Tag

Pobreza

Browsing

La Asociación de los Trabajadores de la Educación de Chubut Atech pidió por sueldos jubilatorios que superen la línea de pobreza. Mediante un comunicado, el gremio docente planteó: «Lo que aportamos como docentes en actividad, queremos que sea percibido proporcionalmente por maestros» del sector pasivo.

Más allá de que se computaron algunas cláusulas que oxigenaron los haberes del sector, «seguiremos luchando por salarios» que aseguren previsibilidad frente a los preocupantes índices de precios al consumidor.

Desde la Asociación de Trabajadores de la Educación del Chubut reclamaron que los sueldos de los jubilados «no alcanzan» y que los salarios «siguen por debajo de la línea de pobreza». La mejora en las jubilaciones, contando el aumento en el básico docente, «será de algo más de un 20%», calcularon. De igual manera, continuarán con «la lucha de unidad» para lograr recomponer los sueldos para los docentes jubilados.

Con un fuerte comunicado, la Atech volvió a manifestarse por la situación salarial de los docentes activos y pasivos de la provincia, aduciendo que siguen por debajo de la línea de pobreza y una canasta básica alimentaria que hoy está en aproximadamente de 265 mil pesos.

No obstante, remarcaron que «con las jubilaciones correspondientes a septiembre se incluirá en los haberes de jubilados el porcentaje correspondiente al blanqueo de recursos materiales logrado con la lucha».

«Lo que aportamos como docentes en actividad» queremos que «sea percibido proporcionalmente por docentes jubilados», sostiene la conducción gremial.

«Seguiremos insistiendo en la necesidad de la unidad en la lucha por salarios y las jubilaciones, y reclamar por la deuda histórica» para con el sector.

La infantilización de la pobreza es un fenómeno social creciente en la Argentina. En el primer semestre del año, el 56,2% de los chicos menores de 14 años no pudieron cubrir sus necesidades básicas. El número está muy por encima del dato general que subió a 40,1%.

En rigor, la cifra superó el 50,9% que mostraban las estadísticas oficiales un año atrás y el 54,2% del segundo semestre de 2022. En el caso de la indigencia, los números también son alarmantes: en el primer semestre alcanzó al 13,6% de los menores argentinos.

Por su parte, la proporción de chicos y chicas que no tienen cubierta la canasta alimentaria alcanzó en la primera parte del año el 13,6%. Esto representa un incremento de casi un punto porcentual respecto al mismo período de 2022 que llegó al 12,7%. A fines del 2022 el porcentaje fue del 12%.

El nivel de pobreza que corresponde a la franja etaria de los adolescentes de entre 12 y 17 años es por demás preocupante: en el primer trimestre del 2023 el índice trepó al 59%, mientras que la indigencia alcanzó el 16%.

“La situación actual muestra razones de preocupación. Más de la mitad de las niñas y niños del país se encuentran en situación de pobreza. Un 13% viven en situación de pobreza extrema: en sus hogares los ingresos no alcanzan siquiera para acceder a los alimentos básicos para sobrevivir”, indica el último informe de pobreza infantil de UNICEF.

“Cuando tomamos en cuenta otras dimensiones más allá de los ingresos, se observa que 7 de cada 10 niñas y niños son pobres (sea por ingresos o sea por estar privados en el ejercicio de al menos un derecho) y 3 de cada 10 son pobres en ambas dimensiones a la vez. Este es el núcleo más preocupante de la pobreza”, indica el documento.

En línea con el dato global de pobreza, los grupos de 15 a 29 años y de 30 a 64 años representan el 46,8% y el 35,4%, respectivamente, lo que muestra una aceleración de 3,5 y 3,4 puntos porcentuales respecto del período enero-junio 2022.

Las mayores incidencias de la pobreza en personas se observaron en las regiones Noreste (NEA) con el 42,0% y Gran Buenos Aires con el 41,4%. Las menores, por su parte, se registraron en las regiones Patagonia con el 33,2%; y Pampeana con el 36,8%.

La escena es de mediados de 1987, el Plan Austral comenzaba a hacer agua y el riesgo ante una inflación que se podía disparar y descontrolar estaba latente, es más, muchos lo anticipaban si no se tomaban medidas drásticas. En ese momento se dio este diálogo: “Saúl, ¿usted no se da cuenta de que si en este contexto aumentamos los salarios nominales se va a espiralizar la inflación y van a caer los salarios reales?”, dijo el entonces ministro de Economía, Juan Sourrouille, al Secretario General de la CGT, Saúl Ubaldini, quien sin dudar le contestó: “Ministro, ¿y usted no se da cuenta de que si yo consigo un aumento del salario nominal es una victoria mía y si después se acelera la inflación es una derrota suya?”. El diálogo, recordado en alguna entrevista por el economista e historiador Pablo Gerchunoff, pone de relieve cómo los egoísmos y las pretensiones políticas suelen ser causales tan importantes como las malas decisiones en la gestión para desatar las distintas crisis. Equivocado Ubaldini, en el afán de sostener su poder frente a los trabajadores, no advirtió sobre el escenario catastrófico que se iba a desencadenar cuando la inflación se desmadró y culminó en la hiperinflación de 1989, donde no hubo ganadores, al contrario, perdimos todos.

Bueno es recordar ese encuentro entre dos representantes del poder de antaño y realizar una analogía con el presente, donde, a diferencia de 1987, quien ocupa el lugar de no pensar en el mal mayor, o en un futuro inmediato donde todos podemos ser perdedores con tal de salvar la ropa, es el ministro de Economía, Sergio Massa, también candidato a la presidencia del oficialismo, dispuesto a quemar las naves con su “plan platita” y a rifar 3 billones de pesos en baja de impuestos, bonos, subsidios, transferencias discrecionales aumentando casi un 60% del déficit fiscal en lo que va del año, algo que inevitablemente se traducirá en inflación. De hecho ya estamos transitando la espiral inflacionaria más alta desde antes del lanzamiento de la convertibilidad en 1991. Además, el dólar comenzó a dispararse nuevamente acercándose a los $800 y todo esto repercutirá en los precios de los productos de consumo masivo, sobre todo los alimentos, que estarán por encima de ese 12% de inflación anual que pronostican para septiembre las principales consultoras.

La irresponsabilidad política de Massa de lanzarse a un todo o nada sin realizar antes un equilibrio fiscal y monetario debería ser compartida por los gobernadores peronistas, que hacen silencio cómplice a pesar de que sus cuentas se verán afectadas en más de 1400 millones de pesos. ¿Hubiesen permitido quedarse callados ante un recorte similar de parte de un gobierno no peronista? Seguramente no, pero nadie se asombra, es como si en 2023 en la Argentina el partido de pertenencia y el poder sigue siendo más importante que el bien común. De una forma u otra, los argentinos seguimos siendo rehenes de quienes privilegian el poder al bienestar colectivo. Por su parte, como es costumbre, los sindicatos peronistas siguen la premisa marcada por Saúl Ubaldini 36 años atrás: se celebran las medidas, se ponen el traje de buenos representantes ante su tropa aunque, por experiencia, saben que significan “pan para hoy, hambre para mañana”. Hasta se dan el lujo de homenajear al responsable con un acto de campaña. No pueden no darse cuenta que con una inflación anual por encima del 130% es imposible sostener el poder adquisitivo del salario de los trabajadores, y que ninguna norma que tenga que ver con la vida cotidiana de los argentinos puede funcionar con este nivel de inflación. Basta con ver lo que sucede con la Ley de alquileres, los legisladores van desde la derogación hasta sus distintas modificaciones, pero todos saben que ninguna ley puede funcionar con una depreciación de la moneda por encima del 130 o 140% anual, allí también pierden inquilinos y propietarios. Nadie gana.

Todas estas medidas tienen una meta: que el PJ llegue con chances de ballotage al 22 de octubre en representación del peor gobierno de la democracia moderna. Y aquí estamos hablando de medidas públicas de orden nacional, pero vale advertir que cada gobernador tuvo su “plan platita” en sus respectivos turnos electorales, con una destacada novedad: en varias provincias no les funcionó. Eso se vio en San Juan, Chaco, Santa Fe, Chubut, San Luis y Santa Cruz donde, esta vez, poner toda la carne en el asador antes de las elecciones no les alcanzó para retener el poder. El clientelismo, como método extorsivo de construcción de adhesiones, comenzó a fracasar, a fallar, y fue derrotado por la misma inflación que hizo notar que así como no se puede tapar el sol con un dedo, no se puede tapar la caída de ingresos con un bono. Este dato no debería pasar desapercibido, porque puede ser un adelanto de un escenario electoral bastante probable, donde el peronismo quede tercero en las elecciones generales, en un año donde ya resignó el poder en seis provincias y tiene grandes chances de hacerlo también en Entre Ríos y no tiene resuelta aun la provincia de Buenos Aires, lo que sería una catástrofe electoral histórica que buscará encontrar su mariscal de la derrota, un título que Cristina cedería gustosa a Alberto Fernández y Sergio Massa y estos dos a ella, con el fin de dejar un mensaje hacia adentro del PJ: el kirchnerismo llegó a su fin. ¿Dónde se define esto? En territorio bonaerense, una victoria o una derrota del oficialismo determinará si hay fin de ciclo o si al kirchnerismo le queda una vida más.

Nada bueno puede suceder luego de este derroche y emisión de dinero público, todos sabemos que luego de las elecciones se viene lo peor, o un ajuste profundo y doloroso o un intento de dolarización que ni el propio candidato Milei puede explicar, pero que por sí solo ajustará sin contemplación. Toda receta futura es dura, porque estamos en los umbrales de una nueva hiperinflación, que solo traerá más pobreza y malestar social donde la peor noticia es que ingresaremos a una nueva crisis con más del 40% de los argentinos pobres, donde ni los programas sociales ni el escaso trabajo registrado alcanzan para salir de ella.

Las medidas de Massa hicieron también que los planes de sus adversarios tengan que ser revisados una y otra vez, porque el país que heredarán en diciembre no será el mismo que imaginaban meses atrás cuando lanzaron sus candidaturas, donde la realidad, obviamente, ya estaba demasiado lejos de ser un vergel de virtudes.

El “plan platita” de Massa funciona al revés que el compromiso de Santa Rita, porque primero te da, pero después, con creces te lo quita. Y esto es algo que sabemos todos, que nadie se haga el distraído.

Fuente: La Nación

En la urbe petrolera hay casi 70.000 personas en situación de pobreza, mientras que en el valle alcanza los 64.000 habitantes.

Entre ellas, algo más de 7.000 son indigentes en la ciudad petrolera que cuenta con la ley de hidrocarburos a su favor y ni aún así pudieron bajar los índices alarmante.

La nueva medición del INDEC respecto de los datos de pobreza e indigencia para la primera mitad del año pueden quedar rápidamente desactualizados, a partir del modo en que evolucionó la inflación especialmente en agosto, tras la devaluación del 22%.

Sin embargo, la foto es útil para reflejar el termómetro social del país y de la región, donde hay fuertes contrastes entre las ciudades que el organismo oficial toma para realizar la medición. También es llamativo el dato de la población total que toma el INDEC para Comodoro-Rada Tilly, donde registra 249.365 habitantes para este último informe, lo que resulta inconsistente con los datos divulgados para el Censo 2022, con sólo 219.235 habitantes entre ambas ciudades.

Si se compara contra un año atrás, sin embargo, Comodoro tuvo un empeoramiento, ya que en el primer semestre de 2022 el indicador era del 25,6%, equivalente a casi 63.000 personas. En esta nueva medición, la cifra se elevó hasta un total de 69.860, distribuidas en 81.820 hogares de Comodoro y Rada Tilly.

El índice de pobreza alcanzó al término del primer semestre del año al 40,1% de la población, frente al 39,2% del segundo semestre de 2022, informó este miércoles el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). En tanto, el índice de indigencia, que incluye a la cantidad de personas con ingresos que no les alcanza para comprar la cantidad mínima de comida necesaria para la subsistencia, se ubicó en 9,3%, contra el 8,1% del segundo semestre del año pasado.

Con una población estimada en 46 millones de personas, estas cifras implican que 18,4 millones de personas se encuentran por debajo de la línea de la pobreza, y que de este último total 4,2 millones son indigentes.

Entre ambas mediciones, el nivel de actividad económica registró una caída del 1,8%, mientras que el índice de costo de vida-inflación acumuló una suba 115,6% en los doce últimos meses, según datos del propio Indec.

Al cierre del primer semestre del año, el porcentaje de hogares ubicados por debajo de la línea de pobreza (LP) fue del 29,6%, donde residen el 40,1% de las personas comprendidas dentro de esta situación. Dentro de este conjunto se distingue un 6,8% de hogares por debajo de la línea de indigencia (LI), que incluyen al 9,3% de las personas.

Por zonas, entre enero y junio pasado se observó un aumento de la pobreza en tres regiones y una reducción en otras tres, siempre en la medición con el último semestre de 2022. Sin embargo, la indigencia aumentó en todas las regiones del país, advirtió el Indec.

En efecto, en el Gran Buenos Aires (GBA) -que abarca a la Ciudad de Buenos Aires y a los partidos del Conurbano bonaerense, el índice de pobreza alcanzó al 41,4% de las personas, contra el 39,5% del segundo semestre del año pasado. De manera puntual, en el Conurbano bonaerense en situación de pobreza se encuentra el 47% de las personas, mientras que en el distrito porteño fue del 17,3%.

En Cuyo la cantidad de personas comprendidas en la línea de pobreza se ubicó en 40,7% frente a 39,6% anterior; y la región Pampeana fue del 36,8%, contra el 36,3% del segundo semestre de 2022.

En tanto, en las provincias del Noreste el índice de pobreza bajo al 42% frente al 43,6% del segundo semestre del año pasado; en el noroeste fue del 41% contra el 43,1% anterior; y en la Patagonia fue del 33,2% frente al 34,7% de julio-diciembre de 2022.

En cuanto a la Indigencia esta alcanzó al 10,4% de la población en el GBA, antes 8,7%; en Cuyo 6,7% frente a 5,3%; en el Noreste 10,6% contra 10,3%; en el Noroeste 7,8% contra 7,4%; en la región Pampeana 8,2% antes 7,4; y en la Patagonia 5,5% frente a 5,3% .

El Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) dará a conocer esta tarde la incidencia de la pobreza y de la indigencia durante el primer semestre de 2023, y también difundirá el Índice de Salarios correspondiente a julio último.

En tanto, el índice de indigencia, entendida esta como la porción de pobres cuyos ingresos no alcanzan para comprar la cantidad mínima de alimentos para subsistir, se ubicó en 8,1% entre julio y diciembre del año pasado, frente al 8,8 % de igual período del 2021.

Por su parte, el Índice de Salarios se incrementó en junio último 6,1% mensual y 108,7% interanual.

El indicador acumuló así una suba del 47,2% respecto de diciembre previo.

El crecimiento mensual se debió a subas de 5,7% en el sector privado registrado, 6% en el sector público y 7,5% en el sector privado no registrado.

Con el 6,2% la desocupación es la más baja desde 2016. Pero el 2023 cerrará con la mayor pobreza de los últimos 20 años.

Aunque la economía argentina se acerca a niveles técnicos de pleno empleo, con la menor tasa de desocupación de los últimos siete años, la pobreza no deja de escalar y a fin de año estaría superando el pico de 42% que tocó durante la pandemia.

El próximo miércoles el INDEC dará a conocer el registro de pobreza del primer semestre de este año. Según datos previos ese registro rondará el 40,1%, cinco puntos porcentuales más que en el primer semestre de 2022.

Ese porcentaje equivale a 18,5 millones de pobres, pero cuando se difunda será un dato viejo que no llegará a reflejar el impacto de la inflación del 12,4% de agosto. Según los cálculos del economista Fernando Marull el salto del índice de precios al consumidor del mes pasado, el más fuerte en 31 años, hundió en la pobreza a otras 500.000 personas.

En paralelo, el desempleo bajó a 6,2% en el segundo trimestre (último dato oficial), el menor índice en siete años. A la vez, la radiografía social deja en evidencia que tener trabajo ya no alcanza para escabullirse de la pobreza.

«El mínimo del desempleo no es buena noticia con 40% de pobreza. Que se dé un desempleo en mínimos con tanta pobreza refleja claramente el impacto de la inflación en los salarios y la creación de empleo de baja calidad (informales e independientes de baja calificación, changas)», señala Milagros Gismondi, de la consultora Empiria.

«El empleo en récords es, lamentablemente, una señal de la crisis y no una virtud del modelo actual: más trabajadores salen a un mercado laboral que en muchos casos es de subsistencia», remarca Gismondi.

Para Leopoldo Tornarolli, economista del CEDLAS-UNLP, la economía en niveles cercanos al pleno empleo ayuda a evitar que la pobreza se dispare a niveles incluso más altos.

«La pobreza no está subiendo más de lo que sube en un contexto de inflación elevadísima debido a que el mercado laboral ayuda a contener esa suba con empleos que aunque sean de poca calidad complementan los ingresos de los hogares. Sin esta dinámica del mercado laboral la pobreza, debido a la inflación, hubiera subido muchísimo más que lo que subió«, destaca.

Por su parte Juan Luis Bour, economista de FIEL, agrega que «el empleo crece pero poco en una economía que ya no tracciona».

«El desempleo cae porque hay menos gente saliendo a buscar trabajo. Y no salen a buscar porque las políticas publicas aplican compensaciones diversas como los subsidios y porque creen que no van a poder conseguir un empleo», dice.

Para Bour la inflación no es la única explicación para el salto de la pobreza con bajo desempleo. Señala que una de las razones adicionales es que «la productividad promedio viene cayendo en los últimos 10 ó 15 años. Cuando pasa eso tarde o temprano los ingresos se ajustan a esa productividad baja y los ingresos caen».

De este modo, «lo que tenemos ahora es un equilibrio de bajo desempleo, con empleos de poca calidad, ingresos reales bajos y con una inflación muy alta que permite constantemente ajustar los costos laborales«.

«Lo que tenemos son fotos viejas. La foto de pobreza va a empeorar de la mano de la aceleración inflacionaria, a la que los ingresos y salarios corren de atrás. También se da un fenómeno de jubilados que son pobres», menciona Martín Kalos, de la consultora Épica

El golpe no es igual para todos. Kalos marca que el desempleo es particularmente fuerte en la juventud, en las mujeres y en el Gran Buenos Aires. Donde esas tres variables se cruza «es donde tiene más incidencia tanto el desempleo como la pobreza«.

Cómo siguen la pobreza y el desempleo
Tornarolli calcula que la pobreza del primer semestre estará en 40,3%. «Es una estimación conservadora. El efecto en pobreza de devaluación y nueva aceleración de inflación recién lo conoceremos en diciembre y lo más probable es que haya una nueva suba significativa».

«Mi impresión es que la tasa de pobreza del segundo semestre completo es muy probable que se encuentre por encima del valor máximo durante la pandemia que fue del 42%«, resalta Tornarolli.

En cuanto al desempleo, para Kalos «no hay muchas razones para pensar que vaya a aumentar significativamente en los próximos meses. Básicamente porque la actividad se sostiene en muchas ramas ya que la caída de la economía que estamos viendo estuvo muy marcada por la sequía».

Para Kalos lo que puede pasar hacia adelante es que «se profundice el fenómeno de que más gente salga a buscar trabajo y eso sume al número de desempleados».

Lo dice un Estudio del Observatorio Social de la UCA.

Tener un empleo formal dejó de ser garantía de un sueldo digno.

“Tener un trabajo no es garantía frente a la pobreza y eso muestra los límites del mercado laboral en la actualidad como espacio de integración socioeconómica”.

Esta conclusión incluye a los trabajadores formales o registrados, según el Estudio del Observatorio de la Deuda Social de la UCA. («Trabajadores pobres, características de sus hogares y acceso a sistemas de Asignaciones Familiares»).

Los autores son Santiago Poy y Eugenia Dichiera.

El Informe señala que los trabajadores ocupados pobres que son Jefe de Hogares aumentaron del 16,2% en 2017 al 29,5% en 2019 para alcanzar el 30,1% en 2022.

En la actualidad el 19,9% de los asalariados formales viven en hogares pobres, mientras entre los informales la tasa casi se duplica (38,4%).

El Informe aclara que “aun cuando un ocupado tenga ingresos por encima de la línea de pobreza individual, la composición de su hogar (en especial, la presencia de menores de edad) y el número de otros ocupados (la llamada “intensidad laboral” del hogar) son determinantes de la situación de pobreza”.

Y agrega: “La presencia de niños, niñas y adolescentes (NNYA) en el hogar aumenta significativamente las chances de que un/a trabajador/a viva en condiciones de pobreza“.

El Estudio también señala que “las personas con empleos en el sector informal, con trabajos precarios y con jornadas parciales tienen más chances que el resto de vivir en hogares pobres. Por ejemplo, las personas asalariadas y no asalariadas ocupadas en el sector informal en el periodo 2017-2022 tenían el doble de chances de ser pobres que las personas con empleos asalariados en el sector formal público o privado”.

Otro dato destacado del Informe es que “entre los años 2010 y 2022, se observan leves variaciones en el porcentaje de trabajadores (incluyendo tanto asalariados como cuentapropistas, patrones o empleadores) a los cuales no se les realizaron o no realizaron aportes al Sistema de Seguridad Social: pasó del 47,7% a 49,8% del total de los ocupados.

«La persistencia de la falta de aportes a la seguridad social es otro de los indicadores de los problemas estructurales que debe afrontar el escenario laboral argentino”.

El ascenso de la pobreza entre los trabajadores ocupados tuvo lugar tanto en los momentos recesivos como en los de mayor actividad económica.( pauperización con crecimiento).

En esta realidad de empobrecimiento generalizado de los trabajadores coinciden varios factores:

  • La inflación ascendente, la pérdida de poder adquisitivo que se inició en 2018 y ya lleva cinco años ininterrumpidos sin revertirse.
  • El abaratamiento de la mano de obra ya sea por precarización, empleo informal o por convenios acordados por debajo de la inflación, entre otras razones, como condiciones de trabajo.
  • El encarecimiento de los alimentos, que golpea sobre todo a los sectores de menores ingresos.

Luego de la pandemia, este incremento de la pobreza se produjo con más actividad, con más personas ocupadas (bajó la desocupación) y en todas las modalidades laborales, aunque en proporción, subió más entre los asalariados registrados, con descuento jubilatorio, donde uno de cada 5 trabajadores registrados tiene ingresos por debajo de la línea de pobreza.

Son poco más de medio millón de trabajadores registrados que viven en hogares pobres en relación a un año atrás.

Según la consultora LCG los salarios reales son un 24,9% inferiores que en noviembre 2017 (último pico).

“Mientras que los trabajadores registrados muestran una caída del poder adquisitivo del 20,8% respecto a este último período mencionado, los trabajadores informales resultan los más afectados con una pérdida que casi se duplica, llegando al 41%”.

El Estudio de la UCA concluye que “los hogares con niños tienen mayores demandas de consumo que los demás, y suelen presentar mayores dificultades para incorporar a sus miembros al mercado de trabajo, sobre todo si éstas son mujeres. Esto genera simultáneamente más requerimientos de consumo y menos capacidad de movilizar fuerza de trabajo en el hogar”.

Ademas, «la comparación entre las tasas de pobreza laboral teniendo en cuenta la presencia de niños sugiere que los sistemas actuales de transferencias – como AUH o Asignaciones Familiares AFH-  no logran responder a los riesgos socioeconómicos de muchas necesidades de familias con niños/as».

Es que si bien «por sus características en la distribución del ingreso, la AUH tiene un papel más relevante que las AFH», pero «también los límites, de este tipo de instrumentos para la reducción de la pobreza laboral en un contexto de pérdida de poder adquisitivo de los ingresos laborales».

El plenario provincial de delegados de ATECh exigirá una recomposición salarial debido al aumento de la inflación, la sobrecarga laboral y el empeoramiento de las condiciones laborales.

Un sueldo básico de 200 mil pesos. Esa será la premisa del plenario provincial de delegados de la Asociación de Trabajadores de la Educación de Chubut (ATECh), que se llevará a cabo el 10 de mayo en Rawson.

El Patagónico publicó que en el LXXI Congreso del gremio docente también se acordó debatir sobre un aumento de las asignaciones familiares; devolución de los días descontados por el ejercicio constitucional del derecho al paro; y aumento del presupuesto educativo para construcción, mantenimiento, equipamiento y ampliación de edificios escolares.

Asimismo, se dialogará sobre las inmediatas implementaciones del transporte educativo y cumplimiento de la ley N° 660 de escuelas dignas y seguras; cumplimiento del diseño curricular en primaria con la creación de cargos (Educación Artística, Inglés y Tecnología); creación de los cargos de asistente de sala en nivel inicial y de preceptor/a en primaria; no al cierre de cargo de huerta y que la quinta hora sea de cumplimiento opcional para los docentes, entre otros puntos.

«La inflación sin freno del gobierno nacional, el sueldo cada vez más insuficiente, la sobrecarga laboral en aumento, las condiciones de trabajo peores, mayor arbitrariedad y maltrato», sostuvieron desde ATECh y consideraron: «solo con unidad en las acciones frenaremos el ajuste romperemos el techo salarial»

«Chubut no está fundida. Arcioni nos hace pagar una deuda fraudulenta para que no paguen las grandes empresas que protege. Por eso, su saña contra docentes, para someternos en silencio», cuestionaron.

«Se hace más que necesaria la fuerza colectiva en las medidas y en las protestas. La fuerza de la mayoría en lucha es fundamental para vencer los descuentos, los aprietes y la criminalización de la protesta. Que tu voz esté presente en la decisión, en la organización y en la calle», afirmaron.

El último registro oficial alcanzó al 39,2 de la población. Y cortó un descenso anotado desde el final de la pandemia y la cuarentena. Pero además, se produjo a pesar de los programas sociales. En 2023 se agudizaría.

Las cifras oficiales sobre la extensión de la pobreza sacudieron esta semana por el nuevo escalón alcanzado -más de 18 millones de personas, con especial impacto en chicos y jóvenes- y agregaron un elemento aún más alarmante sobre la gravedad del cuadro social: se quebró la secuencia de leve baja incluso frente a indicadores económicos algo positivos y presupuestos en programas sociales en general sostenidos.

Es otro síntoma de la profundidad de la crisis y la consolidación de la pobreza estructural. Traducido en términos de gestión de gobierno, es la peor derrota política y el punto más visible de quiebre discursivo, publicó Infobae.

El INDEC informó que la pobreza trepó al 39,2% en le segundo semestre del año pasado. Es decir, se trata de un registro conocido ahora pero que retrata un proceso anotado en simultáneo con índices de cierta mejora económica -parcial y despareja- y con un presupuesto social -transferencia de ingresos- cercano a los 2 puntos del PBI, según destacan expertos en la materia. La mirada se corre entonces al deterioro de los ingresos en general, junto a la precarización laboral, y al problema de fondo que se traslada de gestión en gestión.

Sólo por tomar las experiencias más cercanas: fue el dato que se impuso Mauricio Macri para que evaluaran su administración y terminó en rojo, y ahora resulta un golpe duro al discurso del actual oficialismo, en medio del reparto interno de culpas y de los señalamientos limitados a condicionamientos externos o inesperados. Eso último es compartido por Alberto Fernández y el círculo más cercano a Cristina Fernández de Kirchner, que le añade cargas a cuenta exclusiva de Olivos.

El último período medido por el INDEC -la segunda mitad del año pasado- descoloca esa línea defensiva. Lo dicho: coincide con números muy difundidos por la comunicación oficial sobre recuperación parcial de la economía en los mismos seis meses y no con una caída fuerte, como sí ocurrió en el 2020, época de pandemia y de larga cuarentena. Esa constatación provoca mayores debates y crujidos.

El foco también se corre hacia adelante. El arranque del 2023 proyecta una agudización del problema. Los índices de inflación de enero y febrero, y lo que se calcula para marzo, redondean un primer trimestre que colocaría el nivel de pobreza bastante por encima de los 40 puntos, según proyecciones medidas. Lo que seguiría de ahí en más entra en terreno de especulaciones diferentes, más imprecisas, pero nadie supone un decrecimiento.

Los niveles de inflación que reflejan los informes mensuales de IPC ya venían mercando la significativa trepada en el rubro de alimentos y bebidas. Y sobre todo, vienen alertando las cifras de las canastas Básica Total y Básica de Alimentos, que marcan las líneas de pobreza y de indigencia. En los dos casos, el incremento interanual supera los 100 puntos porcentuales.

El nivel más alto de pobreza en lo que va de la actual gestión fue del 42%, en el momento más duro del 2020 por el impacto económico y social de la pandemia/cuarentena. Los dos semestres del 2021 y el primero del 2022 habían trazado una línea a la baja: 40,5, seguido por 37,3 y un 36,5. El salto al 39,2 representa entonces un quiebre, pero no púnicamente en esa sucesión cronológica.

Vale primero señalar un trazo grueso de contexto. Existe en general un tema de ritmo o velocidades. La pobreza crece rápidamente en períodos de fuertes crisis, pero no decrece del mismo modo en las etapas de mejora económica: lo hace lentamente. Son notables los picos del 2001 y la etapa de recuperación posterior, hasta el 2006 aproximadamente, como antes había ocurrido con las híper de finales de los 80 y primeros 90. En esos procesos, con todo, el piso de pobreza fue quedando en escalones más altos. Las subas y bajas fueron marcando entonces un núcleo duro por encima de los 20 puntos. Es probable que ahora no descienda de los 30.

Las últimas estadísticas agregan por eso una nueva alarma. Ya no se trataría sólo de velocidades de caída y recuperación, sino de una agudización a pesar de mejores datos generales de la economía, incluido el empleo. La indigencia, entre tanto, se mantiene por encima de los 8 puntos.

La contención social se explica, de hecho, no sólo por los programas a cargo del Estado, sino además por una amplia red -redes, en rigor- que integran desde los movimientos sociales de distinto origen hasta las organizaciones barriales sin alineamiento político, además de la Iglesia Católica y las iglesias Evangélicas. Comedores y merenderos mantienen una actividad creciente, con mayor intensidad en los grandes centros urbanos.

Los números terminan de exponer esa realidad, extendida. Desvisten los discursos.