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Antes de que finalice noviembre habrá resultados preliminares del estudio de Fase 3 de la vacuna rusa contra el coronavirus Sputnik V, según informaron este lunes desde el Centro Nacional de Investigación en Epidemiología y Microbiología Gamaleya de Rusia en una conferencia de prensa virtual con medios argentinos. Por otro lado, Pfizer afirmó que su vacuna contra el covid-19 es «eficaz en un 90%». Así surge del primer análisis intermedio de su ensayo en fase 3.

«No basta con evaluar los anticuerpos que genera una vacuna. La vacuna sólo puede apreciarse cuando se compara cuántas personas se enfermaron de las que recibieron la vacuna contra un grupo de control (placebo)», señaló en la conferencia Denis Logunov, vicedirector del Gamaleya y quien está a cargo del equipo de desarrollo de la vacuna.

Logunov indicó que «en las próximas dos semanas se publicará un resultado intermedio del ensayo clínico de Fase 3», que contempla alrededor de 40 mil voluntarios en Rusia, de los cuales una rama recibe la vacuna y la otra placebo.

El investigador informó que hasta el momento hay vacunadas 15 mil personas con la primera dosis y 14 mil ya recibieron la segunda.

«Hemos logrado buenos títulos de anticuerpos en las fases 1 y 2, y también inmunidad celular», recordó el investigador sobre los resultados publicados en The Lancet, e indicó que «nuestro objetivo es lograr un efecto duradero de la inmunidad».

En referencia a los efectos adversos, indicó que «no hubo ninguno de gravedad, y lo que se registró principalmente fue dolor en el lugar de la inyección, fiebre, dolor de cabeza y dolores musculares, todo leve a moderado».

Según se anunció la semana pasada, el gobierno argentino está negociando la posibilidad de que el país reciba 25 millones de dosis de la Sputnik V, de las cuales 10 podrían llegar en diciembre a un precio estimado por esquema (dos dosis) de 19,95 dólares en total.

Al ser consultado sobre este acuerdo, Kirill Dmitriev, el director general del Fondo Ruso de Inversión Directa (RDIF) -también presente en la conferencia-, confirmó que «se está trabajando con el ente regulador argentino (Anmat) y esperamos que se apruebe lo más pronto posible».

La Sputnik V es una vacuna que utiliza una tecnología que se llama «vector viral no replicante»; los vectores son virus que no tienen capacidad de reproducirse en el organismo (y por tanto son inocuos) y se utilizan para transportar material genético del virus del que se quiere inmunizar.

A diferencia de otras que utilizan esta tecnología, esta vacuna es la única que utiliza dos adenovirus humanos como vectores, uno diferente en cada dosis que se dan intramuscularmente con diferencia de 21 días; este principio activo se encuentra actualmente en proceso de obtención de una patente, que fue solicitada por el Centro Nacional de Investigación en Epidemiología y Microbiología Gamaleya en mayo de 2020.

La vacuna recibió el certificado de registro del Ministerio de Salud de Rusia el 11 de agosto y, de acuerdo con las reglas adoptadas durante la pandemia, puede ser empleada para vacunar a la población en Rusia.

Actualmente se encuentra siendo probada en un estudio clínico de Fase 3 en Rusia y también se anunciaron ensayos clínicos en los Emiratos Árabes Unidos, India, Venezuela y Bielorrusia, según publicó Telefe Noticias.

Dmitriev informó que «se está realizando transferencia de tecnología a socios estratégicos como India, Corea del Sur y China para que se pueda producir también en estos países».

Las células T que actúan contra el SARS-CoV-2 permanecen en el organismo de quienes han vencido la enfermedad hasta seis meses después de la infección, sostiene un estudio publicado este lunes en el repositorio de preimpresiones bioRxiv.

Un equipo compuesto por científicos de varias universidades del Reino Unido estudió muestras de 100 voluntarios que habían contraído el virus medio año antes. Descubrieron que «las respuestas inmunológicas de las células T al SARS-CoV-2 estaban presentes […] en todos los donantes, y se caracterizan por respuestas predominantes de células T CD4+, con una fuerte expresión de citocinas IL-2».

En cuanto a los factores que determinan la intensidad de la reacción al virus, los investigadores aseveran que depende de cuán grave haya sido en cada caso la enfermedad.

«Las respuestas promedio de las células T fueron un 50 % mayores en los donantes que habían experimentado una infección sintomática inicial, lo que indica que la gravedad de la infección primaria establece un punto de referencia para la inmunidad celular, que dura al menos seis meses», se precisa en el artículo.

En un comentario al margen, el profesor Paul Moss –uno de los autores del artículo– resaltó que se trata del primer estudio, en todo el mundo, que da cuenta de una respuesta inmune al SARS-CoV-2 seis meses después de la infección. «Todavía nos queda mucho por aprender, antes de tener una comprensión completa de cómo funciona la inmunidad al covid-19. Si bien aumentamos nuestra comprensión, […] todos deberíamos seguir las pautas del Gobierno sobre distanciamiento social», advirtió el científico, citado en un comunicado del Consorcio de Inmunología del Coronavirus del Reino Unido (UK-CIC, por sus siglas en inglés).

La vitamina D se ha convertido en una de las estrellas de la documentación médica en torno del coronavirus. Su presencia o carencia se analiza en una serie de informes que aparecieron en cadena en al menos tres de los más importantes medios científicos del mundo, todos ellos, advirtiendo el valor y consecuencias de portarla o no en los pacientes.

Su deficiencia está asociada con reacciones inflamatorias y disfunción inmune por lo que predispone a los individuos a infecciones severas.

Un equipo liderado por el especialista José L Hernández del Departamento de Medicina Interna de la Universidad de Cantabria en Santander, España acaba de publicar un nuevo documento que revela que hay varias líneas de evidencia que podrían respaldar el papel vital en la dimensión de la presencia de la vitamina D en los sujetos que experimentan una infección por SARS-CoV-2.

En primer lugar, la deficiencia de vitamina D es una afección común en todo el mundo, y los niveles séricos de 25-hidroxivitamina D (25OHD) siguen un patrón estacional y geográfico bien conocido.

Así, España, epicentro del estudio de estos profesionales, ubicada en zonas templadas del hemisferio norte, pero con una mayor prevalencia de déficit de vitamina D ha alcanzado tasas muy elevadas de infección y letalidad por SARS-CoV-2.

En segundo lugar, la vitamina D es una hormona esteroidea implicada en la modulación del sistema inmunológico innato y adquirido y también en la producción de péptidos antimicrobianos, como la catelicidina y la beta-defensina-2 humana, así como en la expresión de genes implicados en la destrucción intracelular de patógenos.

En tercer lugar, los niveles séricos bajos de 25OHD se encuentran con frecuencia en personas de edad avanzada o en individuos con afecciones crónicas, como hipertensión, diabetes, cáncer o enfermedades cardiovasculares, que también se han informado como factores de mal pronóstico para COVID-19.

Finalmente, la regulación a la baja de ECA2 por el SARS-CoV-2 conduce a una desregulación del sistema renina-angiotensina (RAS) que contribuye a la “tormenta de citocinas” que precede al síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA) característico de la forma grave de COVID-19.

En este sentido, la vitamina D puede inhibir la producción de citocinas proinflamatorias en monocitos/macrófagos humanos y la deficiencia crónica de vitamina D puede inducir la activación de RAS, lo que lleva a la producción de factores fibróticos y por lo tanto, daño pulmonar.

 

Los estudios argentinos, que utilizaron diferente metodología, coincidieron en que el plasma de convaleciente es seguro, no produce reacciones graves, pero obtuvieron diferentes conclusiones en cuanto a su eficacia -la capacidad de mejorar el estado clínico-, un reflejo de las incógnitas abiertas de la pandemia aunque existe cierto consenso en que aplicado en forma temprana y con altos títulos de anticuerpos este tratamiento podría ser beneficioso.

«Al comienzo de la pandemia de Covid-19 había una alta mortalidad y una falta de tratamiento eficaz para los pacientes en estado crítico. Sobre la base de la experiencia en fiebre hemorrágica argentina con plasma de convalecencia, incorporamos a 90 pacientes en un estudio multicéntrico y 87 fueron evaluables», comienza diciendo el resumen del estudio encabezado por Ricardo Valentini que llevó adelante el Cemic.

En este estudio, cuyas conclusiones se encuentran en lo que se denomina pre-print que es la etapa previa a la publicación en una revista científica sin revisión de pares, los pacientes recibieron plasma con una concentración de anticuerpos IgG de 0,7-0,8 por cada 10 kilos de peso corporal pero no se comparó contra una rama placebo.

La tasa de supervivencia promedio a los 28 días fue del 80%, con un 91% en los pacientes infundidos con respiración espontánea y un 63% en los que tenían ventilación mecánica.

El estudio concluyó que «las infusiones de plasma convaleciente son factibles, seguras y potencialmente efectivas, especialmente antes de requerir ventilación mecánica, y son una opción clínica atractiva para tratar formas graves de Covid-19 hasta que estén disponibles otras terapias efectivas».

El segundo estudio, que todavía no se encuentra publicado ni disponible en pre-print, liderado por el Hospital Italiano en coordinación con Conicet que analizó el plasma en el Instituto Leloir, fue un ensayo clínico con 334 pacientes con neumonía severa de diferentes hospitales del Área Metropolitana de Buenos Aires randomizado doble ciego, lo que significa que a unos pacientes se les brinda plasma y a otros placebo, sin que ni ellos ni sus médicos lo sepan.

Adicionalmente, todos los pacientes recibieron el tratamiento estándar para Covid-19 consensuado en la institución donde se encontraban internados y ningún paciente quedó sin tratamiento.

«Los resultados del estudio muestran que entre los pacientes hospitalizados con neumonía por Covid-19 con criterios de gravedad, el uso de plasma de convalecientes no produjo un beneficio clínico significativo a los 7, 14 ó 30 días de seguimiento en comparación con el uso de placebo», señalaron las conclusiones presentadas a principios de octubre a la prensa.

El tercero, cuyos resultados se difundieron esta semana, fue un estudio liderado por el Ministerio de Salud bonaerense que incluyó a 3529 pacientes adultos con diagnóstico de neumonía por Covid-19 con severidad inicial similar internados en diferentes hospitales de la provincia de los cuales el 21% tenía ventilación mecánica y 868 recibieron plasma.

Esta nueva investigación permitió observar que, al analizar la letalidad a los 28 días del ingreso, el uso de plasma de convalecientes se asoció de forma significativa a una reducción de la mortalidad del 24,4%.

La opinión de un especialista

«El plasma ha demostrado en muchísimos estudios ser una intervención segura, el problema es que aún no hay conclusiones definitivas sobre si es eficaz en reducir la mortalidad», señaló a Télam en médico infectólogo Omar Sued, presidente de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI).

Y continuó: «Cuando se analizan tratamientos los mejores estudios son los randomizados doble ciego porque hay un montón de sesgos que pueden alterar el análisis de los datos».

En ese contexto, Sued señaló que «el estudio de la Provincia de Buenos Aires es muy bueno por la cantidad de casos que tomó y la forma en la que analizó los datos pero al no tener una rama de placebo no nos permite ser concluyentes para asegurar que es efectivo, sí que es seguro».

El infectólogo sostuvo que «el estudio del Hospital Italiano se suma a otros ensayos doble ciego que demostraron lo mismo» y mencionó el estudio reciente realizado por investigadores de la India que concluyeron que tenía una «eficacia limitada» para mejorar pacientes moderados de la enfermedad.

«Lo que se evalúa hoy es que es posible que el plasma sirva si tiene títulos muy altos de anticuerpos y se administra de manera temprana», señaló Sued.

Por su parte, la científica argentina Laura Bover, quien trabaja en Estados Unidos y desde allí creó el Grupo CPC-19 (una red de profesionales que concientiza sobre el uso de plasma convaleciente), señaló que «lo más importante de los estudios es el análisis estadístico que se hace de los datos, porque si uno pone a todos los pacientes en el mismo plano quizás no se ven los resultados».

Bover recordó que en Estados Unidos Clínica Mayo y el Instituto Hopkins analizaron cinco mil pacientes de los más de cien mil que transfundieron con plasma en un estudio que se denomina de «acceso expandido».

«Lo que los investigadores de Clínica Mayo y Hopkins observaron fue que cuando analizaron pacientes que recibieron plasma antes de las 72 horas de internados o con alto título de anticuerpos (es decir mayor cantidad de anticuerpos) hubo una significativa disminución de la mortalidad comparados con aquellos pacientes que no lo recibieron con esas condiciones, describió.

Y continuó: «Cuando ambos parámetros (72 horas y alto título) se combinaron, la disminución de la mortalidad fue aún mucho más significativa».

«Si bien este estudio no incluyó un grupo control que recibiera placebo, la comparación con aquellos pacientes que no recibieron el plasma óptimamente y el importante número de pacientes le da fuerza estadística al estudio, cosa que a esta altura de la pandemia, cuando la mortalidad por Covid-19 ha disminuido, solo se logra con un alto número de pacientes analizados», concluyó.

Durante meses algunos medicamentos se han puesto a prueba para combatir los efectos del covid-19, muchos de ellos muy proclamados, pero con poco efecto, según la Organización Mundial de la Salud, OMS.

La OMS publicó el jueves un estudio en el que se evaluaron cuatro medicamentos: remdesivir, hidroxicloroquina, lopinavir/ritonavir e interferón. Estos se han empleado durante meses en pacientes con covid-19, pero la OMS dijo que los hallazgos sobre su eficacia son tan «concluyentes» como decepcionantes.

«Los resultados provisionales del Solidarity Therapeutics Trial, coordinado por la Organización Mundial de la Salud, indican que los regímenes de remdesivir, hidroxicloroquina, lopinavir/ritonavir e interferón parecían tener poco o ningún efecto sobre la mortalidad a 28 días o el curso hospitalario entre pacientes con covid-19 hospitalizados», dice el reporte.

Ninguno de ellos ayudó a los pacientes a vivir por más tiempo o a reducir su estadía en el hospital, según la OMS.

Hidroxicloroquina

Es uno de los medicamentos que el presidente de Estados Unidos Donald Trump ha dicho que ha usado para prevenir el covid-19. Esto a pesar de que múltiples estudios han demostrado que no hay evidencia de que tomarlo pueda prevenir la infección e incluso podría ser dañino.

La hidroxicloroquina, también conocida por la marca Plaquenil, y su análogo, la cloroquina, se derivan de la quinina, que químicos franceses aislaron en 1820 de la corteza del árbol de la cinchona, según Medicines for Malaria Venture.

Se usa para tratar o prevenir la malaria y para tratar afecciones autoinmunes como el lupus y la artritis reumatoide. Desde 2006 no se ha recomendado su uso para tratar la malaria severa debido a problemas de resistencia, particularmente en la región de Oceanía, según la Organización Mundial de la Salud.

No hay evidencia de que tomar hidroxicloroquina pueda prevenir la infección con covid-19.

Remdesivir

Este es otro de los medicamentos que según la OMS «parecieron tener poco o ningún efecto» en el tratamiento en personas hospitalizadas por covid-19.

El remdesivir es un medicamento antiviral que ha sido probado durante años contra otras enfermedades como el virus del Ébola, el MERS y el SARS, es una droga experimental que no tiene aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA).

Gilead Sciences, la empresa fabricante, lo describe como un «análogo nucleotídico con actividad antiviral de amplio espectro».

La palabra clave aquí es experimental, pues como dice la misma empresa, el remdesivir no ha sido aprobado para ningún uso por ningún país del mundo.

«Es una medicina experimental de la que no se ha establecido que sea segura o eficaz para el tratamiento de ninguna condición», explican.

A pesar de que era la única medicina con una autorización de uso de emergencia específicamente para covid-19 por parte de la FDA, una gran investigación controlada para este medicamento en EE.UU. encontró que este reduce el tiempo de recuperación en aproximadamente un tercio en adultos hospitalizados gravemente enfermos con covid-19, pero hace poco para ayudar a aquellos con casos más leves.

Lopinavir / ritonavir

Esta combinación de medicamentos es usada contra el VIH. Este tratamiento «impide que el VIH haga copias de sí mismo», dice la página de los Institutos Nacionales de Salud (NIH). También está en estudio para el tratamiento de algunos tipos de cáncer.

En junio de este año, investigadores del Reino Unido reportaron que esta combinación de medicamentos no ayudaron a los pacientes hospitalizados para el tratamiento contra el covid-19.

“No hubo una diferencia significativa en el criterio de valoración principal de la mortalidad a los 28 días”, escribió el equipo en el sitio web del estudio conocido como Recovery.

Aproximadamente el 22% de los pacientes que recibieron los dos medicamentos murieron, en comparación con el 21% de los que no los recibieron.

“Hoy, el Comité Directivo del ensayo concluyó que no existe un efecto beneficioso de lopinavir-ritonavir en pacientes hospitalizados con covid-19 y aleatorización cerrada a ese grupo de tratamiento”, dijeron.

“Tampoco hubo evidencia de efectos beneficiosos sobre el riesgo de progresión a la ventilación mecánica o la duración de la estancia hospitalaria”, añadió el equipo.

Interferón

El interferón beta-1a es utilizado para tratar la esclerosis múltiple que ha sido aprobado para su uso mediante inyección en varios otros ensayos.

Este medicamento está dentro de los medicamentos llamados «inmunomoduladores». Se usa para reducir los episodios de síntomas de la esclerosis múltiple.

Los resultados del estudio de la OMS sobre estos cuatro no se han publicado en una revista médica revisada por pares. Pero la agencia los envió a un servidor de preimpresión.

El coronavirus puede sobrevivir hasta 28 días en superficies lisas como billetes o pantallas de celulares con temperaturas bajas y en la oscuridad, reveló hoy un estudio de la Agencia Nacional de Ciencias de Australia.

Investigadores del centro para la prevención de enfermedades Csiro comprobaron la longevidad del Sars-CoV-2 en la oscuridad en tres tipos de temperaturas y demostraron que los índices de supervivencia disminuyen cuando las temperaturas son más altas, anunció la agencia australiana que consignó la agencia AFP.

Los científicos comprobaron que a una temperatura de 20ºC, el virus es «sumamente resistente» en superficies lisas como las pantallas de teléfonos celulares y llega a sobrevivir hasta 28 días en vidrio, acero o billetes plastificados.

En tanto, a 30º la supervivencia cae a 7 días y a 24 horas en temperaturas de más de 40º.

El virus sobrevivió «hasta 14 días con temperaturas bajas y menos de 16 horas con las altas» en superficies porosas como el algodón, según los investigadores.

Trevor Drew, director del Centro de Prevención de Enfermedades de Australia, dijo que el estudio se realizó con muestras del virus en diferentes materiales antes de someterlos a un método «ultrasensible» que encontró trazas de virus vivo capaz de infectar células cultivadas.

«Esto no significa que la cantidad de virus podría infectar a alguien», dijo en la televisión pública ABC.

La importancia de la prevención

El investigador advirtió que si una personas no es «cuidadosa con estos materiales y los toca y después se lleva las manos a la boca o tocas los ojos o la nariz, podría infectarse hasta dos semanas después de que (esos objetos) se contaminaron».

«Para desarrollar estrategias de mitigación de riesgos en zonas de mucho contacto es fundamental determinar el papel preciso de la transmisión por superficies, el grado del contacto de la superficie y la cantidad de virus que se necesita para infectarse y establecer cuánto tiempo (el virus) permanece viable», aseguró Debbie Eagles de Csiro.

Drew destacó que el principal mensaje de la investigación es que «la gente es mucho más infecciosa que las superficies».

«No obstante, quizá ayude a explicar por qué cuando incluso no hay gente infectada, a veces hay nuevos brotes, incluso en países que se consideran libres del virus», indicó.

Un estudio realizado por expertos en enfermedades infecciosas del Centro Médico de la Universidad de Rochester encontró evidencia de que los pacientes recuperados del padecimiento causado por el virus SARS-CoV-2 podrían adquirir inmunidad por muchos años e “incluso para toda la vida”.

Los resultados fueron publicados en la revista mBio, en donde también se refirió que los resfriados comunes pueden proporcionar cierto tipo de protección contra el virus.

El análisis arrojó que el virus causante de la enfermedad por coronavirus estimula las células B, las cuales son un tipo de organismos inmunes de larga duración que detectan patógenos y crean anticuerpos para combatir la enfermedad y los recuerda para el futuro.

Por ello, las personas que se enfermaron de COVID-19 tendrán en sus células B un aliado para evitar que la infección se propague.

Cabe señalar que las células de la memoria pueden vivir durante décadas, por lo que sería posible que las personas que superaron el coronavirus puedan estar protegidos por muchos años, aunque aseguran que aun falta profundizar más en los estudios para aseverarlo completamente.

“Cuando observamos muestras de sangre de personas que se estaban recuperando del covid-19, parecía que muchos tenían un conjunto preexistente de células B de memoria que podían reconocer el SARS-CoV-2 y producir rápidamente anticuerpos para atacarlo”, dijo Mark Sangster, investigador principal del estudio.

Por otra parte, la investigación también aportó información sobre la reactividad cruzada de las células B de la memoria, lo que significa que aquellas que alguna vez atacaron a los virus que causan el resfriado común parecían reconocer también el SARS-CoV-2.

Con base en estos hallazgos, los autores del estudio creen que esto podría significar que cualquier persona que haya sido infectada por un coronavirus común puede tener algún grado de inmunidad preexistente al COVID-19.

Para realizar la investigación se compararon 26 muestras de sangre de personas que se estaban recuperando de coronavirus leve a moderado y 21 donantes sanos cuyas pruebas se recolectaron hace seis y 10 años, mucho antes de que pudieran haber sido expuestos al SARS-CoV-2.

A partir de estas muestras, los autores del estudio midieron los niveles de células B y anticuerpos que se dirigen a partes específicas de la proteína Spike, que existe en todos los coronavirus y es crucial para ayudar a que los virus infecten las células.

Según lo encontrado, la proteína Spike actúa de forma diferente en cada coronavirus, pero la subunidad S2, uno de sus componentes, se mantiene prácticamente igual en todos los virus; por lo cual las células de la memoria no pueden diferenciar entre las subunidades Spike S2 de los diferentes coronavirus y atacan indiscriminadamente.

La investigación encontró que esto aplica para los beta-coronavirus, una subclase que incluye dos virus que causan el resfriado, así como el SARS, MERS y SARS-CoV-2.

No obstante, el estudio no muestra el nivel de protección proporcionado por las células B de memoria de reacción cruzada y cómo afecta los resultados de los pacientes.

Un primer estudio realizado en la Argentina en relación al uso de plasma de convalecientes sostuvo que “no produjo un beneficio clínico significativo” en pacientes con neumonía grave por coronavirus. La investigación fue coordinada por el Hospital Italiano de Buenos Aires, incluyó a 12 centros de salud y se hizo en 334 pacientes con un promedio de edad de 62 años.

Los resultados del estudio PlasmAr -como se lo denominó- señalaron que “entre los pacientes hospitalizados con neumonía por COVID-19 con criterios de gravedad, el uso de plasma de convalecientes no produjo un beneficio clínico significativo a los 7, 14 o 30 días de seguimiento en comparación con el uso de placebo”, según el documento difundido por el Hospital Italiano.

El centro de salud subrayó que PlasmAr “marca un hito en las estrategias terapéuticas para COVID-19, dado que si bien se conocían datos de seguridad respecto del uso de plasma de convalecientes en esta enfermedad, no se disponía hasta este momento de datos fehacientes respecto de su eficacia”.

También formaron parte del ensayo el Hospital Italiano San Justo (Buenos Aires), en la Clínica Zabala (CABA), el Sanatorio Agote (CABA), Hospital Británico (Rosario), Clínica Santa Isabel (CABA), Hospital Universitario Austral (PBA), Hospital Zonal Ramón Carrillo (Bariloche), Hospital Ramos Mejía (CABA), Hospital Privado de la Comunidad (Mar del Plata), Sanatorio de la Trinidad (CABA) y el Hospital Privado (Córdoba).

Los donantes de plasma fueron invitados a participar a través de redes sociales. Para ser elegidos debían cumplir con la normativa general de donantes de sangre de la Dirección Nacional de Sangre y Hemoderivados y, a su vez, presentar una cantidad de anticuerpos que se ajustara a las normativas nacionales e internacionales. De los 334 participantes hubo una mayoría de varones: 68,2%.

Una práctica que fue ganando terreno

Desde el Gobierno nacional, a través del Ministerio de Salud, se incentiva a que las personas que se recuperaron de coronavirus donen su plasma luego de 14 días de recibir el alta y siempre y cuando acrediten un test negativo. El procedimiento se hizo habitual durante el transcurso de la pandemia y son recurrentes los testimonios que hablan de sus supuestos beneficios.

Los anticuerpos producidos por los infectados de COVID-19 son eje de investigaciones en todo el mundo por estas semanas. El martes se conoció un estudio internacional que determinó que más del 10% de los enfermos graves de COVID-19 producen un tipo de anticuerpos que, en lugar de protegerlos del virus, empeora la infección al boicotear su sistema inmune.

De acuerdo a un informe publicado por El País de España, la investigación sirve para explicar por qué algunas personas pasan el coronavirus sin enterarse o con síntomas muy leves mientras otras desarrollan una enfermedad grave o mortal.

Un grupo de fisiólogos de EE.UU. ha determinado cómo y hasta qué punto afectan los tatuajes a la sudoración, un elemento clave para mantener la temperatura del cuerpo humano.

Para su investigación, los científicos diseñaron un traje especial con tubos de agua para calentar el cuerpo y estimular la secreción de sudor, que fue dotado de varios dispositivos para medir la temperatura del organismo y la intensidad de la sudoración. En el experimento participaron diez personas –5 hombres y 5 mujeres– que tenían tatuados al menos 5,6 centímetros cuadrados de piel en el hombro o el brazo.

Una de las hipótesis que pusieron a prueba los expertos fue comprobar si el tatuaje ralentizaba la reacción del respectivo segmento del cuerpo ante el calentamiento, pero esta no pudo ser confirmada. Así, la piel respondía al exceso de calor igual de rápido en las zonas cubiertas con algún tatuaje que en aquellas que estaban libres de pigmento.

En opinión de los investigadores, este es un indicio de que los receptores térmicos y los nervios quedan intactos durante el proceso de tatuaje.

Al mismo tiempo, los científicos concluyeron que la piel tatuada producía menos sudor que los tramos adyacentes, y el sudor emanado de las regiones con pigmento era más salado. Según el artículo del equipo, publicado en Journal of Applied Physiology, eso se debe a la aplicación de la tinta con agujas que dañan las glándulas sudoríparas, las cuales se cuentan por cientos en cada centímetro cuadrado de la piel.

El porcentaje de diferencia (en torno al 15 %) no fue tan grande en este experimento como en investigaciones anteriores mencionadas por los autores del nuevo estudio. No obstante, los científicos estimaron que la alteración de la sudoración es un hecho probado y «podría considerarse un posible efecto secundario clínico a largo plazo de los tatuajes».

Cuanto más extensos sean los tatuajes, más se atenúa el efecto termorregulador de la sudoración. Por este motivo, advierten los investigadores, las personas propensas a adornar gran parte de su cuerpo con tatuajes deberían tener en cuenta este peligro.

Otro reciente estudio determinó que las nanopartículas metálicas de las agujas para tatuar y el propio pigmento que se utiliza se trasladan a los ganglios linfáticos y pueden provocar alergias. La acumulación de pigmentos como hollín y óxidos metálicos en el sistema linfático implica también el riesgo de otra clase de inflamaciones.

Un nuevo estudio que analizó el brote de coronavirus en Brasil encontró un vínculo entre la propagación del virus y los brotes de dengue, que sugiere que la exposición a la enfermedad transmitida por mosquitos puede proporcionar cierto nivel de inmunidad contra el Covid-19.

El estudio aún no publicado dirigido por Miguel Nicolelis, profesor de la Universidad de Duke, compartido con Reuters, comparó la distribución geográfica de los casos de coronavirus con la propagación del dengue en 2019 y 2020.

Nicolelis encontró que los lugares con tasas más bajas de infección por coronavirus y un crecimiento de casos más lento eran zonas que habían sufrido brotes intensos de dengue este año o el pasado.

Este sorprendente hallazgo plantea la intrigante posibilidad de una reactividad cruzada inmunológica entre los serotipos de flavivirus del dengue y el SARS-CoV-2, añadió al estudio, refiriéndose a los anticuerpos contra el virus del dengue y el nuevo coronavirus.

Si se demuestra que es correcta, esta hipótesis podría significar que la infección por dengue o la inmunización con una vacuna eficaz y segura contra el dengue podría producir algún nivel de protección inmunológica.

Nicolelis dijo que los resultados son particularmente interesantes, porque estudios previos han demostrado que las personas con anticuerpos contra el dengue en la sangre pueden dar un resultado falso positivo para anticuerpos Covid-19, incluso si nunca han sido infectadas por el coronavirus.

Esto indica que hay una interacción inmunológica entre dos virus que nadie podría haber esperado, porque los dos virus son de familias completamente diferentes, recalcó Nicolelis, y agregó que se necesitan más estudios para probar la conexión.