La aplicación para teléfonos celulares «Calma», que busca «prevenir conductas suicidas» entre jóvenes y adolescentes, fue descargada por cerca de 1.000 personas desde su lanzamiento un año atrás, afirmaron hoy sus creadores, que participaron del XXIII Congreso Argentino de Psiquiatría que se realiza en Mar del Plata.
Calma es una herramienta interactiva desarrollada en la Argentina por un equipo de profesionales de la salud mental de la Facultad de Medicina de la UBA, y es la primera de ese tipo en países de habla hispana.
«Su objetivo principal es brindar prevención al grupo etario integrado por los jóvenes y adolescentes, en el que la conducta suicida es un problema», dijo a Télam Federico Daray, investigador del Conicet especializado en psiquiatría y uno de los creadores de la plataforma.
Según Daray, hay cerca de 900 suicidios anuales de jóvenes de entre 15 y 24 años, sobre un total de 3.500.
«Si bien en la Argentina se mantuvo relativamente estable en los últimos 15 años la tasa de suicidios, ha cambiado el perfil: antes eran los mayores de 65 años, y ahora se ha trasladado a poblaciones juveniles», explicó.
A partir de esos datos, el grupo de profesionales se propuso aprovechar el hecho de que la Argentina, según estadísticas internacionales, es uno de los 25 países con mayor uso de smartphones o teléfonos inteligentes.
Daray destacó que la aplicación fue descargada por cerca de 1.000 personas desde que fue lanzada hace un año, en la edición anterior del congreso organizado por la Asociación de Psiquiatras Argentinos.
«El 50 por ciento de quienes se suicidan no llegan al sistema de salud, entonces creemos que este es un recurso complementario a las psicoterapias o los fármacos», aseguró el médico especialista en psiquiatría del Hospital Moyano, Demián Rodante, otro de los responsables del proyecto.
Rodante consideró que «los pacientes no se tienen que adaptar a las intervenciones, sino que las intervenciones se tienen que adaptar a ellos, y aunque los profesionales de la salud mental nos resistamos a herramientas como estas, las personas ya las están usando».
Calma propone una interacción con el usuario que se vuelve cada vez más personalizada, con dos grandes modalidades: una fase llamada «Fuera de crisis», y la otra, «Crisis».
La primera ofrece herramientas que buscan reducir la probabilidad de nuevas crisis a través de recursos como fotografìas, canciones, videos o propuestas de actividades que provoquen bienestar, y que son diseñados con información y contenido que el propio usuario aporta.
La modalidad «Crisis» despliega estrategias para ayudar en situaciones críticas, basadas en el modelo de la Terapia Dialéctico Comportamental (DBT), que prevé herramientas para redireccionar al paciente a un sistema de emergencias donde puedan asistirlo en la ciudad en la que esté, si fuera necesario.
«Este tipo de plataformas pueden reducir el vacío que hay en la asistencia para mucha gente que sufre trastornos de salud mental y no puede acceder al sistema de salud», señaló Daray, y aseguró que «las aplicaciones permiten la universalidad, la gratuidad o los bajos costos y la facilidad de acceso sin estigmatización».
Para Rodante, este tipo de diseños puede cubrir además falencias de los servicios de asistencia telefónica, previstos por ley desde 2015: «Ese servicio no está unificado a nivel nacional, y además, quienes atienden en esas líneas son por lo general voluntarios, y por ejemplo no atienden en horario nocturno».
En cuanto a su eficacia, Rodante admitió que «es difícil de medir», porque «en general la que puede mostrar este tipo de resultados es la industria farmacéutica».
«Con el tema de las aplicaciones no hay quien financie estudios para mostrar efectividad», se lamentó.