externa afecta su sistema de crecimiento y su objetivo más ambicioso a corto plazo, el “Hecho en China 2025”, con el que pretende alcanzar la primacía tecnológica global.
Esta disputa trasciende las particulares figuras de Donald Trump y de Xi Jinping y convoca a más actores. Emerge la incógnita sobre si es posible determinar quién o quiénes conducen el proceso de cambio de época, en tanto el mundo parece avanzar a esquemas multipolares y algunas corporaciones privadas adquieren poder inusitado.
Algunos datos
La tecnología móvil 4G puede anidar en un kilómetro cuadrado a dos mil dispositivos; la nueva 5G podrá alojar a 80 mil en la misma superficie.
El 40 por ciento de la población mundial, para fines del 2024, estará cubierta por la tecnología 5G, y lo que se está viendo es “que no sólo (esta tecnología) influirá en el mercado de los consumidores, sino en un amplio sector de la industria”, según un informe de Ericsson Report, de 2018.
Este último dato, que es el referido a la reconversión industrial, atañe al mundo del trabajo. En 20 años, habrá cambiado sus características, no será el robot la competencia del hombre, sino la aptitud y calificación para los nuevos requerimientos.
En 2018, a nivel global, se registró una caída del empleo de más del 5 por ciento, pero la demanda de trabajos de nueva tecnología y las oportunidades de trabajos independientes crecieron mucho más. Los sindicatos, frente a este fenómeno, tienen una responsabilidad especial.
La eficacia y el éxito de gobernanza de lo público y el gerenciamiento de lo privado enfrentan reformas institucionales imperativas en los ámbitos locales, nacionales e internacionales. Su destino está condicionado por su reacción a tiempo para enfrentar las transformaciones.
Las organizaciones estatales, a su vez, soportan la presión cada vez más intensa del uso creciente de nueva tecnología por parte del delito organizado, los tráficos ilegales y los circuitos financieros ilícitos.
El desarrollo de ciborgs –que es el hombre común al que se le ha adaptado cualquier mecanismo electrónico– avanza en su aventura tecnológica los límites del manejo de la psiquis, la expansión o bloqueo de la memoria, el recuerdo o el olvido.
Además de algunas promesas beneficiosas para la salud, también serían instrumentos muy útiles en el mundo laboral y las fuerzas de seguridad.
Los ámbitos de incidencia de la nueva tecnología 5G son incontables y la sensibilidad de las potencias es creciente. Aumenta el proteccionismo de los estados y las regulaciones y restricciones se exacerban, actuando, contradictoriamente, en contra del propio proceso de globalización.
La relativa capacidad del promedio del hombre actual de comprender y asumir la avalancha del cambio de época acrecienta su confusión, lo cual genera un pesimismo que hace más complicado encarar un manejo adecuado de la situación.
Se ve privado, de esa manera, del aprovechamiento de los caminos que se abren y de las ventajas que se presentan, así termina optando por tan fáciles como falsas dicotomías de pros y contras, sin que pueda, en el fondo, mejorar su condición humana.
La luz al final del túnel
Pero el optimismo también encuentra su puerta abierta. En Davos, los representantes de la generación millennial demostraron tener especial consideración y sensibilidad por los problemas que enfrenta el mundo en el medio de la 4RI y del 5G, asumiéndolos y poniéndolos al centro de los debates.
De esta franja etaria, y de las mujeres, surgieron con más vigor las cuestiones relativas al cambio climático, a la desigualdad entre las naciones y, en el interior de las propias comunidades nacionales, la atención de los sectores vulnerables, el desarrollo de sistemas educativos que ayuden a superar la brecha tecnológica y el problema la avaricia en la apropiación exagerada de los dominios tecnológicos y de los recursos financieros.
Se estima que para el año 2050, cerca del 70 por ciento de los habitantes vivirá en ciudades. El crecimiento urbano es incesante y los problemas que el fenómeno genera parecen agravarse.
Ha comenzado, en consecuencia, una atención especial por el desarrollo de ciudades inteligentes, se ha tomado el desafío de la planificación tecnológica como la única manera de resolver los problemas crecientes de seguridad, transporte, conectividad, información y, básicamente, de aire, alimentación y agua.
Es así que hay quienes plantean que del laberinto del mundo se puede comenzar a salir desde los ámbitos locales, en la intimidad del hombre concreto y donde el ambiente puede ser más propicio para el desarrollo de políticas de cooperación.
La opción de lo local, seguramente, no puede resolver las complejidades estratégicas del globo, pero quizás pueda comenzar a aprovechar de manera más inmediata el salto descomunal de la humanidad.
La Voz