“Yo no sé si a mi computadora personal me la robaron o se destruyó” dijo –acongojado- mediante una entrevista con el medio oficialista JORNADA, no nos queremos imaginar qué tipo de información tenía el procurador en su computadora, pero no lo vemos muy interesado en recuperarla.
Miquelarena está preocupado porque se anda diciendo que el fiscal anticorrupción Mario Romeo tiene ganas de indagar quiénes estuvieron involucrados en los incendios de fiscalía de diciembre del extinto 2021, donde se perdieron 754 investigaciones, entre las cuales está incluida la causa de corrupción estatal “Lotería”.
A Romeo le llama la atención las coincidencias que presenta este caso, en lo que respecta a que justo se vienen a perjudicar causas judiciales de corrupción donde se encuentra involucrada gente allegada a Miquelarena y al mismo estado. A Miquelarena, en cambio, nada le llama la atención de estos hechos, da la sensación de que le resulta cómodo aferrarse a la teoría de los disturbios sociales.
A la izquierda, el gato: el fiscal adjunto anticorrupción Mario Romeo; a la derecha, el ratón: el procurador general Jorge Miquelarena.
Pero hagamos un ejercicio: imaginemos que no sospechamos absolutamente nada de Miquelarena y tengamos la oportunidad de entrevistarlo, ¿No le llama la atención, como jefe de fiscales, que justo esa documentación se incinere? ¿A otro procurador no le haría ruido? ¿No podría investigar, ni aunque sea por las dudas, una hipótesis de “incendio instigado”? Por lo menos a los efectos descartar que no hayan utilizado los disturbios por la megaminería de coartada y que los autores no sean los mismos involucrados en las causas que se perdieron. Pero aun así, nos llamaría poderosísimamente la atención la pasividad con la que maneja estos hechos el procurador general de la provincia, nos lleva a pensar que podría ser: o bien el autor intelectual de los incendios, o bien un funcionario altamente inoperante. ¿Cuál de las dos?
Cualquier otro jefe de fiscales estaría DESESPERADO si le sucediera algo como esto, todas las investigaciones que llevaron años de trabajo con la finalidad de castigar a los culpables de hechos de corrupción y demás delitos se evaporaron.
Cualquier otro jefe de fiscales movería cielo, mar y tierra en descubrir si los que prendieron fuego el edificio eran activistas anti-mineros o gente pagada por los mismos involucrados en causas judiciales, con el objetivo de hacer desaparecer pruebas para “hacer zafar” a sus “empleadores”.
Sin embargo, escucharlo a hablar del tema al procurador general es como escuchar a un jugador de futbol siendo entrevistado en el campo de juego, luego de que su equipo haya perdido 1 a 0.
“Si usted me pregunta que tenía o no tenía en mí oficina, no tengo idea me voy a ir dando cuenta con el tiempo”, le dijo al entrevistador; y sí, a medida que vayan cayendo las causas de fraude a la administración pública donde se encontraban investigados conocidos suyos, imaginamos que se va a ir enterando.
“No hay forma de reconocer NADA de esa oficina”, enfatizó fuertemente en la palabra NADA, y también la repitió un infinidad de veces, en un especie de intento desesperado de desalentar cualquier esfuerzo de cualquier organismo forense especializado en reconstrucción.
Cuando le preguntaron “¿No hay forma de reparar nada?”, el procurador rápidamente contestó “lleva mucho tiempo y dinero”, francamente le faltó decir “ya está, pasen con la topadora y destruyan lo que haya quedado”.
Por otra parte, lo vemos desesperado, afligido, en estado de pánico constante; pero no por el incendio, da la sensación que lo estuviera por la investigación del mismo. Utilizando los medios de comunicación oficialistas pareciera que para salir a dejar de manifiesto que no tiene nada que ver.
Aparentemente desde que se metió Mario Romeo en el tema, Miquelarena suda copiosamente todas las noches en su cama mirando el techo. ¿Irá a tener una jubilación feliz? ¿Se jubilará de su cargo?
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