En el Día Mundial de la Dislexia, especialistas explican cómo se manifiesta esta dificultad y qué hacen las escuelas de Comodoro para acompañar a los estudiantes.
Cada 8 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Dislexia, una fecha clave para visibilizar esta dificultad del aprendizaje que afecta la lectura, la escritura y la comprensión de textos.
La psicopedagoga comodorense Marcela Escobar explicó a ADNSUR que, aunque la dislexia es un término conocido, muchas veces se interpreta de forma errónea.
“La dislexia es una dificultad específica del aprendizaje. Específica porque involucra determinados procesos cognitivos, y lo más visible suele ser la dificultad para adquirir la lectura, la escritura y seguir las reglas ortográficas”, señaló Escobar.
La dislexia, una dificultad poco comprendida pero muy común
La especialista aclaró que no se trata solo de confundir letras, sino de un proceso mucho más profundo. “Aprender a leer es un proceso muy complejo que involucra múltiples habilidades y oportunidades, tanto del niño como del entorno escolar y familiar”.
A diferencia del lenguaje, la lectura no es una capacidad natural. “El cerebro no viene preparado para leer, y eso es algo que las neurociencias descubrieron hace relativamente poco. Leer implica un reciclaje neuronal: el cerebro debe reorganizar zonas vinculadas al lenguaje y la visión para crear nuevas rutas que permitan reconocer las palabras automáticamente”, explicó.
Ese proceso, conocido como reciclaje neuronal, permite que el niño, con la práctica, reconozca una palabra casi como si fuera una imagen. “Cuando ese automatismo no se logra, aparece la dislexia. Los chicos con dislexia pueden aprender a leer, pero lo hacen de forma más lenta, con más errores o menor precisión. No es que no aprendan, sino que necesitan más tiempo y acompañamiento”, añadió Escobar.
No todos los chicos con dificultades para leer tienen dislexia
Escobar advirtió que las señales de alerta muchas veces se confunden o se minimizan. “A veces se piensa que el chico va a aprender el año que viene o que es una cuestión de madurez, pero el momento de actuar es ahora. Si un niño termina primer grado y todavía tiene serias dificultades para leer, hay que evaluarlo”, indicó.
La psicopedagoga remarcó que esas evaluaciones deben realizarse fuera de la escuela, por profesionales especializados. “Cada caso es distinto, no se puede generalizar. Pero lo que suele observarse es una demora en el aprendizaje de la lectura y la escritura, confusión de letras o palabras parecidas, o una falta de fluidez en la lectura”.
El impacto emocional también es significativo. “Los chicos con dislexia entienden perfectamente los cuentos, pueden relatar y reflexionar, pero la lectura por sí sola se les hace cuesta arriba. Eso genera frustración, ansiedad y baja autoestima, porque se sienten menos capaces que sus compañeros, cuando en realidad tienen el mismo nivel de comprensión y pensamiento”, afirmó Escobar.
Qué tan preparadas están las escuelas de Comodoro
Sobre el sistema educativo, Escobar reconoció avances, aunque con grandes desafíos. “Sería injusto decir que no estamos preparados, porque hay docentes muy motivados que se informan y acompañan. Pero es cierto que la formación docente inicial no siempre incluye las dificultades específicas del aprendizaje, como la dislexia”.
La especialista destacó que muchos docentes aún creen que este tema corresponde solo a educación especial. “Hoy la escuela debe ser abierta a la diversidad, y eso implica atender las distintas formas de aprender”.
En Argentina, desde 2016 rige una ley nacional sobre dislexia y otras dificultades específicas del aprendizaje, que garantiza a los estudiantes el acceso a adaptaciones pedagógicas y evaluativas. Sin embargo, su aplicación sigue siendo desigual.
“A veces nos encontramos con chicos diagnosticados a los que la escuela les toma un dictado y les pone nota, sin considerar su dificultad. Eso genera un trabajo permanente con las familias y los docentes para sensibilizar, porque las adaptaciones que necesitan no son complejas, pero sí requieren empatía y conocimiento”, advirtió.
Entre esas adaptaciones, mencionó ejemplos simples: “No se trata de no corregir los errores, sino de no calificarlos con una nota que penalice. También se puede anticipar el texto de una evaluación para que el niño lo lea antes, o priorizar la oralidad sobre la escritura. Son ajustes pequeños, pero que hacen una gran diferencia”.
Pequeños cambios que generan grandes resultados
Escobar también remarcó la importancia de adecuar el material escolar. “En algunas escuelas las fotocopias son muy pequeñas o con textos apretados, y los chicos con dislexia necesitan más claridad visual: letras más grandes, tipografía adecuada, espacios amplios”.
Recomendó además fomentar la lectura en voz alta, el uso de audiolibros y estrategias que fortalezcan la confianza del alumno. “No hay una receta única, pero sí muchas formas de acompañar. Lo importante es que el niño sienta que puede, que no está solo y que su manera de aprender también vale”.
La profesional destacó que cada vez más docentes buscan capacitarse. “Vemos ganas de ayudar, pero falta formación. Las escuelas hacen lo que pueden, especialmente en el ámbito público, donde las demandas son muchas. Pero cuando se les brinda información, la mayoría responde muy bien”, valoró.
En el cierre, Escobar hizo un llamado a la empatía y la comprensión. “La dislexia no es una enfermedad ni una falta de inteligencia. Es una forma diferente de procesar la información escrita. Y cuando el entorno entiende eso, el chico florece”, concluyó.




