María Estela Martínez abandona la Audiencia Nacional, después de que el juez Juan del Olmo ordenara su libertad provisional, en enero de 2007. EFE |
María Estela Martínez de Perón, Isabelita, ha roto un largo silencio mediático. En el tradicional listado de avisos fúnebres que cada día publica el diario La Nación, entre el presidente Mauricio Macri, otros políticos, empresarios y amigos que despidieron al líder sindical Gerónimo Momo Venegas, muerto el lunes a los 75 años, pudo leerse en un pequeño recuadro: “La ex presidenta de la Nación Argentina, Sra. María Estela Martínez de Perón, despide con profundo afecto al Momo y ruega una oración en su memoria». Nada más, pero suficiente para que los argentinos recordarán que la viuda del general Perón, derrocada por los militares en 1976, está allí, en las afueras de Madrid, donde vive alejada de la política, el ruido y las noticias.
Isabelita tiene 86 años y poco se sabe hoy de ella. Tiene problemas de movilidad, apenas sale de su casa y su principal ocupación es visitar a los médicos que cuidan de su salud. Pero alguna vez estuvo en el centro de la escena. En 1974 se convirtió en la primera mujer iberoamericana en alcanzar la presidencia de un país, luego de suceder a su marido, Juan Domingo Perón, muerto ese mismo año. En 1976 fue derrocada por los militares y encarcelada hasta 1981, cuando se exilió en España. Son contadas las veces que volvió a su país, la última en 1994, para participar de una misa oficial por el día de la Independencia junto al presidente Carlos Menem (1989-1999). Ya había visitado a Menem apenas éste asumió en 1989, en el que fue su regreso al país tras las visitas que hizo en 1988 y 1984 al radical Raúl Alfonsín, el presidente de la transición.
Luego de esos viajes esporádicos a Buenos Aires, en los que apenas hablaba con la prensa, poco más se supo de ella. En 2002 autorizó por carta al presidente Eduardo Duhalde a iniciar las obras para trasladar los restos del general Perón desde la sede de la Central General del Trabajo (CGT) en Buenos Aires hasta la quinta de San Vicente, la residencia de descanso del militar y su esposa Eva Perón, en las décadas del 40 y 50. Esa carta fue el último acto político de Isabel.
Los argentinos no volvieron a escuchas su nombre hasta 2007, cuando fue detenida en Madrid a pedido de un tribunal argentino, que la quiso juzgar por crímenes de lesa humanidad cometidos durante su presidencia, entre 1974 y 1976. Isabelita debía responder por el accionar de la Triple A, un grupo paramilitar de extrema derecha controlado por el hombre fuerte de su Gobierno, José López Rega. La Triple A fue el germen de lo que luego sería el terrorismo de Estado aplicado por la dictadura. Isabelita estuvo presa pero la causa no prosperó: la justicia española dio por prescritos los delitos. Este año, la Corte Suprema de Argentina la citó a declarar en otra causa por delitos de lesa humanidad, pero luego fue absuelta.
El País