«Peleamos todavía porque el Estado nos permita cultivar en nuestras casas sin tener miedo a ir presos. Para la ley, la mamá que tiene una planta para hacer la medicina de su hijo es igual a un narcotraficante que tiene cantidades para vender», dijo a Télam Yanina Soto, integrante de Mamá Cultiva, organización que agrupa a familias de chicos con epilepsia refractaria y otras enfermedades.
La Ley de Cannabis Medicinal aprobada en marzo de 2017 por el Congreso nacional no autoriza el cultivo domiciliario y, aunque fue reglamentada por el Ejecutivo en septiembre, ninguno de los organismos públicos autorizados a investigar sobre los usos terapéuticos de la planta comenzaron a cultivar.
Yanina Soto es mamá de Daniela, una nena de 14 años con epilepsia refractaria y retraso madurativo que hace un año y medio acompaña su tratamiento médico convencional con aceite de cannabis.
«Pasó de tener cinco o seis crisis (convulsiones) por día a tener una o dos por mes. Su desarrollo madurativo fue mayor y mejoró su rendimiento en el colegio. Eso lo vieron los médicos que siguen su caso y que hoy avalan el tratamiento con cannabis, se interesan por saber qué cepas toma, qué cantidades y cómo evoluciona», contó Yanina.
Aunque agregó: «Nos cuesta que entiendan que para nosotros esto no es un negocio, es calidad de vida y el derecho de mi hija a su salud. No tenemos tiempo de esperar que el Estado regule, permita el autocultivo y empiece a experimentar. Si esperamos, los chicos se siguen degradando».
Para Yanina, el principal obstáculo para la despenalización es «el negocio farmacológico. Nuestros chicos toman medicinas que cuestan fortunas: si reducimos ese consumo, los laboratorios van a ser los perjudicados».
En la marcha estaban también los cultivadores, algunos de ellos agrupados en asociaciones civiles como «Cogollos del Oeste», cuya consigna era «Basta de presos y presas por cultivar».
«La planta es una sola y la separación de su uso no viene al caso. El uso es adulto y responsable y el fin siempre es estar mejor, ya sea si tomás un aceite porque tenés dolor o si fumás una pitada a la noche porque estás estresado», dijo a Télam Facundo Rivadeneira, vocero de Cogollos del Oeste.
Rivadeneira afirmó que «detrás de toda prohibición hay un mercado especulativo que lucra con los sectores más vulnerables y la salud de la gente: queremos acceder de manera segura».
La Avenida de Mayo también estaba poblada por cientos de adolescentes que no marchaban con ninguna organización pero exponían argumentos con contundencia.
«Como todas las cosas, el cannabis tiene efectos positivos y negativos, sólo hay que saber regularlo y eso se logra con información, y si es ilegal, la información se reduce», dijo a Télam un estudiante de 17 años que cursa del último año del secundario.
Otro consumidor argumentó que se pide la despenalización «simplemente porque es una planta, algo natural que con un consumo moderado no hace mal».
Ignacio Varela tiene 33 años y consume cannabis con fines recreativos hace tres, nunca compró marihuana porque no quiere «incentivar el mercado ilegal» y planta en su balcón.
«Detrás de la prohibición está el narcotráfico y una cadena de coimas que no sabés dónde termina», sentenció.