Chubut, mencionada hasta el cansancio por ser una tierra rica en recursos naturales, paisajes paradisíacos y potencial infinito, atraviesa un fuerte empobrecimiento como consecuencia de decisiones políticas y una economía descalabrada que siempre resulta injusta con sus habitantes. Dentro de este contexto, una de las profesiones más esenciales y a la vez más vulnerables ha sido, históricamente, la docencia.
Los maestros y profesores de Chubut han enfrentado a lo largo de los años innumerables desafíos, pero lo que ha quedado en evidencia recientemente es la profunda pérdida de poder adquisitivo de sus salarios frente a una inflación que, en la Patagonia, tiende a ser todavía más elevada que en el resto del país.
Incluso antes de que se conozca la inflación de agosto -algunas estimaciones la colocan entre un 14% y 18%,- un docente con dos cargos estaba por debajo de la línea de la pobreza. El panorama es desolador.
La inflación patagónica es un fenómeno complejo. Aunque muchos factores influyen, es innegable que el costo de vida en esta región es mayor que del resto del país. Desde los servicios privados hasta los alimentos, pasando por la electricidad o el gas, todo es más caro. Por lo tanto, cuando los salarios no aumentan a la par de esta realidad, la calidad de vida de los docentes (y de muchos otros profesionales) se ve directamente afectada.
En este escenario, resulta llamativa la ausencia gremial. ¿Dónde se encuentran situados los gremios frente a una de las peores situaciones de la historia de los docentes en la provincia? Los gremios, que teóricamente deberían ser el escudo protector de los docentes, luchando por sus derechos y bienestar, hoy aturden con su silencio y juegan a las escondidas.
Esta inacción resulta especialmente preocupante en los últimos tiempos, especialmente por parte de entidades más importantes como ATECH, SITRAED y SADOP, que aceptaron un aumento irrisorio, muy por debajo de la inflación; que ni siquiera se pagó ni se sabe cuándo se pagará.