Verduras «desnudas» y arroz o pasta a granel. Ante unos consumidores cada vez más sensibilizados por las cuestiones medioambientales, los supermercados británicos compiten por reducir en sus estanterías los embalajes de plástico, acusados de contaminar el planeta.
«¡Hoy he hecho mi primera compra sin plástico!», se exclama May Stirling, de 49 años, que viajó expresamente desde Ramsbury, a 60 km, para el gran «desembalaje» organizado este verano en uno de los supermercados Waitrose de Oxford, en el centro de Inglaterra.
Aquí, 160 tipos de frutas y verduras fueron desnudadas de sus envoltorios y se instaló un espacio de venta a granel para pasta, arroz, cereales, vino y cerveza.
La escena diverge, y mucho, de la imagen habitual de los supermercados británicos, donde todo -bananas, aguacates, pepinos- está envuelto en plástico.
Reunidas, las diez principales cadenas de supermercados del país ponen en el mercado 810.000 toneladas de embalaje de plástico desechable al año, sin contar las bolsas, según una investigación publicada en noviembre por las oenegés Greenpeace y Environmental Investigation Agency, que denuncian el impacto de la contaminación plástica en la biodiversidad marina.
En este contexto, hacer la compra sin plástico «es liberador», celebra Stirling, mientras empuja un carro lleno de comida.
Los consumidores piden más: reutilizar las botellas de leche y de champú son algunas de las ideas propuestas en cientos de notas de sugerencias colgadas en una pared del comercio.
Sin embargo, para ser perenne, la fórmula tiene que ser «comercialmente viable», recuerda Waitrose.
Mientras tanto, otros gigantes del sector se posicionan: firmantes del «UK Plastic Pact», en que se comprometen a tener solo embalajes reutilizables, reciclables o biodegradables en 2025, los supermercados Tesco y Asda anunciaron recientemente dejar de usar bolsas de plástico para sus entregas y Morrisons prometió zonas sin plástico para frutas y verduras en 60 tiendas en 2019.
Precursora en la materia, una tienda en Londres de la cadena Budgens se enorgullece de haberse organizado en diez semanas el pasado noviembre para retirar los embalajes plásticos de 1.800 de sus 14.000 productos.
«Lo hicimos para mostrar a los otros grandes supermercados que no es tan difícil como dicen», afirma a la AFP su director, Andrew Thornton.
– Presionar a los proveedores –
Sin embargo, el plástico no desapareció totalmente. Por ejemplo, el queso sigue llegando con él, aunque tras cortarlo en lonchas los empleados lo envuelven en celulosa hecha con caña de azúcar.
«Compramos aún productos embalados en plástico porque no hemos convencido (a todos nuestros proveedores) de cambiar», explica Thornton llamando a las «grandes empresas (…) a presionar a los grandes proveedores».
A pocos metros de los quesos, Richard Brady, de 44 años, compra una caja de sushis. «Tengo plástico en las manos», bromea incómodo. «Lo venden así», se justifica. «Les corresponde a los supermercados decidir, no a nosotros ¿no?», dice.
Pero para Sam Chetan Welsh, de Greenpeace, «no se puede dejar la solución a este problema a los designios de supermercados bien intencionados». Y pide al gobierno «que fije límites legales a la cantidad de plástico fabricado y utilizado».
En opinión de Mark Miodownik, experto en materiales en la universidad UCL, «habría que cambiar todo el funcionamiento del sistema capitalista para que dejase de ser un problema».
El plástico es un «material formidable» para hospitales, tecnología, tuberías… y también para el embalaje. Pero únicamente cuando es necesario y se puede reciclar correctamente, subraya.
Se convirtió en un problema, explica, al erigirse en «símbolo de la modernidad» a partir de los años 1960 bajo el impulso del marketing, con el auge de «muchas empresas con modelos económicos basados en lo desechable».
Así, «las botellas de agua son una especie de locura (…) venderlas es una especie de rutina, como si fuera el único modo de beber agua», dice el experto.
– ¿Preservar los productos? –
Existen alternativas en función de los alimentos: papel, cartón, frascos de vidrio. Pero «el plástico presenta beneficios, como su impermeabilidad al aire y el moho, que pueden prolongar la vida de los productos», según la agencia británica de normas alimentarias.
Para Barry Turner, director del Plastics and Flexible Packaging Group, que representa a los fabricantes de embalajes plásticos, la solución reside en «mejorar las infraestructuras de reciclaje».
Porque, asegura, si reducen demasiado el plástico, los supermercados podrían sufrir «consecuencias inesperadas» como que los alimentos se echen a perder, subraya.
No obstante, en el supermercado Budgens de Belsize Park no se ha constatado ningún desperdicio, asegura su director, que persevera: la tienda tiene ahora más de 2.300 productos sin plástico.