Donato Choque es el primer migrante boliviano en el Valle.
El Valle Inferior del río Chubut ha sido transformado. Familias de origen boliviano han hecho de este espacio fértil y legendario de la Patagonia un polo productivo que dinamizó la zona noreste de la provincia. Hoy, la producción de verduras, frutas y especies aromáticas que realizan estos migrantes conforma no solamente buena parte de la dieta local, sino que también se extendió comercialmente hacia otros centros urbanos del sur.
En la sociedad local persisten discursos discriminatorios que desde el prejuicio menosprecian o desconocen el aporte que hacen estas familias. Eustasia, una de las mujeres que vino del país andino, remarca que la colectividad boliviana ha sido estigmatizada incluso por su progreso económico: «Dicen que los bolivianos no comemos para juntar plata; así discriminan».
Donato, un pionero
Donato era apenas un niño cuando abandonó Vitichi, su pueblo natal. Cuando cruzó la frontera tenía nueve años, y Bolivia padecía todavía las consecuencias de la Guerra del Chaco que mantuvo con Paraguay. «Mi papá quedó prisionero en el lado paraguayo y cuando volvió me fabricó», relata el primer migrante boliviano en la zona.
Su trayectoria en Argentina resulta compleja de describir, tanto por la cantidad de lugares donde estuvo como por la variedad de trabajos a los que se dedicó. Toda esa experiencia le aportó un conocimiento erudito desde lo geográfico, productivo e histórico. Recuerda las presidencias, los paisajes y las características culturales de cada zona en que vivió y trabajó.
Según cuenta, apenas llegó vendía flores en las calles de Salta, luego se dedicó al transporte de pasajeros en sulky, trabajó en la producción tabacalera, en el comercio de mulas entre Bolivia y Argentina y luego fue ayudante de albañil. «Yo era medio vivito, siempre. Fui aprendiendo cómo hacer plata», cuenta sobre su historia de vida.
Su destino marcado era el de un pionero. Se asentó en el Valle Inferior del río Chubut a principios de la década de 1980. «Llegué como hace 50 años», exagera Donato. Sobre por qué eligió quedarse en este lugar luego de probar en diferentes zonas del país, Donato es categórico: «Mirá, acá se vive bien. Cómo te digo, en Lavalle (Mendoza) me cagué de hambre. Ni una cerveza me pude tomar porque no alcanzaba. En ese tiempo unas alpargatas valían dos con cincuenta y el jornal era de seis pesos. No alcanzaba para nada».
Donato junto a los surcos de albahaca.
En Chubut tuvo su mejor oportunidad. Las chacras de la zona baja del río Chubut venían en franco declive. Las generaciones de descendientes galeses no continuaron con la producción y estaban abandonadas. «Pero si no había, mismo acá», dice Donato sobre la falta de mano de obra y luego agrega: «Estaban produciendo lechuga en un cañito; le hacían unos agujeritos. Yo decía: ¿cómo no van a producir verdura? Así aprendí. Primero puse poquitos surcos», recuerda Donato sobre cómo se producía en pequeña escala. Luego él comenzó a probar para hacer un proyecto de producción intensiva.
La permanencia a lo largo de los años, el reconocimiento de otras familias migrantes y la predominancia de personas de origen boliviano a lo largo de la cuenca del río Chubut lo convirtieron en un referente de la colectividad.
Las chacras se organizan y trabajan de manera familiar, y cada una de ellas cuenta con un jefe varón que es la autoridad máxima. Si se tuviera que dibujar un árbol con las ramificaciones de cada una de las familias de origen boliviano que actualmente pueblan la zona, Donato sería nada menos que la raíz, la génesis de todos ellos.
Otras historias migrantes
El proceso de poblamiento boliviano se fue acelerando. La mayoría de los chacareros vienen de Sucre y fueron ellos quienes tejieron las redes de información y vinculación a partir del parentesco o de relaciones de paisanaje. La información se transmite en Bolivia entre personas de una misma zona, quienes luego van replicando la experiencia de migrar.
Sin embargo, los trayectos migrantes no son iguales entre sí. Algunos llegaron a las chacras luego de habitar varias zonas de Argentina, como fue el caso de Donato. Otros, en cambio, vinieron directamente a esta zona a partir de la información específica compartida por los pioneros.
Asunta limpia y selecciona cebollas recién cosechadas. Llegaron a Chubut en 2019 y comenzaron a trabajar en la chacra de Clemente.
También hay quienes se volvieron a Bolivia y luego regresaron a Argentina y otros que se fueron definitivamente porque les faltaba la hoja de coca. Para muchos de ellos la dependencia con esa hoja de los Andes centrales es tanto o más fuerte que el mate para muchos argentinos.
Aunque las familias migrantes son en su mayoría de Sucre, también las hay de la región de Tarija y de Villazón. Sebastián llegó de Tarija hace más de diez años y lo hizo directamente a una chacra cercana Trelew a partir de la información que le compartieron primos y cuñados. Junto a él vino su señora (Benigna) y sus hijos Juan Carlos y Silverio. Silverio está juntado con Dolores que vino de Camargo, un pueblo tarijeño, y en Argentina tuvieron a Luz, su primera hija.
Gastón, quien tiene 57 años, vive en Argentina desde los once y estuvo trabajando y habitando en Ezeiza y la región austral del país: Río Turbio y Río Gallegos. Actualmente vive con Clemente (su sobrino) quien junto a su señora Elena y su hermana Lucía vinieron de Sucre y trabajan familiarmente una de las chacras cercanas a Trelew.
Elena y Lucía hacen un alto en el trabajo de la chacra.
También Mateo vino de Sucre, pero su estancia en la zona no es continua. Regresó un tiempo a Bolivia para vivir temporalmente en Tarija hasta que decidió volver a Chubut, porque -según dice- «acá se está mejor». Mateo vive con Filomena, también llegada de Sucre, y con quien tiene una hija (Lisbette) que al igual que Luz nació en Argentina.
«Los primeros entraron conmigo y luego se apartaron. Ahora la mayoría de los que llegan compran un tractorcito y se largan a producir. Es difícil que vayas a encontrar un boliviano que trabaje por mes. No tienen nada, pero prefieren alquilarle la chacra a un galenso y largarse solos», sostiene Donato sobre los nuevos pobladores que vienen de Bolivia y se asientan en la zona buscando llegar inmediatamente a su autonomía productiva.
Agrega que «ahora es fácil», pero cuando llegó tuvo que luchar contra el rechazo de algunos propietarios y chacareros. «Soltaban el riego para todos y a mí me tapaban con basura los canales y se inundaba todo. Yo le decía a los galensos: ¿Cómo querés que arreglemos? ¿A las piñas o a los tiros?» y remarca: «Me hago respetar».
Otra de las familias bolivianas pioneras que habita la zona es la de Rufino y Eustasia Añasco. Ellos llegaron a Chubut gracias a Donato, quien los trajo de Viedma donde malvivían explotados laboralmente por un productor coreano. «Trabajamos gratis un año para un coreano. No teníamos ni para comer» cuenta Eustasia y luego remarca el papel y la importancia que tiene Donato en toda esta historia y quien de alguna manera les dio un nuevo lugar y trabajo para progresar: «En las fotos hay que ponerlo primero y hay que hacerle un monumento», pide Eustasia.
Fuente: Lucas Britapaja, Nancy Clafin y Noelia Otero.