Somos lo que comemos «ultraprocesados». Sin embargo, una de las grandes paradojas de la alimentación moderna es que anhelamos la longevidad mientras sucumbimos a alimentos que están muy lejos de ser sanos. Es decir, queremos vivir más años de una manera más saludable, pero a la vez caemos en la trampa de alimentarnos con productos de bajo perfil nutricional.
En las últimas décadas, los alimentos ultraprocesados se convirtieron en los protagonistas de la dieta occidental porque en la vorágine cotidiana ofrecen soluciones sencillas para llevar a la mesa y ahorran tiempo en la preparación de las comidas.
Sin embargo, nuestra salud pagará un precio alto si se convierten en la base de la alimentación.
En los últimos años creció la evidencia científica que vincula el consumo excesivo de alimentos industrializados con una amplia gama de enfermedades, desde problemas cardíacos y obesidad, hasta afecciones neurodegenerativas, depresión, ansiedad.
De manera paulatina pero constante, los ultraprocesados erosionan la salud y reducen la longevidad, advirtió en diálogo con Infobae el destacado médico genetista Jorge Dotto, quien detalló las investigaciones científicas recientes que respaldan su preocupación.
Los alimentos ultraprocesados, definidos por su alta cantidad de ingredientes industriales, como aditivos y conservantes, incluyen los refrescos o gaseosas, carnes procesadas, snacks dulces o salados, cereales azucarados, panificados industriales y comidas congeladas.
Los expertos coinciden en que, detrás del aroma y los sabores intensos y atractivos, estos alimentos son una amenaza silenciosa para la salud global.
Dotto señaló que lejos de los “alimentos reales”, como una manzana o frutilla, estos productos combinan una larga lista de ingredientes para ser agradables al paladar y facilitar su preparación.
“Se presentan como opciones rápidas y convenientes para el estilo de vida actual, ya que basta con ponerlos en el horno o la cacerola y en pocos minutos están listos. Sin embargo, a mayor cantidad de ingredientes y procesamiento, menor es su valor nutricional”, detalló el especialista en epigenética.
Una “máquina perfecta” diseñada para alimentos reales
“Los humanos somos una máquina perfecta que necesita alimentos reales”, afirmó Dotto, quien se especializa en epigenética y estudia cómo el perfil nutricional de la dieta, el contexto ambiental y otros factores van moldeando nuestro ADN para prevenir o aumentar el riesgo de distintas patologías.
Para explicarlo de manera sencilla, el cuerpo humano está diseñado para funcionar con una dieta rica en macronutrientes —hidratos de carbono, grasas y proteínas— y micronutrientes, como las vitaminas y minerales, que encontramos en frutas, verduras, legumbres.
“Los macronutrientes se clasifican en tres grandes grupos: los hidratos de carbono, nuestra fuente principal de energía, que podemos encontrar, por ejemplo, en manzanas y brócoli; las grasas, que es la principal reserva energética, como las nueces y la palta; y por último, las proteínas, esenciales para las funciones del organismo, como la carne, el huevo y las legumbres. En cuanto a los micronutrientes, son las vitaminas y minerales que necesitamos en pequeñas cantidades para cubrir los requerimientos diarios, como la vitamina C, que obtenemos con una naranja, o el potasio, presente en la palta o en las legumbres”, enumeró.
Sin embargo, cuando comemos alimentos ultraprocesados, repletos de azúcares refinados, grasas artificiales y aditivos químicos, “el cuerpo no sabe cómo manejarlos. Vaya paradoja, nuestro organismo no sabe cómo procesar los ultraprocesados”, explicó Dotto.
El consumo en exceso de panificados industriales, o carnes procesadas “genera daño en el metabolismo, como depósitos, en un proceso similar a la basura que no se recoge y se acumula. Además, sus componentes, como el jarabe de maíz de alta fructosa o la combinación de grasas y azúcares, no solo provocan un daño metabólico, sino que también afectan el centro de placer en el cerebro”, advirtió el genetista.
A largo plazo, este tipo de alimentos puede derivar en enfermedades crónicas como la diabetes, hipertensión y cardiopatías, lo que aumenta el riesgo tanto de muerte prematura, además de impulsar el envejecimiento: “El exceso de estos productos no solo genera enfermedades, sino que también afecta nuestra longevidad saludable, que es llegar a los 70 años en buen estado físico y cognitivo. Comer ultraprocesados regularmente va apagando esos mecanismos en el cuerpo que favorecen la salud”, agregó Dotto.