Cordillera

“Este incendio nos volvió locos”: así son los días de lucha de los brigadistas contra el fuego en El Bolsón

En las primeras jornadas, dormían en los autobombas y casi no veían a sus familias. Ya con la situación más controlada, son verdaderos héroes en su tierra: cada vez que pasan por la ciudad, los vecinos se paran, los aplauden y hasta les ofrecen masajes.

Sin importar la edad, la experiencia en el rubro o la personalidad de cada uno, los brigadistas que hace 17 días luchan contra el fuego en El Bolsón reaccionan de la misma manera cuando se les consulta si alguna vez pensaron en bajar los brazos: rozan la indignación. La posibilidad de rendirse nunca pasó por sus cabezas en las primeras jornadas, cuando dormían en los vehículos autobombas -si es que dormían-, y mucho menos va a pasar ahora, que a pesar de que el incendio ya consumió casi 8 mil hectáreas de bosque, la situación pareciera estar controlada.

El fuego se desató el domingo 24 al mediodía, después de que un grupo de nueve personas hiciera un asado en una casa ubicada en una zona boscosa de Cuesta del Ternero, a pocos kilómetros de El Bolsón. Las altas temperaturas, superiores a los 38 grados, la baja humedad y los fuertes vientos fueron el cóctel ignífero que alimentó las llamas y las desplazó a una velocidad que hasta sorprendió a los brigadistas más experimentados.

En casos como este, el objetivo primordial de los especialistas pasa por proteger las vidas humanas. Luego, salvar los bienes materiales. Y por último, evitar que las llamas se sigan expandiendo para resguardar el bosque y que el ecosistema sufra el menor daño posible. Por supuesto, en grandes incendios no hay manos ni mangueras que alcancen.

El personal del Servicio de Prevención y Lucha contra Incendios Forestales (SPLIF) de El Bolsón fue de los primeros en llegar al lugar. Su jefe segundo, Nicolás D’Agostino, tiene 45 años y lleva 14 trabajando como brigadista. Dice que por su comportamiento particular y sus constantes cambios, este incendio es el desafío más grande al que se ha enfrentado, y el que más están tardando en extinguir en la provincia de Río Negro.

“Las primeras dos noches creo que no durmió nadie. Si dormíamos, lo hacíamos en el asiento del vehículo. Era un trabajo 24×7 hasta que llegaron más refuerzos. Después, sí, con el correr de los días, llegabas a la 1 de la mañana a tu casa y a las 5 ya estabas arriba de vuelta. También tenemos un lugar para los chicos de la guardia nocturna, pero solo hay seis camas. Como la mayoría somos del pueblo y vivimos cerca del lugar del incendio, tenemos la posibilidad de volver y a la mañana arrancar de vuelta”, explica D’Agostino a Infobae.

Fue por aquellos días, los primeros desde que se desató el fuego, que se incendiaron dos casas. Una pérdida lamentable pero, claro, considerando las dimensiones de este desastre, pareciera ser un daño insignificante. Heridos, ninguno: tan solo algunas cuestiones menores, como daño en los ojos por el humo, pero nada de consideración.

“A la noche, cuando volvían los chicos después de combatir el fuego durante todo el día, los mirabas a los ojos y decías: ‘Este se acuesta y no se levanta hasta dentro de tres días’. Pero unas horas después ya estaban arriba otra vez…”, recuerda, orgulloso, D’Agostino.

“Somos todos laburantes, entonces el hecho que esté en tus manos evitar que se le queme la casa a alguien es muy significativo -se sincera-. Todos sufrimos mucho cuando se quemaron las dos casas por el incendio, aunque era imposible salvarlas. Acá le estamos poniendo el lomo a la situación. Un día hizo más de 38 grados, imaginate lo que era estar al lado del fuego. Y no bajás los brazos. Volvés a la noche con la cabeza gacha y al otro día de nuevo”.

El jefe del Cuerpo Activo de la Asociación de Bomberos Voluntarios de El Bolsón, Alejandro Namor, no anda con vueltas a la hora de describir la situación emocional de las personas que trabajan en el lugar: “Este incendio nos está volviendo locos. Trabajamos con experiencia y estrategia, pero la tenemos que cambiar de acuerdo a cómo cambia el viento y la dirección del fuego”.

Su cuartel, asegura Namor, está bien preparado a nivel equipamiento y personal para enfrentar las adversidades habituales a las que se suelen enfrentar, y tuvieron el apoyo del Gobierno provincial, encabezado por Arabela Carreras, y de Nación. Además, durante todos estos días ha contado con la ayuda de los bomberos voluntarios de Bariloche y otras ciudades de la Regional 4, a la que pertenece El Bolsón. Camiones forestales, autobombas, helicópteros hidrantes y otros vehículos terrestres fueron destinados a este incendio. En un momento, nada de eso parecía suficiente.

Muestra de ello es, por ejemplo, la necesidad de recurrir a los bomberos voluntarios de otras localidades, que tuvieron que desplazarse todos los días hasta El Bolsón para luchar contra el fuego. Pablo Cora, de El Hoyo, ubicado a 17 kilómetros de la zona del incendio, es uno de ellos: “En un momento íbamos todo el día, a veces solo durante el día, a veces turnos de ocho horas. Un día de la semana pasada salimos de nuestro cuartel a las 7 de la mañana y volvimos a las 2 de la mañana del día siguiente, y nos reemplazó otra dotación de nuestro cuartel. Además, la situación es muy difícil porque somos voluntarios, entonces cada uno tiene que arreglar su situación con su laburo”.

La observación no es menor. Muchos de los bomberos no perciben un salario a cambio de combatir el fuego. Su motivación es tan variada como la cantidad de voluntarios, pero sin dudas es mucho más fuerte que el dinero. Para este caso en particular, una gran cantidad de cuarteles de Río Negro y Chubut se dirigieron hasta El Bolsón para ayudar en la lucha contra las llamas, en lo que se puede definir como un exitoso trabajo en conjunto.

“Ser bombero era algo que tenía pendiente en mi vida -cuenta Namor-. Yo tuve una enfermedad y mi pueblo me ayudó mucho, así que mi trabajo es una manera de devolverle todo lo que me dio. Llevo siete años a cargo de mi cuartel y no quiero bajar los brazos. A veces estoy muy cansado pero no pienso bajar los brazos. No soy fácil de arrear, como una oveja. Con estas acciones, además, les marcás una línea de conducta a los pibes, que el día de mañana van a llevar adelante el cuartel”.

A Cora, de 34 años, le cuesta encontrar palabras para explicar los malabares que hace para combinar su trabajo en prensa y comunicación con sus viajes diarios a El Bolsón: “Acá todos saben que por los Bomberos Voluntarios dejo todo, no hay mucha vuelta. Nunca dejaría de ir a una situación como esta. En una ocasión, cuando me acosté en mi cama después de estar todo el día en El Bolsón, me quedé pensando en lo que podría estar haciendo en el incendio. No era culpa, pero sentís que podrías estar haciendo un poco más, aunque sabés que no es así”.

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