Está dedicado a quienes, con sus obras, dieron a conocer la existencia de la localidad.
El primer salón del Museo Histórico Artístico de El Bolsón está dedicado a los artistas plásticos José Leopoldo Chatruc, Levi Freisztav y Oderdan Paterlini (ya desaparecidos), quienes con sus obras dieron a conocer al mundo (desde la década de 1950) la existencia de una aldea de montaña patagónica de escasos habitantes y muy lejana en el tiempo al destino turístico de excelencia que hoy deslumbra.
“En su momento, fueron faros precursores, un poco locos, un poco profetas, inspirados por los ángeles y otro poco por el desenfreno dionisíaco. Reflejan la historia, las luces y sombras de este rincón de la cordillera cuando apenas asomaba una cara esperanzada al pálido sol invernal”, reflejó hoy en la inauguración el conocido artista, docente y dramaturgo Cuqui Honik
“Las obras pictóricas –agregó-, como los grandes personajes de la literatura, sobreviven a sus autores, son indemnes al paso del tiempo. Todo gran artista se perpetúa en sus obras, como si su trabajo, sin proponérselo, se encaminará a lograr la conquista de lo eterno”.
Desde su óptica, es “un templo de las musas que se abre a la comunidad y fue realizado con el esfuerzo y la dedicación de un pequeño grupo de soñadores (artistas también), recorriendo palmo a palmo un camino arduo que no fue fácil de allanar”.
Comparó que “automáticamente, asociamos el término museo con algo carente de movilidad, conservado en formol, un muestrario de lo inerte, de lo embalsamado. En muchos de esos panteones del silencio, descansan tras inviolables vitrinas o iluminados por luces cuidadosamente dispuestas, utensilios, armas y raídos ponchos de caciques despojados de lo que en vida fue poder y ascendencia; restos ensamblados de algún animal de otras eras, cuando no venerables pinturas cuya supervivencia queda asegurada en las eruditas explicaciones de curadores y críticos de arte”.
“Sin embargo, el término museo hace directa referencia a las musas, aquellas divinidades que en la antigua Grecia inspiraron –y aún inspiran- a los artistas. Esto le confiere un significado vivo, atemporal, cargado de esa fuerza elemental que se aloja en el alma del artista, todo lo opuesto a la connotación de algo que duerme en el olvido y que solo sobrevive en su apariencia, como esos coloridos escarabajos y mariposas que los entomólogos clavan sobre un tablero”, graficó.
La Fundación Cultural Comarca Andina -que encabezó el proyecto de crear el museo-, está integrada por Lucía Adler, Diego Czerniaswski, Cristina Torre y Gisela Guastavino. Tiene la premisa de “la protección, documentación y promoción del patrimonio material e inmaterial artístico, histórico, natural, cultural y científico de la comunidad, siendo responsable y custodio del mismo”.
Dispone de un ala de la Casa del Bicentenario, acondicionada especialmente con aportes del municipio y de empresas locales. En sus orígenes, funcionaron allí las caballerizas del Escuadrón 35° de Gendarmería Nacional y conserva una particular arquitectura donde prevalecen los ladrillos a la vista, los grandes ventanales de época y el techo a dos aguas.
En la oportunidad, el intendente Bruno Pogliano recordó que “de niño, jugaba en este lugar porque vivía en el barrio. Detrás, donde hoy existen muchos barrios céntricos, solo había un enorme potrero que servía como cancha de fútbol”.
Acerca de la apertura del primer museo de la ciudad, valoró que “resulta imprescindible saber de dónde venimos para tener en claro hacia dónde vamos y que nadie nos venga a contar una historia equivocada. En tal sentido, es fundamental recuperar nuestra identidad, conocer nuestras raíces y enaltecer a los primeros pobladores, quienes sentaron las bases con mucho trabajo y gran esfuerzo”.
Del corte de cintas también participaron la legisladora Adriana del Agua, el presidente del Concejo Deliberante, Fabián Rudolph; los concejales José Caliva, Silvana Garach y Lucas Castillo; el director de Bibliotecas y Museos de la provincia de Río Negro, José María Ramallo; artistas locales y vecinos.