Tras su contundente victoria electoral en diciembre, Sebastián Piñera (Santiago de Chile, 1949) regresa hoy al Palacio de La Moneda para tomar el relevo de la progresista Michelle Bachelet en Chile. Un traspaso de poderes que será una reedición del que ya se celebró en 2010.
El mandatario conservador, que se une al club de líderes derechistas que han llegado al poder en los últimos años en Sudamérica, imprimirá un nuevo rumbo político al país con más incentivos a la inversión privada pero sin desmantelar del todo las reformas sociales promovidas por su antecesora.Rodeado de un equipo experimentado donde prevalece la impronta política frente a la tecnócrata de su primer gobierno, Piñera se ha propuesto para este segundo mandato relanzar una economía que en los últimos tiempos perdió su velocidad de crucero.
El magnate, cuyo talón de Aquiles ha sido siempre su falta de tacto a la hora de separar sus negocios de la política, intentará ganarse el favor de esas amplias capas de clase media que le dieron su confianza en diciembre (54% de los votos en la segunda vuelta frente al 43% del oficialista Alejandro Guillier). Para ello, entre sus prioridades figuran, además de la modernización del Estado y la preocupación por la seguridad ciudadana, la aprobación de políticas públicas diseñadas para «proteger» a la clase media, según avanzó hace unos días Gonzalo Blumel, próximo secretario general de Presidencia y encargado de las relaciones con un Congreso en el que ningún bloque político cuenta con mayoría.
En ese gabinete de centroderecha repetirán algunas de las caras más conocidas del primer Gobierno de Piñera, como el ministro del Interior, Andrés Chadwick, o el de Hacienda, Felipe Larraín. En el círculo íntimo del mandatario sobresale también la figura de Alfredo Moreno, su ex canciller y probable heredero político, quien estará a cargo de una cartera crucial, Desarrollo Social, con la que Piñera pretende impulsar su propia agenda de políticas sociales. Piñera, de 68 años, recibe un país muy distinto al que le tocó administrar en 2010.
En su segundo mandato, la socialdemócrata Bachelet (2014-2018) cortó amarras con los vestigios del ‘pinochetismo’ al aprobar la reforma de un sistema electoral caduco, heredado de la dictadura (1973-1990), y afrontó una de las principales demandas de su electorado: una reforma educativa que contempla la gratuidad en la enseñanza superior. Bachelet impulsó la despenalización del aborto terapéutico en tres supuestos y promovió la unión civil de parejas homosexuales. Y aprobó también una reforma tributaria que obliga a las grandes empresas a pagar más impuestos.
La mandataria saliente deja el poder con un 39% de aprobación de su Gobierno, según la consultora Adimark. Un apoyo que tuvo altibajos durante su mandato y que llegó a su mínima expresión tras el escándalo del tráfico de influencias en que se vieron involucrados el hijo y la nuera de la presidenta en el primer tramo de su mandato. El regreso de Piñera a la presidencia de Chile coincide con el cambio de rumbo político que ha experimentado Sudamérica recientemente.
Para arroparlo hoy en Valparaíso, donde tiene su sede el Congreso y se realizará la ceremonia del traspaso de poderes, estarán las dos cabezas visibles de ese nuevo eje conservador, el argentino Mauricio Macri y el brasileño Michel Temer. En esa ceremonia en la que también participará el rey Juan Carlos en representación de España, sólo habrá un mandatario izquierdista, el boliviano Evo Morales, cuyo distanciamiento con Piñera no sólo es ideológico.
El contencioso entre sus países por la demanda boliviana de una salida al mar (que se dirime en La Haya) será precisamente uno de los principales focos de atención en la política exterior de Chile, pilotada a partir de ahora por el escritor Roberto Ampuero. A la toma de posesión no asistirá el otro gran baluarte del bolivarianismo en la región, el venezolano Nicolás Maduro, a quien Piñera ya desautorizó al día siguiente de proclamarse presidente electo.