En el primer cuatrimestre del 2021, la contracción real en el tipo de cambio bilateral acumulará 4%. Con una inflación en niveles altos, el BCRA apunta a anclar el precio de la divisa para bajarle el piso a la dinámica de precios. Advierten por el riesgo que implica para el balance externo o para la actividad, por el control de importaciones.
El dolar acentuará su caída en términos reales durante abril. La contracción real apunta al 1,7% en el tipo de cambio bilateral, si se toma en cuenta la inflación promedio esperada por el mercado a través del REM y el ritmo cada vez más lento del crawling peg, que esta vez se moderó al 0,4% semanal. Usar al dólar como ancla es una política económica esperable y, a la vez, despierta fantasmas sobre la restricción externa o el impacto sobre la actividad del control de importaciones.
Es una fija. En el otoño, las veredas se llenan de hojas. Y, en año electoral, en Argentina el dólar se atrasa. La búsqueda de moderar el ritmo inflacionario, y de esa forma mejorar los ingresos fijos en términos reales, encuentra a la divisa como principal herramienta, por su importancia dentro de los precios relativos. Impacta de lleno en los costos fijos y por ende en la dinámica de precios en general.
Para abril, el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), que realiza todos los meses el BCRA a través de una encuesta a consultores y banqueros de la city, mostró según el promedio de las respuestas una inflación esperada de 3,4%. El número implicará, de verificarse, una desaceleración respecto a lo que se espera para marzo, cuando el IPC treparía en torno al 3,9% o 4%. Sin embargo, está cada vez más lejos del tempo de la devaluación administrada a la que apunta el Gobierno.
Se viene observando con cierta claridad: en febrero, el BCRA logró romper la espiralización nominal, en la cual el precio del dólar seguía subiendo a un ritmo similar al del pico inflacionario. Una dinámica que le ponía, por el mismo tipo de cambio volando por las nubes, un piso a los costos empresarios y a los precios al consumidor.
En noviembre, luego del pico de 3,8% para el IPC de octubre, el dólar saltó en un idéntico 3,8%. En diciembre, con la inflación en 4%, la corrección fue de 3,5%. En enero, el tipo de cambio creció 3,7% y los precios 4%. En febrero se quebró la dinámica y ambos precios relativos se despegaron. El dólar logró perforar el piso del 3% y subió 2,9%, con un IPC de 3,6%. Siguió desacelerando el crawling peg con un alza de 2,4% en marzo, pese a una inflación que se espera en 4%. Y en abril el dólar se perfila para subir 1,6%, con unos precios al consumidor al 3,4%, según el consenso de la city.
Así, la apreciación cambiaria se va acentuando mes a mes. La caída en el bilateral con el dólar fue de 0,2% en enero, de 0,7% en febrero, será de 1,4% en marzo si se confirma la proyección de inflación y de 1,7% en abril. En total, en lo que va del año, se trata de un atraso de 4% acumulado, para el tipo de cambio real, en el primer cuatrimestre del 2021. ¿Tiene consecuencias en materia de restricción externa? La gran pregunta.
El director de la consultora Epyca, Martín Kalos, afirmó: “Es una herramienta que suele usarse en años electorales. Y en especial en años de inflación moderadamente alta, como ahora. Lo que permite es usar como ancla uno de los precios que suelen impactar en costos. El Gobierno intenta además usar las tarifas y las paritarias, para que no se vayan más allá de la pauta inflacionaria. En principio no tiene consecuencia inmediatas en las importaciones, que van a seguir al ritmo de la actividad y las Licencias No Automáticas (LNA)”.
Y agregó: “Mientras no sea una política permanente, estamos bien. Mientras se mantenga solo este año, no es un problema. La actividad se está recuperando y las importaciones también. Las LNA frenan el exceso que pueda ser riesgoso en materia tanto de protección productiva como de salida de divisas. En ese sentido, mientras el rebote de la actividad pueda ser acompañado por las importaciones de insumos, no va a haber un impacto. Como política para bajar la inflación es razonable y aprovecha el margen que dejaron las devaluaciones de 2018 y 2019 para apreciar el tipo de cambio de manera gradual, sin que eso impacte en la actividad”.
Un informe de la consultora LCG fue menos optimista. Señaló que cuanto mayor sea la caída del tipo de cambio real, mayor será también el nivel de importaciones y, por ende, más leve el superávit comercial con el que el BCRA accederá a divisas para cubrir la fuga, los servicios y los pagos de intereses y vencimientos de capital de la deuda. El informe ensayó las posibilidades a partir de tres escenarios potenciales.
Si el dólar empatara con la inflación entre el cuarto trimestre del 2021 y el mismo período del 2020, el PBI crecería 4,6%, las importaciones treparían 14,8% y totalizarían 48.620 millones de dólares. En cambio, si el tipo de cambio real cayera 3,9%, las compras externas crecerían 22,2% y totalizarían 51.768 millones. Si el dólar se desplomara 5,9% real, las importaciones subirían 26,6% y llegarían a 53.607 millones.
Si se toma la proyección del REM de unas exportaciones de 62.440 millones de dólares, según el consenso de la city, la magnitud de la caída real del precio del dólar podría marcar la diferencia entre un superávit de 13.820 millones o uno de 8.833 millones. Uno alcanzaría para cubrir las necesidades de dólares del año. El otro, difícilmente. Cabe destacar que el REM le apunta a uno de 13.000 millones.
En la búsqueda de moderar el ritmo de las importaciones, aparecen las LNA. Para LCG, su aplicación tiene consecuencias en el PBI potencial. «Las restricciones impuestas a través de licencias no automáticas para evitar el drenaje de dólares podrían jugar en contra sobre la recuperación», sostuvo el informe.