Se viven horas de mucho nerviosismo e incertidumbre en Brasil, a medida que avanza la cuenta regresiva hacia el plazo de las 17 que impuso el juez federal Sergio Moro para que el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva se entregue a la policía y empiece a cumplir la pena de 12 años y un mes de prisión por corrupción en Curitiba. La tensión aumentó esta mañana, cuando el exmandatario aseguró que no iba a acatar la orden judicial, después de que sus abogados presentaron a la Justicia un nuevo recurso de habeas corpus preventivo para evitar el encarcelamiento.
A media mañana, el diario Folha de S. Paulo publicó que el expresidente le transmitió su decisión de no entregarse a la Policía Federal y resistir el arresto. Más tarde, el extitular del Partido de los Trabajadores (PT), Rui Falcão, confirmó al diario Estado de São Paulo que Lula no acatará la orden del juez Moro.
Lula pasó la noche en la sede del sindicato de metalúrgicos de São Bernardo do Campo, en las afueras de San Pablo, acompañado de dirigentes del Partido de los Trabajadores (PT). Afuera, unos centenares de militantes petitas, de sindicatos y el Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (MST) se mantuvieron en vigilia. La última vez que se vio a Lula fue a las 2 de la mañana, cuando volvió a asomarse por una de las ventanas del edificio para saludar y agradecer la solidaridad de sus seguidores.
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