En una semana, el local “Buena Vida”, ubicado en el centro comercial de Km 3, sufrió dos robos. El dueño relató a ADNSUR su angustia e impotencia ante la recurrencia de los hechos y la participación de niños.
La inseguridad continúa haciendo estragos en el corazón comercial de Km. 3, en la zona norte de Comodoro Rivadavia. El almacén gourmet “Buena Vida” fue blanco de dos robos en una sola semana, un hecho inédito para el local, donde los delincuentes utilizan a menores de edad para hacer de “campana” y sustraer exclusivamente bebidas alcohólicas.
En comunicación con ADNSUR, Marcelo Luján, dueño del comercio, expresó su conmoción y frustración: “Es angustiante porque ya es muy recurrente. Antes teníamos algún que otro robo, pero ahora tuvimos dos en una sola semana; nunca nos había pasado y lo lamentable es que vienen con chicos”, afirmó.
Al respecto, Luján contó que, como padre, ve con preocupación el futuro de los niños involucrados. “Yo tengo dos hijos menores de edad y da mucha bronca e impotencia porque esa generación ya sabe robar”, lamentó.
Cámaras de seguridad: una medida que no disuade
A pesar de haber implementado un sistema de videovigilancia para intentar prevenir estos hechos, los delincuentes actúan con total desprecio.
“Pusimos cámaras de seguridad para ahuyentar un poco, pero igual roban. Miran las cámaras, no les importa nada”, contó el comerciante, y recordó un episodio de hace seis meses: “Por ejemplo, cuando inauguramos las cámaras, entró un muchacho que las miró y robó; le faltó mandar saludos nomás”.
El modus operandi: menores en la puerta y bolsas grandes
Por otra parte, el comerciante detalló cómo se desarrollaron los dos robos más recientes. El jueves, una mujer acompañada de un niño sustrajo una botella de gin, un fernet y una cerveza.
“Lo puso al nene de campana y cuando vio que el negocio se llenó de gente, aprovecharon”, explicó. Sobre el rol del menor, fue contundente: “El menor estaba de campana; yo lo vi en la grabación, estuvo como unos 40 segundos afuera mirando por la ventana hasta que entró gente y ahí entraron”.
El miércoles, una pareja que ingresó aparentando ser clientes también robó, acompañada en ese caso por dos niñas. El comerciante señaló que ahora analiza las situaciones con más detenimiento y notó un patrón.
“Ahora me pongo a pensar y los dos ladrones venían con bolsas grandes para esconder las bebidas, pero tampoco podés ponerte en la puerta a decir: ‘No, no entren con bolsas’”.
Esta situación genera un dilema constante entre atender a la clientela o vigilar las cámaras, imposibilitando el normal desarrollo del trabajo. “Uno, lamentablemente, o atiende a la gente, o se pone a vigilar las cámaras; no podés trabajar así”, se quejó Luján.
Cambios forzados y un llamado a la reflexión
Como medida preventiva inmediata, el comerciante se vio obligado a reacondicionar su local. “Ahora tuve que sacar todas las botellas de alcohol de ese lado y poner otras cosas”, reveló.
Este hecho contrasta con la filosofía de su negocio, que atiende a un público diverso. “Tenemos un negocio donde viene gente de nivel adquisitivo alto, pero también medio; hasta los jubilados vienen a veces; entonces, uno no puede estar prejuzgando a la gente”, reflexionó.
Si bien informó a la policía y les envió el material audiovisual, Luján aclaró que no realizó la denuncia formal. Finalmente, el comerciante alertó sobre un aumento general de la problemática: “En este último tiempo hay más robos, más gente pidiendo también, porque acá mucha gente viene a pedir y se le da comida.”