Se acaba de presentar un documental que cuenta su vida. Puede tardar horas en llegar al colegio, en Neuquén.
A Carlos Yáñez un productor de cine lo contactó un día, hace tres años, y le propuso contar su historia en un documental. Desde los 6 años, el chico hizo 18 kilómetros a caballo todos los días entre su casa y el pueblo de Chapúa (Neuquén) para asistir a la escuela primaria más cercana. Un esfuerzo que terminó llamando la atención de los responsables del filme francés “Camino a la escuela” (“Sur le chemin de l’école”) de Pascal Plisson. El niño demoraba una hora y media en realizar el trayecto junto a su pequeña hermana Micaela. La postal de ambos juntos arriba de “Chiverito”, un pingo flaco y marrón, atravesando la Patagonia, era tan fuerte que justificaba incluirla en la película.
Otros tres niños de India, Kenia y Marruecos, protagonistas de sus propias odiseas escolares, también integraron la selección. “Camino a la escuela” fue exhibido en todo el mundo. Logró críticas elogiosas de The New York Times y, como coronación, recibió el premio César 2014 al Mejor Documental.
Tres años después de haber estado frente a la cámara de Plisson, Yáñez advierte a través de su madre, Nélida Castillo, que ha decido no hablar más con la prensa. Estando de promoción en España, invitado por la productora, el ahora adolescente de 14 brindó charlas y entrevistas, y en su provincia atendió a radios y medios locales.
Pero ahora está enojado. “Siente que lo usaron, es un chico de pocas palabras, pero me dice: mami, todos ganaron algo conmigo, hicieron plata, pero yo sigo igual, no cambió nada y ya me cansé de hablar sin que pase algo”, explica a Clarín su madre que vive en un ranchito en Chapúa sin electricidad ni agua de red.
Hoy Yáñez se encuentra cursando el secundario en Chos Malal a casi 50 kilómetros de su hogar. Cada viernes se para en la ruta y hace dedo durante tres, cuatro, cinco horas hasta que un automovilista lo acerca a Chapúa ubicado a 30 kilómetros. Del pueblo al paraje donde queda la casa de sus padres hay otros 18 kilómetros que hace a pie. Cuando su madre tiene dinero le paga un taxi que lo trasladada desde Chos Malal por 350 pesos. El Estado provincial tiene asignado un colectivo entre Chapúa y Chos Malal pero que no funciona siempre ni todo el año.
“Somos crianceros, no tenemos dinero y este año los animales han estado muy mal, hay mucha sequía. Yo lo entiendo a mi hijo, está cansado. Nos prometieron ayuda y no cumplieron. Pero para progresar no queda otra que estudiar”, explica la mujer.
Quien todavía hace diariamente el trayecto de 18 kilómetros hasta la escuela es Micaela. La nena va a cuarto grado y como en esta época no hay caballo en la casa porque lo ocupa su padre, Gilberto Yáñez, en el arreo de chivos, debe caminar tres horas para asistir a clases. Una maratón que se volverá cruel, para ella y su hermano haciendo auto stop, cuando llegue el invierno al sur. La presentación publicitaria de la película despliega una impensada ironía sobre la realidad de las familias aborígenes. ”Camino a la escuela” es una película que rebosa optimismo. Para Jackson, Carlitos, Zahira y Samuel todo es posible con coraje, predeterminación y esfuerzo “, explica en su sitio web.
Pero la vida, en su dimensión más pura, lejos de las luces y las cámaras, se muestra fría y definitiva. “Yo soy de Argentina y tardo una hora y media en ir a la escuela. Voy a caballo y no tengo miedo”, le relató Carlos hace unos meses a un grupo de impresionados chicos españoles de su edad cuando fue a presentar el documental a Europa. Hoy prefiere guardar silencio.
Clarin