El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, cumplió este domingo 24 días sin aparecer en público y sin hacer declaración alguna, a pesar de que el mundo atraviesa por la crisis de la pandemia del coronavirus.
Según publica el diario nicaragüense La Prensa, el mandatario no ha informado a la Asamblea Nacional el porqué de su ausencia frente a una de las peores amenazas sanitarias que acechan a todo el planeta, siendo Nicaragua uno de los países más vulnerables por lo débil de su sistema de salud pública y por la cantidad de pobreza que tiene.
Analistas consultados por el diario recuerdan que la Constitución Política de Nicaragua faculta al Parlamento la posibilidad de declarar al presidente y vicepresidente de turno incapaz total y permanentemente en caso de que se compruebe que no están en sus facultades físicas o mentales para el puesto. Sin embargo, esto no estaría entre las posibilidades porque la Asamblea está controlada por mayoría del Frente Sandinista de Liberación Nacional, el partido de Ortega.
¿Dónde está?
Según el politólogo Félix Maradiaga, es urgente que el mandatario de la cara y tome el liderazgo de la lucha contra el COVID-19. «Ortega tiene décadas viviendo en un búnker y su única prioridad ha sido cuidarse él, enriquecerse él y su círculo más cercano», afirma Maradiaga. “No hay un gobierno real. No existe un gobierno en el sentido de un mecanismo del sector público que sea orientado al bienestar de la gente. Existe un grupo en el poder, pero no un grupo que gobierne”.
«La ausencia de Ortega, combinada con una política de secretismo, causa que las personas no estén seguras de nada; esto aumenta la ansiedad que la ciudadanía está viviendo ante este evento sin precedentes», dijo Eduardo Enríquez, jefe de redacción de La Prensa en un editorial.
«Es en estas situaciones que los países necesitan un liderazgo confiable y aquí ese liderazgo está ausente», agregó.
Las críticas vienen incluso de sus propias trincheras políticas: «¿Y Ortega? ¿Por qué no aparece para nada? Esconde la cara, su régimen es negligente e irresponsable, poniendo en peligro la vida de los nicaragüenses», escribió el pasado 20 de marzo la exguerrillera sandinista Dora María Tellez en Twitter.
La única que, aunque poco, aparece es la vicepresidenta y esposa de Ortega, Rosario Murillo. Ella da una breve declaración divulgada por los canales oficialistas y, en medio de arengas políticas y versículos bíblicos, trata de enviar un mensaje de calma.
«Nuestro comandante Daniel nos orienta, nos instruye, y él mismo está en comunicación y coordinación con todas nuestras autoridades», dijo a mediados de semana.
En medio de la crisis, en Nicaragua se organizan marchas multitudinarias, se realizan carnavales de verano con cientos de miles de personas aglomeradas, la gente se va a las playas y a los sitios turísticos y el gobierno les dice a la ciudadanía que todo está normal.
Los vecinos de El Salvador y Honduras (en la frontera norte) y Costa Rica (al sur) temen lo peor y ya han blindado sus fronteras para evitar que el inminente estallido del COVID-19 en el país centroamericano los afecte.
La ausencia del presidente hace que se especule que murió, que está contagiado, o que el lupus que padece se agrave. Nadie sabe nada en realidad.
Fuente: LaRed21