El uso de las mascarillas
Al inicio de la pandemia, y siguiendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y de los Centros para la Prevención y el Control de Enfermedades de Estados Unidos, el uso de la mascarilla fue únicamente recomendado para las personas con síntomas de alguna enfermedad respiratoria.
No fue sino hasta el 3 de abril que los CDC cambiaron su postura, y recomendaron que toda la población de Estados Unidos usara mascarilla para evitar que aquellos individuos que tengan el nuevo coronavirus sin saberlo, o tener síntomas, contagien a otros.
La OMS tardó mucho más. Fue recién el 5 de junio que cambió su postura y recomendó también el uso universal de las mascarillas.
Entretanto, debido a ese retraso y a los vaivenes de la política, la mascarilla se convirtió, por lo menos en Estados Unidos, en un signo de división política.
El asunto es, como lo describimos en los episodios del 26 de abril y del 23 de junio, que las mascarillas han probado ser elementos esenciales en la prevención del contagio del nuevo coronavirus.
En ese sentido, las mascarillas no solamente actúan como una barrera física para que la persona que la use no se contagie. Sino que hace el trabajo inverso, es decir, impide que una persona sintomática o asintomática, pueda contagiar a los demás.
Pero ahora, investigadores de la Universidad de California en San Francisco plantean una interesante hipótesis publicada en el New England Journal of Medicine del 8 de septiembre, que establece que las mascarillas actúan como un elemento de variolización, haciendo que si nos infectamos usándola, la enfermedad que adquirimos sea asintomática.
Veamos en qué consiste ese antiguo concepto de la variolización.
¿Qué es la variolización?
La viruela fue, desde la antigüedad, una plaga que afectaba a todas las capas de la sociedad.
En el siglo XVIII en Europa, 400.000 personas morían anualmente de viruela y un tercio de los supervivientes quedaban ciegos.
La mayoría de los supervivientes quedaban con cicatrices desfigurantes y entre 20% y 60% de los enfermos morían.
En los niños pequeños, la mortalidad era aun mayor, calculándose que a fines del siglo XIX llegaba a 80% en Londres y 98% en Berlín.
Debido a su alta mortalidad y a severas secuelas estéticas, la humanidad trató desde tiempos inmemoriales de desarrollar algún tipo de tratamiento preventivo contra la enfermedad.
Se piensa que, en algún lugar de África, China o la India, los practicantes médicos desarrollaron un método de control de la enfermedad a la que llamaron variolización, cuyo fundamento era la observación de que una persona que sufría de la enfermedad se volvía inmune a ella, es decir, no volvía a enfermarse jamás.
La inmunidad por exposición
Movidos por razonamientos desconocidos, la variolización consistía en obtener material fresco de las ampollas causadas por la viruela e inyectarlas mediante un raspado en la piel de personas sanas para evitar la enfermedad.
Práctica común en Asia, la variolización llegó a Europa a comienzos del siglo XVIII, llevada por las clases aristocráticas de la corte inglesa.
A pesar de que la variolización causaba enfermedad y muerte en algunos sujetos sometidos a ella. Esas cifras eran mucho menores que las causadas por la enfermedad natural, por lo que su práctica se extendió en Europa y América, y se convirtió en el principal modo de combatir esa grave enfermedad.
Fue en 1796, cuando el médico inglés Edward Jenner observó que las mujeres que ordeñaban vacas y adquirían la viruela de las vacas eran también inmunes a la viruela humana, que se inventó la vacuna, haciendo posible que en 1975 se erradicara la viruela del mundo.
Pero volviendo a la variolización, este era un método que no eliminaba completamente la viruela; lo que hacía era disminuir la intensidad de la enfermedad.
En otras palabras, la persona variolizada desarrollaba una viruela tan leve que disminuía el daño causado por la enfermedad.
¿Las mascarillas nos generan inmunidad al covid-19?
Volviendo a las mascarillas, los investigadores de la Universidad de California postulan que el uso de las mascarillas durante esta pandemia de covid-19 actuaría como un elemento de variolización. Es decir, que si una persona se infecta usando una mascarilla, la carga viral sería tan poca, que terminaría causando una forma asintomática de la enfermedad.
En ese sentido, mencionan que en sociedades en donde el uso de las mascarillas es casi universal la proporción de casos asintomáticos es de 80%, mientras que en sociedades en donde el uso de las mascarillas no es generalizado, la proporción de casos asintomáticos es del 40%.
Citan también dos situaciones en las que las mascarillas produjeron un alto número de casos asintomáticos. La primera en un barco argentino y la segunda en una planta procesadora de carnes, en las que, gracias a las mascarillas, repartidas muy temprano en el brote, la proporción de asintomáticos llegó a ser de 81% y 95%, respectivamente.
Obviamente, dicen los investigadores, su hipótesis solo podría ser probada comparando la proporción de casos de covid-19 en sociedades que usen y no usen mascarillas, algo muy difícil de hacer.
En resumen, la hipótesis es muy atractiva y agrega otro potencial beneficio al uso de las mascarillas para prevenir la enfermedad.
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