Foto: La Nueva Mañana |
El joven fue visto por varios vecinos en las afueras del complejo Forja mientras caminaba con dificultad y balbuceaba palabras sin sentido. A pesar de haber ido al evento en compañía de amigos, estaba solo.
Fue en ese momento que una mujer se acercó para asistirlo. Su estado era tan lamentable que no dudó en ayudarlo y comenzó a hablarle para que no perdiera el conocimiento. Mientras entablaba como podía una conversación, la vecina llamó una ambulancia porque sabía que Pablo necesitaba ser llevado inmediatamente a un hospital. Pero pese a sus buenas intenciones, el vehículo para el traslado tardó más de una hora en llegar y el destino del rosarino estaba casi escrito.
En diálogo con el diario Día a Día, la mujer relató el dramático momento que vivió junto al hombre de 35 años, quien llegó a decirle entre algunas cosas que consumió droga dentro de la fiesta y que adentro habían quedado sus amigos. «Era un hombre joven, alto. Primero caminaba y después empezó a tambalear. Vomitaba. Le pregunté si se sentía mal y me dijo que se sentía enfermo. Por momentos balbuceaba cosas sin sentido», comentó.
Vio que no estaba bien y decidió quedarse junto al joven mientras llegaba la ambulancia o por lo menos la policía. «Yo soy madre, soy abuela, tengo sangre en las venas. No puedo creer que un ser humano pase tanto tiempo en esas condiciones sin recibir ayuda», se lamentó la testigo, quien aseguró que la primera vez que llamó a la ambulancia del 107 le dijeron que no podían ir porque «únicamente atendían heridos de armas o por accidentes».
«Me dijo que era de Rosario, que adentro de la fiesta habían quedado sus amigos y que él salió porque se sentía mal. Por momentos me preguntaba adónde estaba, después me decía que no podía respirar», agregó. «Lo abracé y le pregunté dónde estaba su familia. Le dije ‘yo podría ser tu madre, contame qué te pasó, qué tomaste en esa fiesta’. Él me dijo que bien temprano tomó un poco de alcohol, que después tomó una pastilla de éxtasis y después le dio mucha sed y tomó agua. Se empezó a sentir mal y por eso salió. Lo mismo les dijo a los policías que llegaron a ayudarlo», prosiguió.
Pablo pedía agua todo el tiempo. Los vecinos que estaban ahí le llenaron tres veces un botellón de tres litros de agua. «Se tomó en minutos nueve litros de agua. Se le puso la panza dura como una pelota, se puso cada vez peor, yo sobaba la panza, lo mismo hacían los policías», relató la mujer. «De golpe empezó a vomitar y a hacerse pis y caca encima. Todo al mismo tiempo», reveló.
Otra mujer en el lugar se acercó y le tomó el pulso. El corazón no se sentía y Pablo se había puesto blanco. «Estaba helado. Empezó a balbucear ‘me muero, me siento mal, me voy a morir’. Ya no podía caminar, estaba en el suelo y nosotros llamando desesperados de nuevo a la ambulancia», sostuvo la testigo. «Llamé de nuevo a la ambulancia. Estaba indignada, me daba bronca que no les importara un ser humano. Al final accedieron y tardaron una hora. Cuando llegaron les dije que habían abandonado a una persona» comentó indignada.
Lo peor estaba por venir. Pablo comenzó a cerrar los ojos. Sabían que si lo hacía, el trágico destino era inevitable. «Lo abracé y le dije ‘no te duermas, papá, abrí los ojos. Pero no hubo caso», finalizó.
El médico toxicólogo Daniel Gómez confirmó ayer que el joven tiene muerte cerebral y que consumió éxtasis. «Esto hace esa droga: un edema cerebral, problemas cardíacos, respiratorios, y una falla multisistémica», describió. Su familia viajó desde Rosario y ya confirmó que se realizó la ablación de órganos.