El miércoles 13 se conmemoran 21 años del asesinato del periodista Ricardo Gangeme. Fue en la esquina de Mitre y San Martín, edificio de alto donde vivía el ex Director del Diario Jornada, frente al «Distrito». En los primeros minutos fríos y ventosos del 13 de mayo de 1999, un seco estampido resonó como una rama quebrada en la noche trelewense. Si, uno sólo; la explicación es sencilla, el que le disparó en la cabeza al hombre de prensa dentro de su vehículo sabía que otro era innecesario, que no tenía sentido ni era aconsejable alertar a nadie. El boleto que lo trasladaba a la oscuridad del descanso eterno erSea sólo de ida.
En los últimos minutos de su existencia, el luego asesinado había compartido minutos y tragos con amigos, sindicalistas, periodistas y amigos. Le gustaba el wiski, el faso y las charlas. Era bravo, áspero, antipático para muchos pero con la gente que sostenía su amistad, un amigo férreo y generoso.
También era desconfiado. Mucho. Por eso nadie le encontraba explicación a que lo mataran sin más desórdenes que el eco del arma que le hizo saltar la sangre de su cabeza. Sin embargo la deducción surge como sencilla. Bajó la ventanilla de su coche aquella fatídica madrugada para dialogar con su interlocutor porque conocía a la persona o personas que estaban parados al lado de su vehículo cuando lo estacionó.
Se habló que un policía que cumplía su noche de ronda, al que el muerto conocía, habilitó esa confianza y un sicario hizo el resto. Como tantas otras cosas inexplicables, ese policía nunca fue llamado a declarar.
Uno de los gremialistas que compartió «la última cena» con el occiso sigue hoy en plena actividad y su relación con ámbitos del poder y la justicia sigue siendo notorios. En su declaración reveló que un comerciante de Trelew le había pedido que le consiguiera a alguien para matar a Gangeme. Tampoco fue citado ese comerciante en los claustros judiciales.
Como estas hay decenas de circunstancias inexplicables. Policías, jueces, fiscales, pasaron a «montones». Incluso un fiscal que en su actuación posterior reveló una clara apetencia por ignorar delitos de funcionarios corruptos del primer nivel, alguno ya muerto y otros a los cuales volvió a ver en tiempos recientes, ahora como un «paladín» de la justicia que los juzga y condena, mientras peces gordos siguen vivitos, coleando y cagando a la gente.
El agua discurre bajo el puente. La corrupción aún es una nave que se siente cómoda en ese cauce. Mientras, quien se acuerda de Gangeme?
Por Carlos Alberto Melano