Perdió la final más importante de su historia y sufrió demasiado para conseguir un técnico, pero la semana le dejó a Boca una razón para el alivio. Y se la dio, sin querer, River, que reforzó el mito del equipo que en el 2000 le ganó al Real Madrid el duelo europeo-sudamericano. Por eso es que Boca debe estar tranquilo, todo indica que algo así no va volver a darse. La última hazaña es xeneize. Y va camino a cumplir las dos décadas. Y aquella ante el Milan en 2003 ya tiene su fiesta de quince.
Sí, es cierto que el fútbol es imprevisible, un maravilloso deporte en el que con cierta frecuencia no gana el mejor. Quizás River o Boca vuelvan a ganar una final de clubes a nivel mundial. Pero hay que tener mucha pasión para creerlo, y si se da, será la excepción que confirma la regla. Puede certificarlo River, que se ilusionaba con la posibilidad de bajar en la final a un Real Madrid que llegaba con dudas a Abu Dhabi y se encontró con que lo eliminaba el Al Ain. ¿Quién? El Al Ain de los Emiratos Arabes Unidos, un país que solo una vez vio a su selección en un Mundial. Hoy goleó 4 a 0 al Kashima Antlers japonés para quedarse con el tercer puesto, pero no era eso lo que fue a buscar.
Lo más inquietante de las reiteradas frustraciones del fútbol sudamericano en el Mundial de Clubes -el título del Corinthians sobre el Chelsea en 2012 tiene el mérito de la excepción- no pasa por las derrotas, que son al fin y al cabo parte esencial del deporte. No todo es ganar, y muchas veces no es lo más importante. No, lo más importante, lo inquietante y peligroso de cara al futuro, es que los grandes equipos de Europa, muy especialmente el Real Madrid de los últimos tiempos, ganen el torneo casi sin quererlo. Sin despeinarse ni emocionarse. ¿Recuerdan el no festejo ante San Lorenzo en la final de Marruecos? Hoy fue similar, y el Madrid acababa de ganar su tercer título consecutivo. Queriéndolo o no, los españoles exhiben ante el mundo del fútbol que están ante un trámite, que lo que verdaderamente importa -y es lógico que así lo vean- es la Champions, la Liga, la Copa del rey y ganarle al rival de siempre. El Mundial de Clubes es un trofeo oficial y suma al historial, pero no les mueve un pelo.
Todo un contraste con cómo se lo vive en Sudamérica, muy especialmente en Argentina. «¿Puede haber algo más grande que esto? ¡Es la final del mundo!», dijo emocionado un comentarista durante una final de años atrás. El Real Madrid podría contestarle que sí, que hay muchas cosas más grandes que el Mundial de Clubes. Y lo mismo le dirían el Barcelona, el Bayern, la Juventus y todos los grandes de Europa.
Cada vez más apasionados con nuestro ombligo, en Argentina se sigue añorando la Intercontinental, una manera de dar a entender que haber sumado al resto del mundo a un Mundial de Clubes (que no es Mundial y no termina de funcionar) es un incordio. El mejor fútbol está en Europa y Sudamérica, ¿o no?
Sí, sigue siendo así, pero los demás juegan cada vez mejor. River perdió con el Al Ain porque tras ganarle a Boca los festejos se extendieron demasiado y la motivación y la concentración cayeron en picado, pero la derrota también tuvo que ver con el nivel de los emiratíes. «Tienen seis o siete jugadores de buen nivel técnico, ninguno se come la pelota como 30 años atrás, parece mentira que eso no le quede claro todavía a mucha gente del fútbol», dijo a InfobaeRoberto Saporiti, ex mano derecha de César Luis Menotti en la selección y campeón dirigiendo a Argentinos Juniors en los ’80.
Así, hay que agradecer que el fútbol esté dividido en confederaciones continentales. Se gana la Libertadores y se cree que se está en pie de igualdad con el campeón de la Champions. Se sueña durante unos cuantos meses. Hasta que llega el partido -o ni siquiera llega, como en el caso de River- y el cachetazo es fuerte.
Mundial de Clubes de 24 equipos no tiene posibilidad alguna de concretarse. «Los lugares hay que ganárselos por mérito deportivo», sostiene el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, que libra una dura batalla con el de la UEFA, Aleksandr Ceferin. Para crear un nuevo Mundial, Infantino necesita a los clubes europeos, pero Ceferin no está de acuerdo con el formato (y las formas) y bloquea el plan. Nadie sabe, así, en qué quedará el Mundial de Clubes, que debería crecer a 24 equipos. Mientras, Alejandro Domínguez, presidente de la Conmebol, sueña con recuperar la Intercontinental, pero no solo a nivel de clubes, sino sumar además un duelo entre el ganador de la Eurocopa y el de la Copa América.
Riesgosa, aunque comprensible ambición, del paraguayo, que tras sostener que la Champios es «PlayStation» y la Libertadores el «fútbol de verdad», se encontró con el esperpento del superclásico argentino para llevarlo a Madrid, un paso que marcará su presidencia, aunque eso es otra historia. La de hoy es clara: el poder europeo crece. Se nutre tanto del talento como de la debilidad sudamericana. Por eso es que Boca puede seguir festejando. Hoy y por unos cuantos años más.
Infobae