Se esperaba que la revancha del superclásico en la Bombonera tuviera situaciones más allá de lo que pasara en el campo de juego entre Boca y River. Había temor. En la Seguridad, ante una posible represalia al micro visitante por lo sucedido el 24 de noviembre pasado, en el que el ómnibus xeneize fue apedreado y provocó la suspensión de una final continental que, en efecto, viajó a Madrid. También en el club: los directivos y plantel estarían en la mira de los hinchas si la épica remontada no ocurría, una frustración superclásica más del último lustro que irrita. Y varias cosas alrededor de eso ocurrieron en una noche que, también, tuvo su cuota de gran fiesta más allá de la eliminación. Sobre todo, lo vinculado a la institucional. Hubo una sentencia del hincha al final del 1-0 que no alcanzó: «Angelici, botón, sos un hijo de p…, la p… madre que te parió». El presidente fue el foco. Y en las elecciones de diciembre, el hincha puede hablar más fuerte.
Porque todos terminaron siendo felicitados a través de los aplausos y las canciones de apoyo, que a más de uno le generó la caída de alguna lágrima de emoción. El clima que se palpaba en los minutos previos al duelo marcaban un pulso totalmente diferente. Mientras los empleados intentaban sacar la gran cantidad de papelitos que tiró la hinchada en el recibimiento, cuestión que demoró el inicio del partido casi 15 minutos, la hinchada ovacionó al ídolo: «Que de la mano, de Carlos Tevez, todos la vuelta vamos a dar». El capitán saludó y los aplausos desde los cuatro costados no tardaron en llegar. Acaso, la mención de su apellido en la voz del estadio al presentar las formaciones, junto al de Esteban Andrada y Alexis Mac Allister, habían sido los más reconocidos. ¿Alfaro? Una de las mayores indiferencias desde que llegó en enero. No obstante, cuando se consumó la caída en la serie de semifinal, absolutamente todo el plantel se llevó las «gracias» hecha aplausos.
En cuanto a la seguridad, no era un tema menor. No por nada el operativo incluyó un mega trabajo que involucró a 1500 policías de la Ciudad y 800 hombres de seguridad privada, además del secreto bajo siete llaves acerca de qué recorrido haría el Millonario para arribar a La Boca. Algún conflicto esperaban. Y así fue: a falta de más de una hora para el encuentro, se registraron represalias de la policía en los accesos a las tribunas Norte que dan al Riachuelo. La seguridad se habría visto desbordada en un momento de la noche y comenzó a alejar a la gente con golpes.
La gente fue con esperanzas, pero no esperaba ver que sus futbolistas fueran tan al frente como lo hicieron. Ese combo que formaron entre la necesidad de reconocer al plantel por la muestra de carácter y la imposibilidad de disputar una nueva final de Libertadores, hizo que la gente marcara una tendencia clara de cara al 8 de diciembre: Angelici y el oficialismo corren un alto riesgo.