Un agujero negro por el que se escurren entre US$500 y US$1000 millones diarios. Eso es lo que significa para la Argentina cada día que pasa con una inmensa parte de su economía paralizada por el coronavirus, la terrible pandemia que asuela al mundo y que ocasiona pérdidas que eran impensadas hace apenas dos meses.
La cifra es estimada, como casi todo en medio de un flagelo que no tiene precedentes ni parámetros a los que aferrarse, pero sirve para ilustrar de modo aproximado cómo puede afectar este fenómeno a las arcas nacionales. Los economistas consultados por LA NACION coinciden en que se trata de un cálculo elaborado a «trazo grueso» y que debe hacerse con varias salvedades, pero que sirve como referencia.
Camilo Tiscornia, director de T&C Asesores Económicos, es uno de ellos. «Para hacer esa cuenta, lo típico es tomar el producto bruto interno (PBI) del año y dividirlo por 365, que es la cantidad anual de días. Eso arroja como resultado que se pierden US$1000 millones diarios de valor agregado; pero insisto en que solo debe ser tomado como una referencia», explica el economista.
Con la misma lógica y los mismos recaudos metodológicos, Matías Rajnerman, economista jefe de la consultora Ecolatina, comenta que la pérdida diaria de una economía en cuarentena sería de unos $80.000 millones, lo cual, a un tipo de cambio cercano al del dólar blue significaría, justamente, unos US$1000 millones.
Ariel Coremberg, director del Centro de Estudios de la Productividad y coordinador de Arklems+Land, dice que hay que calcular que cada día de cuarentena sería PIB cero. «Siguiendo ese razonamiento, pero con la aclaración de que no es una cuenta exacta, la pérdida por cada día sería de US$1000 millones. Calculando un parate de dos meses y medio, eso daría US$50.000 millones (porque solo se cuentan días hábiles), lo cual que equivale a 1,2% del PIB», señala el economista.
Otra forma de medir el impacto de la pandemia, indica Coremberg, es calcular sobre la base de las proyecciones de caída de actividad: «Se preveía que el PIBXCD<< AQYT caería 2%, mientras que ahora se estima que caería 2,5%. Pero algunos economistas sugieren que parece un número subestimado. En este caso, sería una pérdida de US$20.000 millones. Pero, atención, no hay que confundir el PIB que se usa para medir el crecimiento o caída anual de un país con el PIB a precios corrientes, es decir, el valor de la producción de bienes y servicios».
En tanto, en la consultora EcoGo, que dirige la economista Marina Dal Poggetto, estiman una cifra bastante menor, pero no por eso menos preocupante. Un informe de ese centro de estudios, que elaboró un ejercicio de simulación del impacto económico de las medidas adoptadas por el Gobierno ante el coronavirus, concluye: «Cada día hábil del aislamiento social preventivo obligatorio cuesta unos $34.000 millones, más de US$500 millones al tipo de cambio oficial».
Si bien se trata de un pronóstico rápido en plena incertidumbre, aclaran desde EcoGo, el trabajo se hizo con una estimación del costo «en términos de actividad, sector por sector», suponiendo en cada caso un porcentaje de caída que va desde el 30% para el rubro del transporte y comunicaciones y de otro tanto para el agro, hasta un 70% en comercio, un 80% en construcción y un derrumbe del 95% en el caso de hoteles y restaurantes, tomando un dato ponderado diario.
Aun cuando se especifica que puede haber efectos cruzados y otros impactos que condicionen los pronósticos, el trabajo arroja una cifra de pérdida económica en un contexto de cuarentena obligatoria como el que reina actualmente. EcoGo pronostica un costo de hasta el 0,11% del PIB con el aislamiento obligatorio vigente, lo que equivale a unos $34.000 millones.
En este sentido, la mayoría de las consultoras económicas estimaban que la caída de la actividad en el país iba a ser de 2% para este año, pero ya revisaron esa proyección muy a la baja. El economista Esteban Domecq, director de la consultora Invecq, dice que, con una extensión de la cuarentena a 30 días en total, el impacto puede empeorar hasta llegar a 3%, lo que daría una contracción total anual de 5%.
Las pérdidas, detalla Domecq, se producirán por cuatro canales: 1) financiero, por el deterioro de condiciones globales, el aumento de riesgo país, la mayor probabilidad de default y la devaluación de monedas emergentes; 2) comercio exterior, por menores exportaciones, baja de precios de commodities y complicaciones operativas en la importación de insumos; 3) turismo, por el fuerte golpe a la hotelería, gastronomía, sector de agencias de viaje, aerolíneas, transporte de pasajeros y servicios generales, y 4) expectativas, por una caída de la confianza del consumidor y empresarial (con un golpe fuerte al consumo y la inversión).
Domecq señala que el riesgo radica en que, si el avance de la pandemia se extiende en el tiempo, va a ser necesario prolongar las medidas de aislamiento por varios meses. «Esta eventual prolongación de la parálisis de la actividad nos dejaría expuestos a una crisis nunca vista, que podría concluir con una caída de la actividad de hasta -18% (si extendiera 6 meses)», advierte.
Martín Kalos, economista jefe de la consultora Elypsis, subraya que el coronavirus es, obviamente, el golpe más fuerte, pero la Argentina ya arrastraba otros dos inconvenientes, como la sequía en el campo y la deuda aún no reestructurada. «Se iba un tercer año de recesión, para el que estimábamos 1,6% de caída, pero ahora el país ya se encamina a una recesión mucho más profunda, por lo que prevemos que se caerá por lo menos tres puntos más. Según este nuevo cálculo, habría una caída de 4,6% del PIB, pero aclaro que seguimos revisando aún más a la baja, dado que todavía no se sabe cuánto se prolongará la parálisis por la pandemia, cuál será el efecto de la sequía y cómo se resolverá la reestructuración de la deuda», remarca el especialista.
La consultora Orlando J. Ferreres & Asociados también hizo sus proyecciones y simuló para ello varios escenarios, con diferentes duraciones de la cuarentena. «De acuerdo con nuestro escenario base, la pandemia le costará al país un punto porcentual de crecimiento, pasando de nuestra proyección anterior de una caída de 1,4% a una contracción de 2,4% para este año, aunque la merma podría ser mayor si las medidas sanitarias se extienden en el tiempo», se expresa en su informe semanal.
Según detalla Fausto Spotorno, director de Orlando J. Ferreres & Asociados, si las restricciones impuestas sobre la actividad económica duraban 15 días (ya se sabe que el plazo será mayor), el impacto sobre el PBI habría sido de una caída de 1,2%; si persisten durante 30 días, sería de 2,7%, y si se extienden por 45 días, sería de 4,6%. Solo por lo dispuesto oficialmente hasta ahora, en principio la duración es de 24 días.
Si se escudriña en cada uno de los sectores, de acuerdo con la estimación de esta consultora se puede ver que, con una cuarentena de 45 días, el impacto en los sectores productores de bienes sería de 1,6% del PBI y en el de los sectores productores de servicios, de 5,9%.
Spotorno pone como referencia lo sucedido en China, país donde se originó la pandemia. Allí se publicaron las cifras económicas de los dos primeros meses del año, que permiten dimensionar el parate sufrido: la producción industrial registró en el primer bimestre un desplome de 13,5%, las exportaciones cayeron 17,2% y las ventas minoristas, 20,5%, en la comparación con el acumulado de enero y febrero de 2019.
En el caso de la Argentina, acota Spotorno, hay que puntualizar que se trata de uno de los países con la macroeconomía más débil. «Por esto, no cuenta con los recursos para soportar un siniestro de estas dimensiones, por lo que esperamos que los efectos ‘colaterales’ de la pandemia se sientan con mayor fuerza acá, con una contracción mayor que la del promedio de los países de la región», comenta el economista.
Otro de los ítems tenidos en cuenta a la hora de hacer el cálculo de las pérdidas que el coronavirus causará en el país es el de la recaudación impositiva. Es algo central, ya que esta es usada por el Estado para solventar sus gastos. Conforme una estimación preliminar de Nadin Argañaraz, director del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), en 2020 la recaudación fiscal podría llegar a caer 1,2 puntos del PIB, lo que equivaldría a $450.000 millones (unos US$7143 millones, al cambio oficial). «Es un cálculo estimado», aclara el economista.
Un análisis más fino que hace Argañaraz sobre la actual realidad fiscal arroja que, por un lado, está el costo fiscal de las medidas que se puedan tomar (donde se deberá observar bien a qué sectores se aplicará y qué características tendrá) y, por el otro, todo lo que aumentará el déficit por efecto de la pandemia. «Si todo lo que se anuncia viene sobre lo que estaba previsto gastar y no se recortó, el gasto total será exorbitante», advierte el especialista.
En este sentido, Argañaraz calcula: «Por el lado de lo que es relativamente cuantificable, Asignación Universal por Hijo (AUH), el bono a jubilaciones bajas, la eximición de contribuciones patronales a ciertos sectores, la inyección a la obra pública, nos da un costo fiscal de medio punto del PBI».
Pero a todo esto hay que sumarle algo que Argañaraz supone que se producirá indefectiblemente, que es una postergación del pago de impuestos con una tasa cero de interés. «Eso es lo que mínimamente empezó a pedir el sector privado; habrá que ver cómo se instrumenta», añade el economista, que enfatiza en el hecho de que, dada la incertidumbre que hay sobre la extensión de la pandemia, es muy difícil hacer un cálculo cierto del costo fiscal que se podría generar.
Es justamente sobre la duración de esta parálisis en lo que hace foco Daniel Funes de Rioja, presidente de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal). «Nadie puede predecir cuán largo será esto, pero sí se puede intuir que no será corto. La producción hoy está activa fundamentalmente en lo que es bienes de la canasta básica, pero 50% del producido de la industria alimenticia no va a tener demanda y la pérdida económica ahí no está cuantificada», afirma el directivo.
¿Y qué hay del campo, el gran proveedor de divisas al país? Ezequiel De Freijo, economista del Instituto de Estudios Económicos y Negociaciones Internacionales de la Sociedad Rural Argentina (SRA), hace un análisis pormenorizado de cada uno de los productos agropecuarios que exporta el país y, además, señala a nivel general que la caída de los precios de las commodities , que rondaron entre 10 y 15%, fueron mucho más leves que la de otros bienes (desde el 15 de enero, fecha en la que arrancó el tema).
En lo que hace a granos, De Freijo dice que acá el trigo ya se cosechó todo; el maíz, un 14%; el sorgo, un 7%, y el girasol, un 62%, mientras que las tareas de cosecha de soja recién empiezan. «Antes del coronavirus ya se esperaba una caída de 6% en las toneladas totales de granos exportables para esta campaña, lo que implica unas 7 millones de toneladas menos», puntualiza. Y aclara que aún es muy difícil medir si por el coronavirus habrá una caída de valor por baja de precios internacionales.
En carnes, el mercado local puede absorber lo que se deje de vender en el exterior, por la menor demanda que hay desde diciembre. Mientras que, por el lado de los lácteos, la cadena de suministro funciona bien, pero el tema es que 20% de la leche se destina al mercado externo y el precio internacional del principal producto de exportación, la leche en polvo entera, ha bajado de US$3100 a US$2500 la tonelada para el valor futuro en abril.
El golpe al mercado laboral
Un punto central en medio de este «efecto coronavirus» es la cuestión del empleo, algo que ha cobrado mayor relevancia en los últimos días y que causa preocupación en empresas, empleados y el propio Gobierno, que ya anunció algunas medidas tendientes a contener la situación. ¿Qué cabe esperar al respecto?
En este escenario, analiza Juan Luis Bour, economista de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), va a haber muy poco empleo nuevo (salvo en salud y alguna excepción más) y va a existir muy poca posibilidad de generar ocupación informal. «En una economía como la argentina, en una recesión se suele zafar con el empleo informal, pero acá no va a existir esa posibilidad, por lo menos hasta junio. La creación de empleo va a ser nula. Se pueden poner restricciones al despido, pero eso no hace que se creen nuevos puestos», opina.
Lo que vislumbra Bour, de todos modos, es que no va a haber despidos masivos, no solo por las medidas que impuso el Gobierno, sino porque las empresas analizan que, si esta crisis es temporal, cuando pase el momento crítico van a necesitar de su fuerza de trabajo para abastecer a una demanda que, lentamente, se va a recomponer. «Habrá caída del empleo y del salario, pero no reducciones drásticas de plantillas», acota.
Gabriel Caamaño, economista de la consultora Ledesma, dice que las medidas tomadas buscan evitar los despidos y las suspensiones no consensuadas. Se fue sobre las consecuencias. «Sin embargo, existen mecanismos en la ley y que el propio decreto no prohíbe, donde se puede avanzar en suspensiones y reducciones de jornada, con su correspondiente impacto en las remuneraciones, de forma consensuada con los gremios. Esos tipos de acuerdos ya se estaban dando y, de hecho, se están acelerando», remarca.
Para Caamaño, el impacto en los números de ocupación se va a ver por el lado de los cuentapropistas e informales. «El desempleo va a aumentar mucho más por ese lado. En el caso de los formales, el impacto va más por el lado del ingreso, ya sea formalmente (suspensión y/o reducción de la jornada laboral), o informalmente (pagos escalonados en la medida de las posibilidades)», subraya.
En síntesis, concluye, el deterioro del mercado laboral en cantidad de puestos va a ser menor que el de la actividad, pero luego su recuperación también será mucho más lenta. «En el caso de los ingresos, se espera un impacto inicial más significativo y luego, una recuperación también más rápida. Una evolución más en línea con la actividad», dice el economista.
Fuente: La Nacion