Si bien algunos temas resultaban de interés, se había generado cierta expectativa previa por dos de ellos. Uno era el efecto de los dichos del diputado David González acerca de los intendentes y el otro, previsible, iba a ser la defensa ya iniciada del Comisario Gómez por parte del diputado de Cambiemos, Manuel Pagliaroni.
Así que lo que restaba en observar era el cuestionamiento que llevarían a cabo los diputados del oficialismo que seguramente habrían preparado artillería pesada para ambas situaciones. Y si bien la expectativa previa era casi similar a la del partido que a la noche tendría la selección nacional, el resultado fue claramente diferente.
Afortunadamente para todo el país, la selección ganó, jugó bien y gustó.
Desafortunadamente para los chubutenses, la paupérrima argumentación de los exponentes del Chusoto, incluso en la defensa obsecuente y ciega de su caudillo máximo, resultó hasta aburrida.
González con mucha hidalguía acepto su error y pidió disculpas. Era lo que correspondía más allá de sus explicaciones. Pero al tiempo de ser exigido (torpemente por el diputado ex intendente de Pirámides y actual requerido por el Tribunal de Cuentas para devolver 400.000 pesos, cuestión que seguramente tratarán de solucionar a la brevedad) para que incluyera en esas disculpas al Gobernador, González se negó fundadamente recordando sólo una escasa cantidad de las muchas veces que el «Highlander la política provincial» (según lo definió su hija) agravió a los diputados con mentiras e infamias, sin siquiera ponerse colorado. Y mucho menos haberse disculpado.
El otro tema que había generado expectativas, venía de la mano de la exposición de Manuel Pagliaroni, la inseguridad en Trelew y el Comisario Gómez. Pero para sorpresa de muchos, el dirigente radical sólo arrancó con esos temas para introducirse en una cuestión también profunda. En un razonado y contundente detalle, enmarcó la conducta del Gobernador hacia el Comisario Gómez, en la sucesiva y reiterada a diario costumbre de agraviar, acusar sin pruebas, mentir y desprestigiar, a cuánta persona se le ocurra en tanto no responda a las filas de sus fieles o se atreva a contradecirlo de alguna manera. O incluso que él considere en esas circunstancias.
Y esto generó lo más desopilante de la tarde que vino de la mano del jefe de bancada del Chusoto y la defensa de su jefe. Detrás de su verborragia de difícil, por no decir de imposible consistencia, el desaforado legislador justificó la conducta de su caudillo, en que para eso tenía fueros y había sido elegido por tres veces Gobernador. Lamentable si no fuera porque además se trata de «el as de espadas» del Chusoto en la Legislatura y en aguardo de un agujero importante en el Ejecutivo.
Del daño a las personas, las instituciones y la política, paraael legislador mejor ni hablar.
De los efectos en la sociedad de estas conductas de su máximo dirigente, tampoco.
De la violencia institucional de estos arrebatos y de la pequeñez moral de sus orígenes, menos aún.
Pero ya era demasiado para una tarde de expectativas frustradas.
Carta Lector