La guerra comercial entre China y Estados Unidos puede provocar una masiva reestructuración de la cadena de suministros y de los flujos financieros mundiales y, tal vez, incluso una nueva recesión
China quiso dar ayer un respiro a su moneda, tras haberla señalado Estados Unidos como «manipuladora de la divisa» -una medida sin consecuencias reales pero con una alta carga simbólica- e intervino en el mercado para frenar la bajada del yuan, al que el lunes había dejado caer por debajo de la barrera psicológica de las 7 unidades por dólar, un nivel que no alcanzaba desde hacía 11 años.
Lo que sí hizo fue responder a Donald Trump adelantándose a sus nuevos aranceles -anunciados a partir de septiembre- y vetando desde ya la compra de cualquier producto agrícola estadounidense. También le mandó un recado: su batalla comercial tendrá consecuencias en la economía global, así lo informó El Mundo.
Con esa actitud, Pekín quiso dejar claro que por el momento no va a llevar a cabo una escalda mayor en la guerra comercial desatada por el Gobierno de Donald Trump, al menos en el campo de las divisas, pero que tampoco se va a arredrar. El Ministerio de Comercio del país asiático reveló que no sólo se han suspendido las compras de productos agrícolas estadounidenses por parte de empresas chinas, sino que no descarta aplicar más gravámenes a la importación de los bienes de este tipo adquiridos después del 3 de agosto.
La institución del gigante asiático lamentó la subida arancelaria y anunciada el viernes por EEUU y la consideró «una grave violación» de la tregua comercial pactada en junio por Trump y su homólogo chino, Xi Jinping. Además, se permitió recordar al inquilino de la Casa Blanca la «enorme capacidad de mercado» que tiene y se arrogó «unas perspectivas brillantes para la importación de productos estadounidenses agrícolas de alta calidad», informa Efe.
Con las medidas aplicadas ayer por el Banco Popular Chino para estabilizar el yuan se consiguió dar cierta calma a los mercados -el lunes Wall Street sufrió su mayor caída del año- pero no se disipó el índice del miedo que se ha instalado en ellos por temor a que la pugna comercial entre las dos mayores economías del mundo pueda provocar una masiva reestructuración de la cadena de suministros y de los flujos financieros mundiales y, tal vez, incluso una nueva recesión.
Las bolsas europeas intentaron recuperarse durante toda la sesión de la jornada de pérdidas del lunes, pero los esfuerzos no tuvieron efecto. Poco antes del cierre, coincidiendo con la apertura de Wall Street, todos los parqués del Viejo Continente volvieron al rojo y acabaron intensificando sus pérdidas. El Ibex firmó una caída del 0,89%, perdiendo los 8.700 puntos básicos, y cerrando la jornada en su mínimo anual.
Pero no fue la única. El resto de bolsas europeas también viraron al rojo. Así, el Dax de Fráncfort acabó con un descenso del 0,61%, el Ftse 100 de Londres del 0,69%, mientras que el Cac 40 de París experimentó una ligera caída del 0,02%. Al otro lado del charco, sin embargo, los índices buscaban el rebote de la negra sesión del lunes. Al cierre de esta edición, el Dow Jones crecía en cotas superiores al 1%.
Por otro lado, el petróleo de calidad Brent, referencia para el Viejo Continente, perdió los 60 dólares por barril, hasta cotizar en torno a los 59,7 dólares, mientras que el West Texas Intermediate (WTI) se ha situado en los 54,54 dólares.
El tiempo corre en contra de los actores de la guerra comercial, y ellos parecen ser conscientes. Las razones de Pekín para contenerse parecen múltiples. Está la tensión política en Hong Kong, el principal centro financiero del país, que sigue viviendo manifestaciones en favor de la democracia; está el frenazo de la propia economía china, puesto de manifiesto en, por ejemplo, el desplome del 14% de las ventas de automóviles en lo que va de año; y está la decisión del presidente chino, Xi Jinping, de celebrar por todo lo alto los 70 años del triunfo del comunismo en el país en octubre sin que haya una sensación de crisis política o económica.