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La científica argentina Lucía Chemes, investigadora de Conicet y de la Universidad de San Martín (UNSAM), lideró un estudio internacional en el que identificaron mecanismos de ingreso del nuevo coronavirus a las células, conocimiento clave para poder probar drogas ya existentes o desarrollar nuevos fármacos como tratamiento.

Lucía Chemes lideró un estudio internacional en el que identificaron mecanismos de ingreso del nuevo coronavirus a las células, conocimiento clave para poder probar drogas ya existentes o desarrollar nuevos fármacos como tratamiento.

La investigación -también liderada por el biólogo computacional Toby Gibson del Laboratorio Europeo de Biología Molecular (EMBL), en Heidelberg, Alemania- fue recientemente tapa de «Science Signaling», la revista científica de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS, por sus siglas en inglés).

Chemes estudió Ciencias Biológicas en la Universidad de Buenos Aires y realizó una maestría en la Universidad Rockefeller en Nueva York (Estados Unidos); actualmente es investigadora independiente de Conicet y directora del Laboratorio de Estructura, Función y Plasticidad de Proteínas del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (IIB) de la UNSAM.

De la investigación también participó una becaria doctoral del Conicet en la Fundación Instituto Leloir (FIL), Elizabeth Martínez Pérez, quien se encontraba trabajando en el EMBL, Alemania.

¿En qué consiste el hallazgo que realizaron?

Lucía Chemes: Todo virus para entrar a las células primero tiene que reconocer a una molécula que se llama receptor. En el caso del SARS-CoV-2 el receptor celular que conocemos se llama ACE2, aunque en el trabajo planteamos que es probable que haya otros receptores que todavía no conocemos, como sucede con otros virus que utilizan más de un receptor, esta hipótesis surge porque no hay tanta presencia de ACE2 en los pulmones, que es donde el nuevo coronavirus hace más daño.

Una vez que el virus se adhiere al receptor, que es el primer paso, tiene que entrar a la célula y para eso hace un proceso, que técnicamente se llama endocitosis: la membrana celular se curva hacia adentro y se forma una vesícula que contiene al virus, y así la célula «internaliza» al virus y lo ingresa; para que ocurra ese proceso hay muchos mecanismos moleculares que se tienen que desencadenar.

Lo que descubrimos en el trabajo fueron algunos elementos presentes en el receptor celular (ACE2), y en otras moléculas que postulamos que podían ser co-receptores, que nos dan indicios de cómo puede ser el proceso de señalización de entrada del virus. Esos elementos señalizadores se llaman técnicamente «motivos lineales».

Las células usan este tipo de señalización para muchos procesos incluyendo la endocitosis, que normalmente permite el reciclado de material desde y hacia la superficie celular. Lo que hace el virus es utilizar este mecanismo para ingresar a la célula, entonces nuestro descubrimiento fue identificar esos «motivos lineales» que sirven de señalización para que se produzca el ingreso.

 ¿Cómo realizaron este hallazgo?

L.C: Lo que hicimos fue inspeccionar las secuencias proteicas (de aminoácidos) de las proteínas receptoras del virus como ACE2 que se obtienen «traduciendo» las secuencias genéticas. Como nuestro grupo ya venía trabajando con los «motivos lineales» y somos capaces de reconocerlos en una secuencia, lo que hicimos fue buscarlos en las secuencias de las ACE2 y otros receptores.

Además de identificar esas señales en las secuencias del receptor, y gracias a una colaboración con científicos de la Universidad de Upsala (Suecia), pudimos comprobar que esos «motivos lineales» que habíamos identificado eran capaces de unirse a las proteínas que postulamos para desencadenar el proceso de ingreso del virus a la célula.

 ¿Qué utilidad tiene este conocimiento?

L.C: Para combatir un patógeno o una enfermedad lo primero que se necesita es comprenderla, entender los mecanismos, porque sino es muy difícil elaborar terapias.

Por ejemplo, al identificar esos mecanismos nosotros descubrimos que hay un tipo de enzimas, las «tirosina quinasas», que participan en el proceso activando esos «motivos lineales» que mencionábamos antes, que son como los «señalizadores» para que el virus ingrese.

En la actualidad ya hay drogas que inhiben esas enzimas que se podrían probar como terapia, que actualmente se utilizan contra el cáncer. Pueden funcionar o no, pero al comprender el proceso se pueden sumar más drogas candidatas como terapias posibles.

 ¿Medir esa enzima podría dar un indicador sobre si un paciente se va a agravar o no?

L.C: Lo más probable es que no, porque se trata de una enzima muy común que participa en muchos otros procesos a nivel molecular, pero habría que probar.

 ¿Qué se podría hacer con esta información de aquí en más?

L.C: Una prueba posible sería ver si los fármacos que postulamos son capaces de inhibir el ingreso celular en modelos experimentales; otra sería eliminar esas señales del receptor y ver si al suceder esto el virus no puede entrar. Es decir, hay muchas pruebas a nivel celular que se pueden hacer a partir de esta información que permitirán conocer en mayor profundidad el proceso de entrada del virus a la célula, y pueden llevar a utilizar fármacos que existen o a desarrollar otros nuevos para combatir la infección viral, de hecho algunos de estos fármacos están siendo testeados en ensayos clínicos para Covid-19.

El cambio climático futuro provocará un desplazamiento regional desigual del cinturón de lluvia tropical una estrecha franja de fuertes precipitaciones cerca del ecuador lo que amenazara a la biodiversidad y la seguridad alimentaria de miles de millones de personas.

Resultará en futuros aumentos del estrés por sequía provocará un mayor estrés por sequía en América central.

«Nuestro trabajo muestra que el cambio climático ahora que la posición del cinturón de lluvia tropical de la tierra se mueve en direcciones opuestas de dos sectores longitudinales que cubren casi dos tercios del planeta un proceso que tendrá efectos en cascada sobre la disponibilidad del agua y la producción de alimentos en todo el mundo», explica en un comunicado el autor principal Antonio Mamalaskis , doctor en ingeniería civil y ambiental en la escuela de ingeniería Henry Samueli de la UCI ( Universidad de California Irvine) y becario postdoctoral en el departamento de ciencias atmosféricas de la universidad estatal de colorado.

Mamalaskis advierte de que el cambio radical detectado en su trabajo se disfrazó en estudios de modelos anteriores que proporcionaron un promedio global de la influencia del cambio climático en el cinturón de la lluvia tropical . Solo que se producirán en las próximas décadas.

El coautor James Robertson de la catedra Ralph J & Carol M. Cicerone de UCI en cantidades en Asia y en Océano Atlántico Norte.

En Asia las reducciones proyectadas en las emisiones de aerosoles, el derretimiento de los glaciares en el Himalaya y la pérdida de la capa de nieve en las áreas del Norte provocada por el cambio climático, harán que la atmósfera se caliente más rápido que otras regiones adelanta sabemos que el cinturón de lluvia se desplaza hacia este calentamiento y qué es un movimiento hacia el norte en el hemisferio Oriental es consistente con estos impactos esperados del cambio climático.

Añade qué es probable que el debilitamiento de la corriente del golfo la formación de aguas profundas en el Atlántico Norte tengan el efecto contrario provocando un desplazamiento hacia el sur en el cinturón de lluvia tropical en todo el hemisferio occidental.

la complejidad del sistema de la tierra es abrumadora con dependencias y ciclos de retroalimentación en muchos procesos y escala advierte el autor correspondiente profesor distinguido ingeniería civil y ambiental de la UCI cátedra de ingeniería Henry Samueli.

«Este estudio combina el enfoque ingeniería del pensamiento del sistema con el análisis de datos y la ciencia del clima para revelar manifestaciones sutiles y previamente no reconocidas del calentamiento global en la dinámica y los extremos de precipitación regional «, resalta.

Notimerica

Acostumbradas a compartirlo todo desde hace 35 años, desde el amor por la música jazz hasta el lápiz labial, las gemelas Kimberly y Kelly Standard daban por hecho que si se enfermaban de Covid-19, la experiencia de ambas sería tan idéntica como sus ADN.

Pero el virus tenía otros planes.

En abril pasado, las hermanas Standard fueron internadas con fiebre y falta de aire en el hospital de su localidad, en Rochester, Michigan. Sin embargo, Kelly fue dada de alta en menos de una semana, y su hermana terminó en terapia intensiva.

Kimberly pasó casi todo un mes en condición crítica, respirando a través de un tubo, con intermitentes estados de shock. Varias semanas después, Kelly ya estaba de regreso en la casa de ambas, pero Kimberly seguía en rehabilitación, reaprendiendo a hablar, a caminar, a masticar y a tragar comida sólida a la que casi no le sentía el gusto.

Casi un año después, a las hermanas Standard las atormenta una misma pregunta, y no pueden dejar de pensar en el camino drásticamente divergente que tomó la enfermedad en cada una de ellas.

«Quiero saber por qué a mi hermana el Covid le pegó tanto peor que a mí», dice Kelly.

Es la misma pregunta que desde la aparición del nuevo coronavirus impulsa varios proyectos científicos en todo el mundo. De los 94 millones de casos documentados desde el inicio del brote, no hay dos que sean totalmente iguales, ni siquiera entre personas que comparten el mismo código genético.

Sin embargo, los hermanos gemelos les ofrecen a los científicos la oportunidad única de desentrañar y deslindar el aporte de la naturaleza y de la crianza para la evolución de las enfermedades. Recurriendo a los registros de gemelos en Estados Unidos, Australia, Europa y otros lugares, los investigadores están confirmando que la genética puede afectar el tipo de síntomas que experimentan los pacientes con Covid-19. Esos estudios también subrayan la importancia del medio ambiente y de la pura casualidad: incluso entre gemelos, los sistemas inmunológicos pueden ser muy diferentes, y hasta seguir diferenciándose a lo largo de la vida.

Evolución

Mishita Goel, una de las médicas que trató a las gemelas Standard a principios del año pasado, dice haberse sorprendido de que el virus registrara una evolución médica tan distinta en cada hermana. «Nos quedamos asombrados», dice Goel, que a mediados de 2020 publicó un estudio del caso.

Ambas hermanas tenían sobrepeso y un historial de problemas metabólicos. En todo caso, señala Goel, la que tenía un riesgo levemente mayor de terminar en terapia intensiva era Kelly, ya que sufría de asma y su cuadro de diabetes era más grave que el de su hermana. Sin embargo, la que se llevó la peor parte fue Kimberly.

Al menos algunos de los factores que influyen en la gravedad de un caso de Covid están escritos en el genoma. Estudios recientes sugieren que las personas con sangre tipo O, por ejemplo, podrían tener un riesgo ligeramente menor de enfermarse gravemente (aunque los expertos alertan que no deben sobredimensionarse ese tipo de hallazgos). Otros estudios se han centrado en los genes que afectan la forma en que las células hacen sonar la alarma ante la presencia del virus o aumentan sus defensas para protegerse de los invasores.

También hay otras pequeñas distinciones genéticas que pueden facilitar el ingreso del coronavirus a las células. De hecho, algunas incluso pueden desencadenar una respuesta inmune excesiva, que ataque tanto los tejidos sanos como los enfermos, una característica común entre los casos más graves de Covid-19.

De hecho, la influencia genética en las personas con coronavirus que experimentan síntomas como fiebre, fatiga y delirio, puede ser medida dice Tim Spector, epidemiólogo y director del registro TwinsUK (mellizos del Reino Unido), con sede en el Hospital St. Thomas, Londres. El año pasado, Spector y sus colegas desarrollaron una aplicación de seguimiento de síntomas para registrar cómo las personas lidian con la enfermedad. En un estudio aún no publicado en revistas científicas, su equipo informó que los factores genéticos podrían explicar hasta el 50% de las diferencias de los síntomas de Covid-19 según los pacientes. Y están investigando especialmente un gen que codifica una molécula llamada ACE2, a la que se acopla el coronavirus antes de ingresar a las células.

«Sería un error pensar que vamos a encontrar una respuesta descifrando simplemente los genes», indica Spector. «Pero al menos en algunos aspectos, los cuerpos de gemelos están genéticamente programados para responder de manera similar.»

En espejo
Las gemelas Krista Burkett y Kasey Miller, de 28 años, son de Toledo, Ohio, y se enfermaron poco después del Día de Acción de Gracias. En ellas, la evolución del Covid se dio con una semana de desfasaje: primero cayó enferma Miller, pero los síntomas se fueron repitiendo «exactamente iguales en ambas, día a día», con una semana de diferencia.

Para ambas el Covid empezó con una febrícula intermitente de 37,5°C, seguida de días de dolor de espalda y una extraña sensación de zumbido. Al octavo día, la enfermedad escaló con un torturante dolor de cabeza. Y luego, como un reloj y siempre con una semana de diferencia, los síntomas en ambas desaparecieron.

El virus por partida doble no fue una sorpresa para las gemelas. «Ella la pasó bien, porque pudo ir viendo exactamente lo que le iba a pasar», dice Miller sobre su hermana.

Pero el caso de Burkett y Miller no es la norma. Muchas de las comorbilidades que pueden aumentar el riesgo de desarrollar un Covid grave (exceso de peso, enfermedades cardíacas, diabetes, tabaquismo) dependen mucho del entorno y el comportamiento, y no solo de la genética. El historial inmunológico de lucha de cada persona contra otros coronavirus, como el de la gripe común, también podría tener efecto en sus chances de desarrollar un caso grave de Covid.

Algunos investigadores también plantean que la cantidad de coronavirus que ingresa en la persona puede tener impacto en la gravedad de la enfermedad, una tendencia que ya ha sido documentada en otras infectocontagiosas.

«Es muy distinta una infección que puede ser aplastada de entrada por el sistema inmunitario, o tener que batallar porque todas las células del cuerpo se infectan al mismo tiempo», dice Juliet Morrison, viróloga de la Universidad de California en Riverside.

Fuente; La Nación

Un reciente estudio realizado en Wuhan, China, donde se originó la pandemia de coronavirus, buscó describir las consecuencias de los síntomas  a largo plazo de los pacientes recuperados tras haber pasado por un hospital y sus factores de riesgo de asociados. Concluyó que 7 de cada 10 pacientes conserva al menos un síntoma durante seis meses.

Los autores del trabajo publicado en la revista The Lancet señalaron que si bien se describieron “las características epidemiológicas y clínicas, la patogenia y las complicaciones de los pacientes en fase aguda, las consecuencias a largo plazo de la enfermedad siguen siendo poco claras”, debido a que esta patología es nueva y aún se empiezan a comprender los efectos tardíos en los pacientes.

Para determinar estas manifestaciones se realizó esta investigación -la más grande de su tipo hasta ahora- y mostró que el 76% de los pacientes (1265 de 1655) reportaron al menos un síntoma durante el seguimiento. A la vez, se mostró que las manifestaciones persistentes fueron más frecuentes en mujeres.

Los síntomas más frecuentes tras el alta fueron fatiga o debilidad muscular en 1038 de 1655 pacientes (63%) y dificultades para dormir en 437 de 1655 (26%). Además, el 23% (367 de 1617) de los participantes informaron ansiedad o depresión durante el seguimiento, que fue más usual también en personas del sexo femenino.

En total, para el estudio se inscribieron 1733 de 2469 pacientes dados de alta, después de excluir a 736. El seguimiento de todos ellos se realizó del 16 de junio al 3 de septiembre de 2020, y la mediana del tiempo de seguimiento después de la aparición de los síntomas fue de 186 días.

Los científicos encontraron que los pacientes que estuvieron más graves en su internación tenían capacidades de difusión pulmonar más gravemente deterioradas y manifestaciones anormales de imágenes de tórax.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de los EEUU indican que “si bien la mayoría de las personas con Covid-19 se recuperan y vuelven a su salud normal, algunos pacientes pueden tener síntomas que pueden durar semanas o incluso meses después tras recuperación de una enfermedad aguda, Incluso las personas que no están hospitalizadas y que tienen una enfermedad leve pueden experimentar síntomas persistentes o síntomas tardíos”.

Fuente: RED43

 

 

El trabajo de investigación de especialistas de la Universidad Nacional de La Plata y de la Universidad Nacional de Santiago del Estero sobre la presencia de coronavirus en los perros y gatos que convivían con pacientes que contrajeron la enfermedad fue declarado de interés por el Concejo Deliberante de La Plata.

“Este reconocimiento supuso una alegría enorme para todo el equipo”, explicó Nadia Fuentealba, investigadora del Conicet e integrante del equipo de investigación de la la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional de La Plata que desde julio último investiga el rol de las mascotas en la infección con SARS-CoV-2, afirma Telam.

En la última sesión del año, el Concejo Deliberante de La Plata aprobó un proyecto elaborado por la edil Ana Castagneto y declaró de interés la investigación de la presencia de la coronavirus en mascotas de infectados.

“Se reconoció el aporte que implica para la salud animal, estamos en verdad muy contentos”, remarcó Fuentealba.

La investigadora contó que quienes hayan padecido recientemente la enfermedad y tengan perros o gatos pueden contactarse al mail covidenmascotas@gmail.com y un equipo concurrirá a domicilio a realizar un hisopado orofaríngeo y rectal al animal.

El descenso de casos en La Plata registrado semanas atrás también supuso una baja en la cantidad de animales a testear, pero Nadia estimó que “con el aumento de casos, volveremos a tener mucho trabajo”.

El proyecto es financiado por Agencia de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación.

Fuentealba recomendó que en caso de que una persona esté contagiada y tenga mascotas, “es preferible evitar ocuparse de su cuidado” o, en caso de tener que hacerlo, “extremar las medidas de higiene antes y después de tocar al animal y usar barbijo”.

Fuente: El Comodorense

Un estudio científico reveló la presencia de más de 1800 millones de árboles en el Sáhara Occidental y el Sahel, dos de las zonas desérticas más extensas del mundo. El descubrimiento superó ampliamente las expectativas de los investigadores, que esperaban encontrar una baja presencia de este tipo de plantas en la región a raíz de la escasez de lluvias y de las abruptas variaciones de temperatura.

Para el desarrollo de la investigación, que fue publicada recientemente por la revista Nature, se uso un sistema de teledetección de alta resolución que permitió recopilar más de 11.000 imágenes satelitales de las áreas ubicadas al norte de África. Luego, la información fue analizada a partir de un método de reconocimiento de patrones que utiliza inteligencia artificial, según informó el Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS) en Francia, que formó parte del procedimiento.

Gracias al estudio, que se centró en plantas con un tamaño de copa superior a tres metros cuadrados, se determinó que más de 1800 millones de “árboles solitarios” cubren un área de 1,3 millones de kilómetros cuadrados, el equivalente a 2,5 veces la superficie de Francia.

La región analizada, que atraviesa Argelia, Mauritania, Senegal y Mali, incluye partes del Sahara occidental y también del Sahel, una zona semiárida tropical que marca la transición entre el desierto y la sabana sudanesa.

En relación con el inesperado descubrimiento, los científicos señalaron que el tamaño de las copas y la densidad de los árboles dependen en gran medida del régimen climático y el uso de la tierra. También concluyeron que este tipo de vegetación ofrece una contribución importante en materia de recursos locales, biodiversidad y almacenamiento de carbono, además de desempeñar un papel crucial en los ecosistemas y agrosistemas tropicales secos.

Pero no todas son buenas noticias. De acuerdo con la investigación, que también incluyó a expertos de la NASA y del Centro de Monitoreo Ecológico de Dakar, en Senegal, la masiva presencia de árboles en el desierto africano no compensa el daño ambiental producto de la deforestación.

El director del estudio, Martin Brandt, de la Universidad de Copenhague, explicó: “Los árboles de las zonas áridas siempre han estado ahí. Conocer su número y ubicación es importante, pero no es equivalente a que crezcan nuevos árboles”.

Asimismo, recordó que el rol de los árboles en el desierto en la absorción de dióxido de carbono de la atmósfera es inferior al de aquellos que crecen en selvas y bosques, aunque destacó su importancia a la hora de fertilizar el suelo y brindar refugio y alimento a personas y animales.

Finalmente, Brandt destacó que el estudio dejó sentadas las bases para realizar un inventario de todos los árboles no forestales del planeta, lo que permitirá evaluar su distribución y el rol que juegan tanto a nivel global como local.

Fuente: TN

El Hospital Rural «John Daniel Evans» de la localidad de Trevelin, reportó esta tarde un nuevo caso de covid.

De esta manera, son once los casos activos totales, mientras que otros once casos sospechosos se encuentran en estudio.

El detalle muestra un total de 54 personas aisladas como contacto estrecho y 39 viajeros que se encuentran en seguimiento por estar en Aislamiento Social Obligatorio.

El año 2020 fue distinto a todo lo conocido. El mundo se sumergió en una pandemia inédita como no se tenía registro en los últimos 100 años, por nombrar la ocurrida en 1918 con la gripe española, aunque muchos expertos coinciden en que la actual excedió todos los parámetros de aquella.

A pesar de la dificultades, restricciones, problemas de salud, trabas a la educación y pérdidas económicas que nos trajo el nuevo coronavirus que produce la enfermedad COVID-19, los argentinos podemos decir que somos felices. O por lo menos una parte representativa encuestada por el Observatorio de Psicología Social Aplicada de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) que afirma que el 69 % de las personas mayores de 18 años que habitan los grandes conglomerados de Argentina se sienten conformes con ellos mismos, el 62 dijo sentirse feliz y el 55 se mostró satisfecho con su propia vida.

La “Encuesta sobre felicidad, creencias, fantasías e imaginarios existenciales y personales”, fue llevada adelante por el OPSA, organismo dirigido por el doctor en Psicología Gustavo E. González, que tiene por finalidad central relevar información, en distintos sectores de la sociedad argentina (personas e instituciones), sobre un amplio abanico de temáticas y problemáticas psico-sociales de relevancia, aportando conocimiento y comprensión sobre las mismas y posibilitando la elaboración de diagnósticos y estrategias de abordaje. La misma se realizó a través de redes sociales, según parámetros de geolocalización, a 3262 personas mayores de 18 años, localizadas en los grandes conglomerados del país. La misma se dividió en 5 módulos titulados: Satisfacción y felicidad, Creencias en Dios y lo trascendente, Significado de la Vida, Universos emocionales y Dimensión personal.

En el sondeo online realizado, uno de los datos que más se destaca es que el 62,3% de los encuestados reportaron sentirse feliz con su vida presente contra tan sólo el 10% que manifestó infelicidad. Respecto a la autopercepción de satisfacción general con la propia vida, tal como ha sido vivida hasta el presente resultó ser ostensiblemente mayor (el 55,7%) que la insatisfacción (22%) y mostró que a más edad, los reportes de satisfacción son mejores (66% en mayores de 50 años) e, inversamente, entre los más jóvenes se expresa mayor insatisfacción (casi 30%).

“En esta primera encuesta abarcamos el tema de felicidad, de lo humano, de las creencias, de los fines que perseguimos en la vida, de la muerte, y de los universos positivos y negativos que nos habitan, entre otras muchas cosas”, explicó a Infobae el licenciado en Psicología, Federico González, coordinador del estudio. Preguntado por el tema de la pandemia con todas las cosas negativas que trajo y su relación con los altos niveles de felicidad demostrados en la encuesta, González afirmó que la misma se llevó adelante abarcando un marco más general y no tan restrictivo sobre cómo nos afectó el COVID-19.

“Cuando preguntás a una persona por su nivel de felicidad lo hacemos en un marco más general. Es indudable que la pandemia nos atravesó a todos, pero la encuesta fue más allá de la aparición del virus y trató de indagar sobre la felicidad de la persona en general, de su vida”, explicó el experto, que aclaró que se trata de la primera encuesta realizada por el OSPA y que posiblemente habrá más en sucesivos años para analizar las respuestas en el tiempo. Inclusive, se piensa en realizarla en países limítrofes para contextualizar el estado de la población en la región.

“Hay vastos sectores que la pasaron muy mal o un poco mal. Sí hubo mucho padecimiento, pero en general no me parece que la gente esté angustiada. Me parece que el valor de la encuesta radica en el valor de la vida de las personas que son más vastos que la economía o la pandemia. Me parece que esta encuesta va en esa línea”, resaltó González. De la misma se desprende que el 48% de las personas volvería a vivir la vida que vivió y la adultez representa el momento de mayor felicidad, seguida por la infancia.

Fuente: Infobae

Las tendencias en los contagios y las muertes por coronavirus por edad han sido claras desde principios de la pandemia: los adultos mayores representan un gran porcentaje de los casos y los fallecidos debido a que pertenecen a un grupo de factor de riesgo.

De hecho, una investigación realizada en agosto y publicada en Nature, determinó que por cada 1.000 personas infectadas con el coronavirus que tienen menos de 50 años, casi ninguna morirá. Para las personas de cincuenta y sesenta años, morirán alrededor de cinco, más hombres que mujeres. Luego, el riesgo aumenta abruptamente a medida que se acumulan los años. Por cada 1.000 personas de setenta o más años que están infectadas, morirán alrededor de 116. Estas son las duras estadísticas obtenidas por algunos de los primeros estudios detallados sobre el riesgo de mortalidad por COVID-19.

De acuerdo a la primera investigación la explicación del COVID-19 y los adultos mayores era que el sistema inmunológico podría explicar el riesgo mucho mayor de que las personas mayores mueran a causa del virus. A medida que el cuerpo envejece, desarrolla niveles bajos de inflamación, y el COVID-19 podría estar empujando al ya sobrecargado sistema inmunológico al límite.

En este contexto, una nueva investigación realizada por investigadores de la Universidad McGill de Canadá reveló que las proteínas implicadas en el inicio de la infección por COVID-19 puede impactar en las personas de tercera edad y a las personas con otras enfermedades de forma más vulnerable tras descubrir que una mayor oxidación celular producto del envejecimiento sumado a la enfermedad puede ser la razón por la que los ancianos y las personas con enfermedades crónicas se infectan más seguido y de forma más grave.

En este sentido, para lograr esto, los investigadores empezaron a investigar por qué algunos animales se infectan y otros no ya que podría ser la clave para investigar nuevos tratamientos y terapias. El estudio publicado en la revista científica Computational and Structural Biotechnology Journal, demostró las secuencias de proteínas disponibles del virus y los receptores de la célula huésped a través de diferentes especies para averiguar el por qué y cómo actuaba este virus en el organismo

De este modo, una vez dentro de una célula anfitriona, el virus secuestra la maquinaria metabólica de esa célula para replicarse y propagarse. Los picos de proteína del virus se adhieren a un receptor de proteína en la superficie de la célula anfitriona llamado ACE2, fusionando las membranas alrededor de la célula y el virus. Este proceso permite que el virus ingrese a la célula y coopte su maquinaria de creación de proteínas para hacer nuevas copias de sí mismo. Las copias pasan entonces a infectar otras células sanas en efecto “domino”.

Al analizar las proteínas y sus bloques de construcción de aminoácidos, los investigadores descubrieron que los animales susceptibles al virus tienen algunas cosas en común. Tanto los animales como los humanos, los gatos y los perros tienen dos aminoácidos de cisteína que forman un enlace especial. Y éste se mantiene unido gracias a la oxidación de la célula. Es un proceso que predomina en personas mayores. Este enlace crea un ancla para el virus.

Según los investigadores, evitar que se forme el ancla podría ser la clave para desbloquear nuevos tratamientos para el nuevo coronavirus incluso en personas mayores. Una estrategia, sugiere que podría interrumpir el ambiente oxidante que mantiene los enlaces.

En cuanto a los próximos pasos, los investigadores dicen que la tecnología CRISPR podría utilizarse para editar secuencias de proteínas y probar su teoría. Los investigadores también están investigando otras proteínas cercanas al receptor ACE2 que podrían facilitar la entrada del virus para ver si se comportan de la misma manera.

Fuente: Infobae

 

Las personas infectadas con coronavirus tienen pocas posibilidades de volver a contraer la enfermedad en al menos seis meses, según un estudio publicado este viernes por la Universidad de Oxford.

Esta investigación a gran escala sobre la inmunidad frente a un eventual nuevo contagio de Covid-19 fue realizada en colaboración con los Hospitales Universitarios de Oxford, aunque aún no fue revisada de forma independiente.

Sus resultados confirman lo que observan muchos profesionales de la salud con respecto a que más de 57 millones de personas en todo el mundo se infectaron con el virus SARS Cov-2, pero los casos de reinfección siguen siendo relativamente pocos.

Son «muy buenas noticias», afirmó el profesor David Eyre, uno de los autores de la investigación, quien aseguró que se puede «estar seguros de que, al menos a corto plazo, la mayoría de las personas que contraen Covid-19 no lo volverán a contraer».

Más de 57 millones de personas en todo el mundo se infectaron con el virus SARS Cov-2, pero los casos de reinfección siguen siendo relativamente pocos.
El estudio se basó en tests de coronavirus realizados regularmente a 12.180 trabajadores sanitarios de los hospitales universitarios de Oxford durante un período de 30 semanas, según informó AFP.

Ninguno de los 1.246 empleados con anticuerpos desarrolló una infección sintomática y solo tres, sin síntomas, dieron positivo al virus por segunda vez.

“Sabemos por un estudio anterior que los niveles de anticuerpos caen con el tiempo, pero este último estudio muestra que hay algo de inmunidad en aquellos que han sido infectados», aclaró.

Estos resultados contradicen, sin embargo, los de otro estudio británico publicado en octubre pasado por el Imperial College London y el instituto Ipsos Mori, según el cual la inmunidad adquirida por las personas recuperadas de coronavirus disminuye «con bastante rapidez», en particular en los pacientes asintomáticos, y podía durar sólo unos pocos meses.

Los investigadores de Oxford precisaron no haber reunido aún suficientes datos para emitir un juicio respecto a lo que puede ocurrir pasados los seis meses de haberse contagiado con coronavirus.

Sin embargo, su estudio tiene como objetivo final verificar cuánto tiempo dura en total la inmunidad.

Más contagiosos, una semana después

Al mismo tiempo, otra investigación realizada en la Universidad de St Andrews, mostró que las personas con coronavirus tienen más probabilidades de ser altamente infecciosas en la primera semana después de que aparecen los síntomas.

Según el trabajo, por lo general dentro de los cinco días posteriores a la aparición de los primeros síntomas de coronavirus, las personas tienen un mayor riesgo de transmitir el virus, lo que destaca la importancia de identificar y aislar los casos de forma temprana.

El estudio, publicado en la revista The Lancet Microbe, fue realizado por investigadores de la Universidad de St Andrews; el Western General Hospital, Edimburgo; Hospital Universitario, Wishaw; la Universidad de Edimburgo; Hospital Cotugno, Nápoles; y la Universidad de Glasgow, y se centró principalmente en personas hospitalizadas infectadas con coronavirus.

Muge Cevik de la Facultad de Medicina de la Universidad de St Andrews, autor principal de la investigación, dijo que «esta es la primera revisión sistemática y de metaanálisis que ha examinado y comparado exhaustivamente la carga viral y la diseminación de los tres coronavirus humanos».

Cevik también advirtió sobre la importancia de aumentar la conciencia pública acerca de la variedad de síntomas relacionados con la enfermedad, incluidos los leves que pueden ocurrir antes o en el curso de la infección, y los que son más fuertes como tos o fiebre, para permitir un tratamiento inmediato de autoaislamiento.