Un grupo de investigadores de la Universidad de Stony Brook (Estados Unidos) determinó que el suelo de la Luna es dañino para los seres humanos, a partir de una experimentación con partículas que simulan la capa de polvo del satélite. Las consecuencias van desde una bronquitis hasta el cáncer.
La conclusión surge a partir de un estudio realizado el año pasado, en el que no se utilizaron muestras de rocas lunar traídas por las misiones Apolo de la NASA, sino suelos simulados, compuestos de la mismas partículas que los originales. El equipo expuso células de pulmón humano y células de cerebro de ratón a muestras de suelo lunar simulado. Resultó así que hasta el 90% de las células de pulmón humano y neuronas de ratón murieron.
El polvo lunar es, incluso, peor que inhalar cenizas volcánicas o restos de minas de carbón, ya que causa bronquitis, irritación ocular y cicatrización del tejido pulmonar. Incluso aumentaría el riesgo de contraer cáncer.
Las partículas lunares mataron a las células cultivadas de los pulmones humanos con tanta eficacia que los investigadores estadounidenses ni siquiera estiman el daño para el ADN de los seres vivos.
Como la Luna carece de atmósfera, su suelo es constantemente bombardeado por partículas cargadas que provienen de capas superiores del Sol, que brindan a la corteza lunar una potente carga electrostática. Hasta el momento, los riesgos para la salud fueron ignorados en gran parte por las agencias espaciales que buscan comprender los riesgos a la salud a largo plazo de los viajes espaciales, indicó Europa Press.
Los investigadores de la Universidad de Stony Brook todavía desconocen de qué manera el suelo lunar simulado mata las células, pero sospechan que la culpa es de la respuesta inflamatoria que provoca dentro de ellas o de los radicales libres que despojan los electrones de las moléculas e impiden que la célula funcione correctamente.
La genetista Rachel Caston comentó que las futuras misiones tripuladas para explorar la Luna implican severos peligros para la salud de los astronautas, que son aún más graves «que los riesgos inmediatos del espacio en sí».
Los problemas para la salud son similares a los que atravesaron los tripulantes de la misión Apolo 17, como fue el caso del astronauta Harrison Schmitt en 1972. Tras su viaje espacial padeció estornudos, ojos llorosos y dolor de garganta, aunque desconoció en aquel entonces las razones.
Fuente: los andes