Una escuela de Banfiel se niega a llamar por su nombre a un chico trans de 13 años a pesar del reclamo del adolescente, de su familia y de todos sus compañeros.
Tomi no se sentía feliz. De hecho, hacía un par de años que no miraba a nadie a los ojos. Protestaba cuando su mamá le pedía que se pusiera un vestido y disimulaba la cara de desilusión cuando en sus cumpleaños recibía regalos «femeninos», como el perfume de mujer que le compró su hermana mayor, Selene. Tiene 13 años y en el Instituto Ricardo Güiraldes de Banfield no respetan su identidad de género autopercibida.
Estudiante de Relaciones Laborales y 12 años mayor que su hermano, Selene asegura que nunca notó el padecimiento de Tomi, de 13, hasta que a principios de año pidió cortarse el pelo, que llevaba largo hasta la cola. «Mi mamá insistió en que no lo hiciera, que se lo dejara carré. Cuando escuché que ella pedía que no se lo cortara ‘como un varón’, creo que ya se estaba dando cuenta de algo», relata. «Esa insistencia de mi mamá hizo que Tomi demorara más en salir del closet».
Tomi, al que llamaron Lourdes al nacer, jugaba al fútbol en equipos de mujeres hasta hace pocos meses, cuando se probó para la selección sub 17. Pasó por Boca e Independiente y Racing. «Era excelente. Pero, por supuesto, eso no resultaba nada raro», aclara Selene. Los otros dos hermanos de Tomi -son trillizos- tampoco se asombraban de que él jugara a la pelota, y lo tomaban con total normalidad, como debía ser.
«Salir del closet»
En febrero, Tomi le dijo a su mamá que le gustaba una compañera. Ni bien empezaron las clases, habló con sus pares en el colegio y con algunos docentes. Recién en julio pudo contárselo a su hermana primero y después a su madre. Probablemente el regalo de un libro que hablaba de diversidad y los ideales feministas de su hermana le hayan facilitado abrirse con ella.
«Por otro lado, siempre fuimos muy unidas, yo fui muy maternal y cercana. Compartíamos habitación, y en cierto modo tal vez pensó que me estaba abandonando, que íbamos a perder esa conexión, que yo me iba a enojar. Pero la relación no cambió», continúa Selene. «Se mudó a la habitación de los nenes de la manera más natural».
Cuando Tomi se acercó para hablar con ella, ya se había informado por Internet sobre hormonización y cirugías. Sabía perfectamente de lo que estaba hablando.
Apoyan la decisión
La reacción de su mamá al escucharlo fue positiva, pero no de aceptación inmediata. «Haber perdido el embarazo de una nena hace años hizo que ella pensara que la vida le había devuelto esa hija mujer, y ahora tenía que hacer el duelo», explica. Fue ella, sin embargo, quien se lo transmitió a su marido, del que en ese momento estaba separada. El hombre, un policía retirado, tardó más en aceptar que tenía un hijo varón y no una nena.
Sin embargo, el clima familiar mejoró a partir de la revelación de Tomi. Todos están firmes apoyando la decisión. Su convicción «se le lee en los ojos». «Mis hermanos ya lo sabían y, sin embargo, ni ellos ni los amigos y amigas -incluso en los cumpleaños- dijeron nada. Una vez, cuando fui a buscar a Tomi a vóley, vi en el celular de una amiga que lo tenía agendado como Tom, pero creí que había leído mal», recuerda Selene.
Los adultos son el problema
Los compañeros y compañeras amigos de Tomi aceptaron el cambio con naturalidad. No hubo bullying ni discriminación. Sin embargo, «las dificultades están en los adultos», señala Selene. Tomi cursa el segundo año en el Instituto Ricardo Güiraldes de Banfield. La situación en la escuela empezó después de que su madre tuviera una primera reunión con la directora, Claudia Santiso. «Tal vez ella estaba en pleno proceso de aceptación, con el llanto a flor de piel, y no fue demasiado convincente cuando contó lo de mi hermano», admite Selene. Pero de todos modos, la reacción de la institución fue no acompañar el proceso de su alumno con sensibilidad y conocimiento.
La negativa de la escuela a llamar a Tomi por su nombre autopercibido y seguir llamándola «ella» y «Lourdes» es firme. Alegan que «todo proceso es paulatino» y que hasta que el cambio registral no esté inscrito en su DNI, seguirán llamándolo con lo que Tomi denomina su «nombre muerto». «Mis padres por supuesto están dispuestos al cambio registral, pero Tomás no lo sentía como algo fundamental para hacerlo de inmediato. Tiene 13 años y no hay demasiadas situaciones en las que use el DNI en la vida cotidiana», sostiene.
A la segunda reunión en el colegio, la mama de Tomi fue con su marido. «Tal vez la dirección no se esperaba que mi papá también apoyaría el proceso de mi hermano», dice Selene. «Creyeron que él se iba a oponer y que iban a tener en él un aliado».
Los chicos le enseñan a la profesora
Una profesora de literatura que, en plena clase, llamó con el nombre de mujer a su alumno recibió una explosión de sus estudiantes. Al unísono, chicos y chicas dijeron «¡Se llama Tomás!». Cuando pudo acallarlos, les respondió que ella no dejaría de llamarlo Lourdes «porque esa era la orden de la dirección». De hecho, una joven docente de matemática que empezó a llamarlo por su nombre autopercibido recibió una reprimenda y una prohibición de hacerlo por parte de las autoridades. «Es decir, que en la escuela no son libres de respetar los derechos de los alumnos», apunta Selene.
La directora recibió una llamada Carlos Sanz, jefe del equipo interdisciplinario que asiste a Tomi en el Hospital Pedro de Elizalde. El médico le ofreció ir a la escuela a dar charlas para los docentes y los alumnos. También recibieron llamadas de las áreas de diversidad de los municipios de Avellaneda y Lomas de Zamora, que propusieron capacitaciones. «La directora le pidió que el Instituto formara parte del equipo que acompaña a Tomi en el Hospital, pero eso no corresponde. Hay una ley que ellos no están respetando», dijo la hermana.
En efecto, la ley es clara. «Mi mamá, que es docente de primaria y se sabe el texto de la ley con puntos y comas, lo fotocopió, lo marcó con fibrón y lo pegó como carta abierta a los profesores en el cuaderno de comunicados de mi hermano», apunta Selene. «Nada cambió. Les hicieron firmar a mis padres un acta donde se comprometen a ‘respetar los tiempos del colegio’, cuando acá son ellos los que se están violando son los derechos de un niño».
«Cuando Tomi me contó todo, la primera reacción fue pedirle perdón por todas las veces que lo lastimé sin saber, tratándolo como una nena», se conmueve Selene. «En la escuela no se da Educación Sexual Integral. Tuvieron una clase en todo el año, hablando de grandes mujeres y hombres, nada de sexualidad o género. Mi mamá les dijo que esta situación es la oportunidad ideal para abordar esos temas, pero no la escucharon».
Por ahora, hay una sola medida tomada por la institución que beneficia a Tomás. Puede formar en la fila de varones. Sin embargo, se hizo circular un comunicado sobre su acceso a los baños del colegio.Tiene que ir en horas de clase, acompañado por una auxiliar que le abra la puerta especialmente, y debe usar el baño de mujeres. «Tomi ya desde el año pasado no iba al baño durante todo el día y se aguantaba. Cuando salía iba corriendo al baño de hombres de la estación de Banfield. No quieren dejarlo ir al baño de varones al colegio porque dicen que tienen miedo ¡¿Miedo, de qué?! ¿No es más peligroso que vaya al baño de la estación? Lo tratan como a un monstruo», concluye Selene.
Las «concesiones» del Instituto Ricargo Güiraldes
TN.com.ar consultó al colegio y habló con su vicedirector, Diego Celestino. Aseguró que la escuela acompaña los cambios de su alumno y que se avendrán a lo que los profesionales que lo están atendiendo les vaya indicando. «Hay cuestiones más de fondo que el nombre, no vamos a banalizar la situación. No podemos hacer cambio de nombre en listados y certificados de estudios hasta que no se haga el cambio registral», aclara.
«Cedimos, le ofrecimos participar en la fila que ella elija (sic). Y puede avisarle al profesor para que la (sic) acompañen al baño fuera de los recreos. Tenemos por reglamentación los baños divididos, ella (sic) no puede usar el baño de varones», agrega. «Somos una escuela, los cambios no son instantáneos. Ella (sic) tiene apenas 13 años».