Es domingo, para muchos uruguayos día ideal para el asado, un banquete de cortes de carne y sobremesa extendida. Para otros, en cambio, es día de vigilia en el matadero, un activismo que no se deja amedrentar por la tradición gastronómica local.
Por una calle de tierra de Paso Carrasco, en el este de Montevideo, avanzan los camiones cargados de vacas y novillos apretados. En la puerta del frigorífico los esperan unas 15 personas, que se acercan a los animales para acompañarlos y denunciar su «asesinato» en esos galpones de paredes altas.
«Queremos transmitirles calma, un gesto de cariño, una caricia», dice Florencia Sobrino, una de las coordinadoras del grupo Animal Save, que organiza las vigilias. «Para algunos animales, esta es la única oportunidad de recibirlo, minutos antes de que los maten».
El que se lanzó en 2016 en Montevideo es uno de los 660 grupos de un movimiento iniciado en 2010 en Canadá que se ha expandido a 70 países.
Florencia comió carne y quesos la mayor parte de sus 30 años. Pero «sentí que estaba siendo hipócrita», dice a la AFP. «Y del veganismo al activismo, hay un paso».
Los que esperan en las puertas del matadero promueven una dieta ética, sin muerte o explotación de animales. Todo un desafío en un país que un par de años atrás superó un consumo de 100 kilos de carne por persona al año, 60 de carne vacuna.
Con su ritual pacífico, intentan cambiar un hábito que impregna la cultura uruguaya y sostiene la economía. «Buscamos fomentar la empatía. Que uno pueda ver que ese animal que tiene delante es el que luego encuentra en un plato», dice Florencia.
Acercarse al matadero no es fácil. Los participantes de las vigilias hablan de «hedor a muerte», de dolor, de «corazones estrujados».
Uruguay faena alrededor de 2,4 millones de cabezas de ganado cada año, según datos del sector.
«Es duro, pero hay que hacerlo, para que las distancias no nos insensibilicen y sepamos que esto está pasando», dice Alfonso Méndez, coordinador del grupo local, quien desde hace un tiempo prefiere quedar al margen de los asados, a los que antes iba con su propia comida.
Marcia Etcheverry, de 34 años, elige igualmente no participar en esas ceremonias centradas en el deguste de carnes que describe como «violencia especista». «No toleramos ver animales asesinados innecesariamente».
En cambio, junto a su pareja, Juan Carlos, y sus hijos, Luca (11) y Ciro (4), han asistido a las vigilias. Los animales «merecen que estemos ahí», dice Marcia, que equipara la situación a la de un ser querido con diagnóstico terminal. «La opción es soltarle la mano o acompañarlo hasta el último momento».
Para ella, «no es complicado criar antiespecistas. Tal vez requiere un poco más de firmeza en las convicciones y soportar comentarios. Pero eso sucede con todas las luchas».
A eso se suma el escaso margen de improvisación para comer que tienen aquí los veganos: la oferta gastronómica es escueta, aunque últimamente se ha ampliado alentada por una mayor demanda, en paralelo al aumento de vegetarianos y veganos, que rondan las 120.000 personas de los 3,4 millones de habitantes, según activistas.
– Ingreso clave –
La actividad ganadera e industrias derivadas representan el primer conjunto de rubros de exportación de Uruguay, con el 30% del total.
Los veganos uruguayos no niegan su relevancia para la economía local, pero se plantean la posibilidad de que los debates y reflexiones deriven en una propuesta de un modelo económico alternativo, cuenta Alfonso.
Eduardo Blasina, director del Estudio Blasina y Asociados, precisa la dimensión de la actividad: «Uruguay es el país con más vacunos por habitante del mundo, con tres animales por habitante; más del 80% del territorio depende de la ganadería, que es uno de los tres principales rubros de exportación».
Según este analista, «la ganadería local tiene un buen balance de carbono, es decir que no tiene impacto sobre el cambio climático, con un manejo de pastoreo rotativo, y sin impacto negativo sobre la biodiversidad».
Blasina no ve en la renuncia de una minoría una amenaza significativa para la carne uruguaya. Aunque no descarta que en un segmento como el de las hamburguesas, la carne tenga una competencia creciente de las versiones «fake», como lo demuestra el exitoso estreno en Wall Street de la empresa Beyond Meat.
En tanto el ingeniero agrónomo Pablo Carrasco fustiga el papel de organismos internacionales que, según él, «han sido tomados por asalto» por esas «nuevas dicotomías» como la de carnívoros y veganos.
Naciones Unidas, ejemplificó en un programa radial uruguayo, «se mete con un diagnóstico que no puede probar» al recomendar un menor consumo de carne. «Una mentira, una ideología y por lo tanto anticientífica».
«Como uruguayo y como ganadero me siento ofendido por el abuso de poder que eso significa», añadió.