Mientras la Patagonia resiste el recorte de las asignaciones familiares que ayuda al salario de la clase media, se difundieron los números del Observatorio de la UCA sobre pobreza infantil. Río Negro lidera la región con el 17,44%, le siguen Neuquén (16,38%), Chubut (15,74%), Santa Cruz (13,09%) y Tierra del Fuego (11,38%). Las diferencias no son significativas.
Miles de familias de la Patagonia, al igual que algunas localidades del norte argentino, verán reducidos drásticamente sus ingresos a partir del mes de setiembre si el Decreto 702/2018 del Gobierno Nacional continúa firme, a partir de la reducción de entre el 53 y el 75% del valor de la asignación por hijo que cobra un trabajador registrado. Esto ocurre mientras, como nunca, crecen los números de pobreza en la región, en particular la que afecta a los más chicos.
Según destaca La Opinión Austral, si bien la Patagonia está lejos de tener los índices de vulnerabilidad infantil que reflejan el NEA y el NOA, donde en términos globales el 62,5% de los menores de 17 años tiene alguno de sus derechos vulnerados, en Santa Cruz, por ser una región en la que históricamente hubo prosperidad, que la cifra sea de dos dígitos, preocupa.
Los datos corresponden a último informe del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia de la Universidad Católica Argentina (UCA) que publicó diario La Nación. La cifra es de 2017 y representa un alza de 2% respecto de 2016, alcanzando su nivel más alto desde 2013.
El número, basado en el enfoque multidimensional, supera las cifras oficiales, que contemplan sólo el aspecto económico y señalan que el 39,7% de los menores de hasta 14 años son pobres en ingresos y que el 4,8% son indigentes. Así, en total, en Argentina hay casi 8 millones de chicos bajo la línea de la pobreza.
En la Patagonia, Río Negro encabeza el ranking de la región en términos de pobreza infantil (17,44%). Allí, los niños de hasta 17 años tienen la mayor privación de derechos en temas vinculados con la vivienda, la educación y la salud, entre otros. Le siguen Neuquén (16,38%), Chubut (15,74%), Santa Cruz (13,09%) y Tierra del Fuego (11,38%). Las diferencias no son significativas.
Por regiones, el NOA es el más comprometido con el 29,90%, seguido por el NEA con 26,50%; Cuyo con el 19,85%; la región pampeana con el 17,24%; el área Metropolitana: 16,94%, y cierra la Patagonia con el 15,79%. En el relevamiento de la UCA, además de los ingresos necesarios para subsistir, se miden índices vinculados con la alimentación, la salud, la vivienda, los espacios de socialización y el acceso a las nuevas tecnologías, entre otros.
“Es claro que todavía tenemos deudas pendientes muy significativas, que los desafíos son superlativos y estamos muy lejos de un ejercicio efectivo de los derechos de los niños”, explicó Ianina Tuñón, coordinadora del Barómetro de Infancia de la Universidad Católica Argentina.
“Hace años sostenemos que la pobreza infantil es una deuda pendiente: Es hora de pasar a la acción. Para eso necesitamos dimensionar el problema y visibilizarlo, analizar las privaciones que sufren los chicos, conocer los lugares en los que viven, sus sueños y sus proyectos, es corporizar la desigualdad y traducir las estadísticas en los nombres propios”, reclama Sebastián Waisgrais, especialista en Monitoreo e Inclusión Social de Unicef Argentina.
Para él, cuando se mide sólo la pobreza monetaria, quedan afuera dimensiones vitales como los controles de salud de la madre y su nivel educativo, pero también otras vinculadas con el tiempo libre de los chicos. “La medición multidimensional es vital para desarrollar políticas públicas que, además de hacer transferencias monetarias directas, contemplen acciones focalizadas en otras dimensiones, como el saneamiento o la exposición a la violencia”, agrega Waisgrais.
Las privaciones de la gente se manifiestan de manera diferente en cada uno de los rincones del país. En la Patagonia, por ejemplo, están vinculadas al frío y al aislamiento. En Cuyo, en cambio, se notan en el olvido de los pueblos que están en riesgo de desaparecer y en la ruptura de las economías locales. En el Impenetrable Chaqueño lo que más falta es comida y agua
El Comodorense