La sentencia de primera instancia fue emitida por el Tribunal conformado por los jueces Martín Zacchino, Martín O’ Connor y Ricardo Rolón. Ahora, el Tribunal de alzada integrado por Carina Estefanía, Nelly García y Daniel Pintos, confirmó en todos sus términos la sentencia. El acusado, fue condenado a la pena de 16 años de prisión por haber cometido abuso sexual simple y abuso sexual con acceso carnal, en perjuicio de su hijastra menor de edad, hasta que esta quedó embarazada y dio a luz en 2016.
Las particularidades del delito y la vinculación familiar del imputado con la víctima, impiden que expongamos precisiones al respecto para evitar un daño mayor (victimización secundaria).
En el juicio de responsabilidad no hubo desacuerdo entre la Fiscalía y la Defensa. La contundencia de la prueba, llevaron a que solo entrara al debate el monto en el que debía fijarse la pena.
Mientras para la Fiscalía representada por Carlos Díaz Mayer, la pena justa es la de 27 años de prisión, para el defensor Marcos Ponce, esta debía ajustarse al mínimo legal, es decir 8.
Los hechos probados se extendieron por once años, dos tercios de la vida de la víctima y cesaron recién cuando la evidencia del embarazo, rompió el silencio impuesto por el acusado. La víctima llegó a pensar, inducida por el imputado, que eso que padecía ella, era “normal” entre todos los padres y sus hijas.
El acusado tiene 68 años, es alcohólico y asmático. Estas circunstancias fueron planteadas por la Defensa para sostener que una pena de 16 años de cárcel resulta inhumana. El argumento fue descartado en tal sentido por el Tribunal. Los magistrados se apoyaron en las conclusiones médico-forenses para considerar que se trata de problemas de salud crónicos que no impiden el encarcelamiento.
Más allá de los detalles más o menos aberrantes de las conductas probadas, esta situación comparte las características de muchos otros Abusos Sexuales Infantiles Intrafamiliares.
Cómo detectar un abuso
No siempre es simple detectar una situación de abuso sexual, pero sí las personas cercanas al niño pueden observar indicadores de alerta que comunicar inmediatamente a los especialistas para que estos evalúen la situación. Cambios bruscos de conducta; miedo a estar solo, a los varones o a un determinado miembro de la familia; rechazo a la madre o al padre de forma repentina; tendencia al secretismo; llanto frecuente inmotivado, tristeza; resistencia a desnudarse o bañarse; pérdida del control de esfínteres; son algunos de los indicadores que justifican una consulta.
Qué hacer
Romper el secreto en el ámbito adecuado. Al tomar conocimiento de una situación de abuso es importante resguardar la seguridad físico-psíquica de la víctima. El modo de hacerlo es aportando inmediatamente esa información a la justicia, para que se activen los protocolos de abordaje. El Servicio de Asistencia a la Víctima del Delito cuenta con profesionales especializados en la temática que acompañarán en el proceso al niño o niña y los adultos de referencia.
Estrategias de prevención
En algunos países se intentó establecer códigos de para personas adultas que tratan con niños y adolescentes, como forma de ayudar a esos niños a fortalecer su autoestima y saber identificar y actuar cuando se encuentren en una situación de peligro para su integridad. Las recomendaciones dadas indican: Tratar a los niños, niñas y adolescentes con cortesía y respeto. No involucrarse en comportamientos como insinuaciones sexuales de manera física, psicológica, escrita y/o verbal, no usar un lenguaje abusivo, incluyendo sarcasmos reiterados ni amenazas de violencia, ni difamación racial o étnica, ni actos que otras personas puedan, razonablemente, considerar intimidatorios, ni un lenguaje vulgar e irrespetuoso. O avergonzar al menor por algún resultado negativo. Es necesario notificar a las autoridades correspondientes cualquier sospecha de maltrato y colaborar para que se proteja a la niña o niño.