En China las medidas aplicadas para aplastar la infección por coronavirus fueron mucho más estrictas que las aplicadas en España y en Europa en general. Quizá algunos piensen que eso es así porque se trata de una dictadura férrea en lo social, pero el periodista Zigor Aldama explica que el éxito en la gestión de la pandemia ha sido el mismo en países como Corea del Sur y Taiwán, sin ese componente del totalitarismo político. Hasta el punto de que en este momento, en Wuhan ya autorizan macrofiestas, la población china ha vuelto a su vida normal y la economía del país ha sobrevivido.
Reconozco que primero había titulado este artículo así: «Por qué en Wuhan ya organizan macrofiestas y nosotros estamos como estamos». Luego decidí eliminar la segunda parte del titular porque está claro que las comparaciones son difíciles y seguramente equívocas, pero este artículo de Aldama me parece muy interesante no para buscar culpables o culpas o fallos, sino simplemente para aprender. ¿El qué? Cada uno debe sacar sus conclusiones, pero viendo lo que está sufriendo el tejido social y económico en España, me parece importante conocer cómo lucharon contra la pandemia en China, y cómo, a su vez, sufrieron, asumieron su responsabilidad y resistieron.
¿Cómo lo han hecho?
Según Zigor Aldama, corresponsal en Extremo Oriente que escribe desde Guyang, China, aunque está basado en Shanghái, hay que tener en cuenta tres grandes diferencias en las medidas contra la COVID-19 decretadas en China y en España.
Cuenta Aldama que Wuhan fue confinada el 23 de enero y luego lo fue toda la provincia, y así 60 millones de habitantes fueron sometidos a una «cuarentena estricta»: el transporte público fue parado por completo, sólo trabajaban los trabajadores más esenciales y se prohibió salir de casa «casi sin excepciones», o sea, que no se podía salir «ni para pasear al perro, hacer la compra o sacar la basura». Fueron cortadas carreteras e incluso se establecieron barricadas para controlar el tránsito de personas. La gente se organizaba para no sufrir desabastecimiento pero reduciendo al máximo las salidas. ¿Cómo es eso posible? ¿Nos podemos imaginar lo mismo en España? A mí me cuesta… durante el confinamiento vimos muchas cosas en televisión, pero no recuerdo ejemplos de organización vecinal parecida, solamente casos puntuales de solidaridad vecinal. Para mí, la explicación se la da a Aldama un arquitecto. Sigan leyendo.
«El confinamiento fue en cuanto a comunidad, no individual», le cuenta al periodista el arquitecto Vicente Guallart, que ha estudiado las diferencias de la cuarentena china para diseñar un barrio de viviendas en ese país, según explica Aldama. Y ese, creo, es el truco: la comunidad por encima del individuo
Las compras acabaron realizándose online o por teléfono, para minimizar la exposición de la gente, y las mascarillas fueron obligatorias desde mucho antes de que se confirmara por parte de la Organización Mundial de la Salud la transmisión aérea del virus. La OMS reconoció ese extremo el 10 de julio, pero más de 200 expertos de varios países lo habían advertido antes (el 30 de marzo la OMS había reconocido todo lo contrario, que no se transmitía por el aire).
Pero volvamos a China: a todo el que salía de casa se le tomaba la temperatura. En un par de semanas, cuenta el periodista, «se lanzaron las aplicaciones móviles de rastreo, como la app RadarCovid, que España quiere implementar ahora y que en China aún son obligatorias para la población».
76 días de confinamiento casi absoluto
Wuhan reabrió tras 76 días, cuando ya no se registraron contagios nuevos ni muertes. Fuentes de la administración china le explicaron al periodista que el objetivo no era contener el virus, sino erradicarlo. Nosotros íbamos siguiendo la curva, esperando su pico más alto y luego el supuesto descenso, pero los chinos querían aplastar esa curva.
En marzo fue decretada en China la cuarentena para quienes llegaban del extranjero y más tarde, para quienes llegaban de zonas con casos activos, sigue contando Aldama. Los confinados por cuarentena pasaban esos días en un centro sanitario, en un hotel o en su domicilio, pero en todos los casos no podían salir: eran vigilados por una cámara y un sensor de movimiento, algo que difícilmente nos imaginamos en este lado del mundo.
Tras la reapertura de Wuhan, sus 11 millones de habitantes se hicieron un test. Los positivos, explica el periodista, «independientemente de que fuesen asintomáticos, fueron puestos en cuarentena. En España, como contraste, rastreadores que llaman a los infectados para ver si han desarrollado síntomas los han llegado a encontrar en la playa»
Los rebrotes han sido tratados con medidas similares a las aplicadas en Wuhan: cuarentena para los contagiados y observación para todos sus contactos, ya se trate de pasajeros de avión o de tren, o de habitantes de la capital Pekín o de pequeñas ciudades fronterizas. Desde el día 16, destaca Zigor Aldama, en China no ha enfermado nadie, la veintena de casos declarados han sido importados del extranjero.
Sufrimiento y recompensa
Los chinos han sufrido para derrotar al coronavirus, también la economía del país se ha resentido sustancialmente, pero ahora están retomando su actividad y su vida con seguridad, como le explican al periodista algunos residentes de Wuhan. Por eso ya pueden celebrar macrofiestas como la que muestra la foto, en una piscina, con un aforo del 50% y el código verde para todos los asistentes en la aplicación móvil.
Explica Aldama que es cierto que China al completo sólo cerró un par de semanas, pero recuerda también que incluso la población de ciudades que no fueron confinadas se quedó en casa, teletrabajando
En China se tomaron medidas muy estrictas y drásticas para derrotar al virus. En otros países, recuerda el periodista, no totalitarios sino democráticos, como Taiwán o Corea del Sur, donde también han luchado con éxito, las poblaciones no fueron confinadas pero en cambio se destinaron a la lucha «multitud de recursos para operaciones de rastreo» y se hicieron cuarentenas selectivas «que han salvado sus economías».
La conclusión del periodista es clara: «La Corea capitalista todavía sufre algunos rebrotes, en casos relacionados con actividades de ocio, pero nada comparado con la segunda ola de España. Eso sí, nadie pone en tela de juicio que haya que descargar una aplicación móvil que puede atentar contra su privacidad para combatir el coronavirus».
Otra conclusión la pone sobre la mesa uno de los habitantes de Wuhan, en declaraciones a Aldama: “China ha sufrido mucho para batir al coronavirus. La economía de mi provincia ha quedado devastada, pero ahora podemos salir y reanudar la actividad con seguridad. En Occidente, veo que hay temor a las consecuencias económicas y políticas y por eso no se decretan las medidas que serían deseables. Pero, a largo plazo, eso va a ser más dañino”.
Espero que, como decía al principio, esta información haya sido útil, ya sea como curiosidad, ya sea para aprender. Estamos viviendo una crisis global, no estamos solos, y aunque eso no sea siempre un consuelo, sí que consuela saber que hay otras formas de luchar que, nos gusten más o menos, están dando buenos resultados. Y no me refiero tanto a la política y a las medidas ordenadas por las autoridades, como a las decisiones de cada uno. Queda claro, pienso, que la responsabilidad es de todos, y eso sí es algo que vale la pena aprender.