Seguramente recordarán las payasescas actuaciones de Miguel Gómez, el ex – jefe de Policía que al igual que su “patrón” político (Federico Massoni) quedó, luego de una maratón de películas de Netflix, embebido en obras estelares como “El Patriota” (protagonizada por Mel Gibson), y en el afán de quedar como un “héroe” para el público inocente, quiso imitar ese rol en la realidad exponiéndose estúpidamente a las piedras en el medio de los incidentes que tuvieron lugar en la ciudad de Rawson, casa de Gobierno por la tarde del 20 de mayo del 2019.
Su patético y autodestructivo show quedó grabado con una go-pro que tenía colocada en su cabeza (solo faltó un set de maquillaje y un par de reflectores); en esas tomas se lo ve completamente desprotegido, sin escudo, sin casco y convirtiéndose voluntariamente en una diana humana para que los manifestantes practiquen tiro de piedra con él.
Todo lo mencionado no sería más ridículo y bizarro si no mencionáramos el detalle de que Miguel Gómez no tenía absolutamente nada que hacer allí, puesto que se trata ni más ni menos que del jefe de toda la Policía del Chubut, su lugar era el escritorio, planificar, dar órdenes; no comportarse como un jefe de batallón en el medio del conflicto, para eso están los jefes de infantería.
Nos terminó de confirmar que siempre fue un lacayo obediente de baja dignidad de Massoni, que cumplía todas las órdenes impartidas por éste último, incluso aquellas en donde lo obligaban a “suicidar” su integridad física dirigiéndose completamente desprotegido hacia un grupo de manifestantes enojados.
En pocas palabras, si Massoni le decía: “rociate con combustible y prendete fuego” Gómez lo obedecía sin chistar, y eso lo demostró aquel día, cuando en el marco de un conflicto entre el gobierno provincial y un grupo de cooperativistas encabezado por Antonia Martínez.
Arcioni lejos de recibir cordialmente el reclamo y evitar la violencia, decidió dejar todo en manos de su secretario de Seguridad y Justicia Federico Massoni, quien por supuesto, completamente convencido que se encontraba en Bagdad dirigiendo un pelotón de operaciones especiales, levantó el teléfono y mandó al perro faldero de Miguel Gómez y su tropa de represores para gasear y llenar de balas de goma a los manifestantes.
El motivo del malestar de los cooperativistas y de Antonia Martínez residía en que el gobierno hacía semanas ya que los tenían a las vueltas. El grupo solo quería ser escuchado por el equipo del gobernador, en tanto y en cuanto se cansaron de solicitar reuniones en Fontana 50 a efectos de dialogar con los funcionarios para que escuchen sus reclamos, que versaban sobre un proyecto de urgencia consistente en el mejoramiento habitacional de un sector de la ciudad.
Pura bicicleta venia del lado del gobierno hasta que el mentado 20 de mayo de aquel año, el hartazgo llegó a su límite y Antonia Martínez, cansada de que sus reclamos no sean escuchados se encadenó en el recinto de Fontana 50 y prometió no moverse de allí hasta que la gente de Arcioni la reciba.
Un embalado Miguel Gómez llegó al lugar y junto a sus hombres, rompieron las cadenas de Antonia y la echaron agresivamente del edificio gubernamental, tirando leña al fuego que acababa de encenderse.
Ya en las afueras de Fontana 50, Martínez junto al resto de los manifestantes comenzó a intentar hablar con los policías, pero Antonia al percatarse de una muralla humana policial que se estaba formando y atenta a sus dificultades para caminar, ante la premura de no ser llevada puesta por los uniformados y ser vencida en el reclamo, utilizó una garrafa que su gente había llevado para cocinar al aire libre con la finalidad de evitar el avance policial.
Esto le vino como anillo al dedo al oficialismo que casi que sostuvo un “intento de inmolación” por parte de Martínez en las puertas de la sede central del gobierno.
Sostuvieron la absurda hipótesis de que había peligro en la zona por el uso que le pudiera dar una señora de avanzada edad a una garrafa, obviamente pasando por alto el pequeño gran detalle que si Martínez hubiera usado esa garrafa en contra de los policías ella también iba a volar por los aires, pero quizás manteniendo la alocada teoría de que se trataba de una “terrorista suicida”, lejos del dialogo, los policías habrían comenzado a los escopetazos limpios provocando la lluvia de piedras según los dichos de los testigos.
Si bien Martínez se disculpó con los policías y sus familiares por la violencia que se produjo aquel día, se hizo cargo de los daños y además confesó haberse “armado” con una garrafa, dijo que solo lo hizo en “defensa propia”, puesto a que consideró que la policía estaba dispuesta a todo dirigida por un jefe “muy alterado” (refiriéndose a Miguel Gómez). De hecho en la propia grabación filmada por el mismo Gómez se la escucha y ve a Antonia Martínez pidiendo por favor a los policías que “no peguen”.
Antonia Martínez fue denunciada por -atentado a la autoridad-, la jueza penal Ana Karina Breckle la condenó a 1 año de prisión por ese delito, pero se apeló la sentencia y terminó quedando absuelta por los jueces de la cámara penal, que decidió por voto mayoritario de 2 contra 1, la libertad de Antonia por el delito por el que se lo acusaba.
El juez Leonardo Pitcovsky fue quién votó por la condena de Martínez mientras que sus colegas, los jueces Adrián Barrios y César Marcelo Saratiegui fallaron a favor de la dirigente votando por la absolución.
Barrios y Saratiegui se basaron en una serie de irregularidades que llevó a cabo la fiscalía de Miquelarena, obviamente a efectos de beneficiar a la violenta tropa policial de Massoni y Miguel Gómez y perjudicar judicialmente a Antonia Martínez.
La fiscalía “se olvidó” de llamar a audiencia al testigo civil de actuación Juan Carlos Fernández, quién fue el que vio absolutamente todo y podía determinar quién de los dos bandos fue el que dio rienda suelta a la violencia; sin embargo adjunto sin problemas al juicio el acta policial donde se llevaba a cabo el relato por parte… de la Policía.
Lo otro es que la fiscalía de Miquelarena, fiel a su estilo de hacer las cosas mal presumiblemente a propósito, utilizó una calificación errónea para acusar a Antonia Martínez conjeturalmente con el fin de complicarla el doble.
La misma fue imputada por “atentado a la autoridad”, un delito que a leguas se ve que nunca ocurrió puesto a que para que tenga lugar es imprescindible que la persona imputada lleve a cabo acciones para impedir un determinado accionar policial, sin embargo la conducta de Martínez no fue activa (en lo que respecta a que no inició un delito para evitar que los policías lleven a cabo un procedimiento determinado) sino pasiva (omitió obedecer la voz policial de que se retire, esgrimiendo una garrafa para plantarse en el lugar y que no la saquen).
La diferencia entre ambos escenarios es notablemente visible, puesto a que Antonia hubiera cometido atentado si hubiere ido con la garrafa directamente a atacar a los policías para evitar que estos, por ejemplo, efectúen la guardia habitual en la casa de gobierno; sin embargo no fue así, ella simplemente fue con su gente a solicitar que se escuchen y lo que hizo fue desobedecer las órdenes policiales de que se retire encadenándose en el lugar y posteriormente armándose con una garrafa con el objetivo: no de atacar al personal policial sino de evitar que la saquen de allí, dos cosas cuestiones completamente distintas.
Por lo tanto los jueces Barrios y Saratiegui decidieron que la fiscalía acusó mal y que lo que habría cometido Antonia no fue “atentado a la autoridad” sino “resistencia” que tampoco es lo mismo.
La fiscalía de Miquelarena hizo todo mal otra vez.
Sentencia Completa: