La mayoría de los ingredientes que llegan a la mesa fueron adicionados con estas sustancias, pero no todos se vuelven nocivos. Cómo diferenciarlos y qué hacer para limitar su consumo.
Light, dietético, reducido en sodio, con 0% de grasas, sin sal y sin azúcar. En la actualidad comprar alimentos es, además de al bolsillo, un desafío al intelecto. Creemos que consumimos alimentos sanossi están rotulados como “libre de grasas” o “con menos sodio”, pero lo que no tenemos en cuenta es que todo lo que posee un empaquetado, fue industrializado previamente.
Es decir, sufrió el agregado de conservantes, colorantes, azúcares, aditivos de sabor y demás componentes que los hacen más sabrosos al paladar pero menos recomendables para la salud. ¿Deberíamos dejar de consumir alimentos procesados y elegirlos directamente de la huerta? Sin duda, ese parece ser el camino. Cómo hacerlo realidad, cómo salir de la trampa de la comida industrial es el reto que tenemos por delante.
¿Todo alimento que viene envasado es malo?
Entendemos por industrializados a todos los que fueron sometidos a algún tipo de procesamiento. ¿Siempre es perjudicial este proceso? No, no siempre. “Hay alimentos que sufren un mínimo procesamiento orientado más que nada a favorecer su conservación, prolongar la vida útil o mejorar ciertas características sin alterar sus propiedades nutricionales”, explica Daniela Sánchez, licenciada en Nutrición.
El pasteurizado o descremado en los lácteos, el tostado de los frutos secos o el congelado de verduras son claros ejemplos de cuando un proceso es indispensable, inocuo para la salud y las propiedades naturales del alimento, y hasta beneficioso para evitar cualquier reacción adversa en los consumidores.
Pero no todos son iguales. A través del ultra-procesamiento se obtienen productos orientados fundamentalmente a ser duraderos, fáciles de consumir e hiperpalatables (que producen cierta adicción) y que poco tienen de alimentos naturales.
«Se caracterizan por ser pobres en nutrientes de calidad como vitaminas, minerales y fibra, y por el contrario son altos en calorías, azúcar, grasas y sodio. Además contienen conservantes, resaltadores de sabor, colorantes, emulsionantes y edulcorantes. Como ejemplo podemos mencionar las golosinas, bebidas azucaradas, snacks, productos de pastelería, sopas instantáneas, rebozados, fórmulas infantiles y papillas para bebés, entre otros”, menciona la nutricionista.
En la vereda opuesta se encuentran los ingredientes naturales, que en la mayoría de los casos están listos para consumir. «La adición de azúcar, sal, grasas y otros elementos como conservantes o colorantes, responden entonces a una potencial mejora del sabor que, con el tiempo, podría inducir a consumir más cantidad», refiere el Dr. David Sudacov, médico de familia.
Los alimentos considerados naturales no necesitan, nutricionalmente hablando, la adición de ninguna sustancia. Éstos son las carnes, huevos, cereales, legumbres, semillas, aceites vegetales, frutos secos, verduras, frutas y lácteos. El agregado de componentes en los productos industriales está orientado fundamentalmente a hacerlos más gustosos y así crear hábitos de consumo.
Bajo en grasas, alto en azúcares
El rotulado de los alimentos industrializados es otro tema sobre el que el área de la salud ha puesto la lupa de un tiempo a esta parte. “Para que un un alimento sea considerado «light» en comparación con la versión original del mismo producto, debe estar reducido mínimo en un 25% su contenido de calorías o en determinado nutriente como grasas, azúcares o sodio”, explica la nutricionista.
Sin embargo, que un comestible entre en la categoría de «light» o “bajo en grasas” no significa que sea saludable. “Muchas veces vemos en el mercado galletitas bajas en grasas respecto de las originales, pero si observamos la cantidad de calorías, en determinados casos, el contenido es igual o superior, debido a que poseen un mayor porcentaje de hidratos de carbono o azúcares”, dice Sánchez.
Coincide María Alejandra Rodríguez Zía, médica clínica y endocrinóloga: “Cuando las empresas alimenticias venden sus productos con la etiqueta ‘0% grasas’, lo que hacen es eliminar las grasas pero añadir azúcar, por lo cual no sería verdad que son más livianos”.
Según la especialista, otro de los saborizantes ampliamente usado en la industria alimentaria desde hace aproximadamente 50 años es el jarabe de maíz de alta fructosa (JMAF), más económico que el azúcar común y con el mismo perfil endulzante. “Eso si, mucho más perjudicial para la salud”.
Desde la Asociación Argentina de Dietistas Y Nutricionistas Dietistas (AADYND) afirman que el JMAF “es una sustancia que no se encuentra naturalmente en los alimentos, sino que se produce en forma industrial a partir de la fructosa y se agrega a una amplia gama de productos procesados debido a sus propiedades a nivel productivo entre las que se destacan su intenso sabor dulce y bajo costo».
¿Qué efectos tiene sobre la salud? “La ingesta elevada de fructosa podría ocasionar síntomas asociados a malabsorción, como distensión abdominal, meteorismo y diarrea. Su consumo prolongado puede contribuir al desarrollo del Síndrome Metabólico, un conjunto de anormalidades metabólicas (obesidad, hiperglucemia, dislipemia, hipertensión arterial) que constituyen factores de riesgo para desarrollar enfermedad cardiovascular y diabetes», afirman desde la misma fuente.
Y el primer puesto es para…
Si bien el conjunto de estos aditivos resulta altamente perjudicial, existe una especie de «podio» en el que la más nociva se lleva el primer puesto. Bien sabemos que el exceso de grasas se podría relacionar con el sobrepeso y la sal con la hipertensión arterial, entonces, ¿qué tan negativa es el azúcar que agregamos a las infusiones, a las ensaladas de fruta o a la leche que le servimos a los chicos?
“Sin lugar a dudas es el peor alimento ingerido en exceso, ya que su consumo influye en el metabolismo de la insulina, hormona que es absolutamente deletérea cuando está elevada, lo que ocurre justamente con el ingreso permanente de los alimentos azucarados”, afirma Sudacov. Para su colega Sánchez cualquiera de los tres componentes ingerido en exceso puede acarrear consecuencias negativas para la salud. “Sin embargo, si tengo que elegir uno como el más perjudicial, diría que los azúcares”, reconoce.
«La insulina por encima de sus límites normales es una epidemia en el mundo, y la razón por la que esto ocurre es la ingesta exacerbada de azúcar refinado. Las personas que comen grandes cantidades de este ingrediente, en sus diferentes formas, serán obesas o tendrán sobrepeso, sobre todo las sedentarias. Este camino también lleva a todas las complicaciones de la obesidad, como los infartos de miocardio, los accidentes cerebrovasculares, la hipertensión arterial, la artrosis, los cálculos de vesícula y el cáncer”, advierte y enumera Rodríguez Zía.
Planificación y cambio de hábitos
Sortear la trampa de la comida industrializada pasa, en primer lugar, por el compromiso de cada persona que desee alimentarse mejor, y en segundo, por el de los médicos y la sociedad toda, que deben generar conciencia en la población acerca de los riesgos del “fast food”, el delivery y todos los alimentos pre-fritos y elaborados de manera artificial. Elegir a conciencia qué se consume en casa, es un gran primer paso. Estas son algunas recomendaciones.
✔️Apuntar a las comidas naturales y a las preparaciones caseras. “Cuanto más sencilla, la comida es mejor”.
✔️Cambiar gaseosas por agua.
✔️No agregar sal al plato.
✔️Controlar la ingesta del alcohol.
✔️Preferir porciones pequeñas.
✔️Aprender a leer las etiquetas.
✔️Planificar las compras y organizar las comidas para evitar caer en el delivery por falta de opciones.
✔️Cocinar en cantidad para separar porciones en el freezer y tener siempre a mano preparaciones saludables.
Aunque es utópico suponer en la erradicación de los alimentos procesados de cualquier dieta, con sencillas pautas caseras es muy posible, al menos, limitar su consumo, informó Clarín.