Hace semanas, litros y litros de agua son usados para combatir los incendios forestales en Australia. El país ya estaba en una temporada seca, pero durante la crisis, la sequía llegó a un nivel de emergencia tal, que el gobierno decidió sacrificar miles de camellos para evitar que siguieran consumiendo parte de las ya escasas reservas de agua. Parecía que la crisis hídrica había llegado a su extremo, pero podría haber incluso más problemas.
Cortinas de tela se extienden sobre la inmensa represa de Warragamba para atrapar la ceniza y los sedimentos que se espera serán arrastrados por agua de lluvia desde las pendientes incineradas y llegarán a la reserva que contiene el 80% del suministro de agua potable no tratada del área de Sydney.
Aunque aún no se sintió el impacto de los incendios en el suministro de agua, las autoridades australianas saben que los riesgos vendrán con las lluvias fuertes que ocurran en los próximos meses o años, mientras el territorio se recupera. Cuando la lluvia es torrencial, las pendientes deforestadas son erosionadas rápidamente y grandes cantidades de cenizas, sedimentos y escombros pueden terminar en reservas de suma importancia.
Ahora, las cenizas no solo podrían llegar a las reservas de agua dulce y a las cuencas hidrográficas del país, sino también al océano, según Naciones Unidas que detalla el impacto de la extendida temporada de incendios en Australia. Los nutrientes en las cenizas, por ejemplo nitrógeno y fósforo, pueden estimular el crecimiento de algas verdeazuladas (cyanobacterias), que a su vez pueden dar mal sabor y olor al agua e incluso volverla tóxica.
Las preocupaciones de las autoridades australianas reflejan inquietudes a nivel global: la creciente vulnerabilidad de reservas de agua dulce al fuego, en parte por el clima más seco y caluroso que extiende las temporadas de incendios, que consumen la materia orgánica y las capas superiores del suelo, necesarias para que la vegetación se regenere, dejando el suelo incapaz de absorber el agua. Además, el calor extremo puede sellar y endurecer el suelo, lo cual permite que el agua se deslice con rapidez, arrastrando todo en su camino.
Eventualmente, los incendios y las sequías obligarán a algunas comunidades a elegir una nueva fuente de agua. Por ahora, el suministro de agua de millones de personas depende de áreas cada vez más susceptibles a incendios forestales.