Esta parte del cerebro es clave para el desarrollo de la personalidad en los primeros años de vida.
Un equipo de neurobiólogos y psiquiatras del Centro Médico Irving de la Universidad de Columbia (Estados Unidos) ha descubierto que ciertas estructuras peculiares del cerebelo podrían guardar relación con diferentes trastornos del espectro del autismo (TEA). Esta dolencia causa problemas de comunicación e interacción, y lleva a desarrollar patrones de comportamiento repetitivos y limitados. Sus síntomas suelen aparecer en los dos primeros años de vida. Dado que son numerosos y se presentan en distinto grado en cada individuo, los especialistas prefieren evitar el uso del término “autismo” para englobarlos, y optan por emplear el de trastornos del espectro del autismo.
El cerebelo, una masa de tejido nervioso situada en la parte posterior del encéfalo, procesa información proveniente de otras regiones del cerebro, de los receptores sensoriales y de la médula espinal. Su objetivo: gestionar el equilibrio y los movimientos del sistema musculo-esquelético. Pero parece que sus funciones van más allá. Investigaciones recientes señalan que participa en la función cognitiva y el aprendizaje implícito, aquel que nos permite averiguar las normas sociales aunque no nos las expliciten. Son dos aspectos clave en el desarrollo de una personalidad sin los problemas de comunicación y relación típicos de los autistas.
El cerebelo, pequeño gran desconocido
Hasta ahora, los estudios dedicados al autismo basados en técnicas de neuroimagen obviaban el cerebelo, algo que supone un gran error, según Kristina Denisova, parte del equipo responsable del estudio. Esta psiquiatra explica que el cerebelo constituye solo el 10 por ciento del volumen del cerebro, pero contiene el 80 por ciento de sus neuronas: “Imagina observar solo el 20 por ciento de las neuronas del cerebro y construir una teoría del desarrollo atípico de la personalidad a partir de un conocimiento así de limitado”.
Para examinar el cerebelo, los científicos de la Universidad de Columbia aplicaron técnicas de análisis fractal 3D a imágenes obtenidas por resonancia magnética. Sin meternos en explicaciones farragosas: este método permitió calcular la dimensión fractal (una medida de la complejidad estructural) de la capa externa del cerebelo de 20 chicos autistas de entre seis y doce años de edad, y compararla con la de chavales sin este trastorno.
Descubrieron que los niños autistas presentaban una dimensión fractal significativamente menor en la corteza derecha del cerebelo que los otros, lo que implicaba que la superficie de esa zona era más plana de lo normal. Dado que esa parte del cerebelo interviene en el procesamiento del lenguaje, el hallazgo sugiere que una superficie más plana de esta estructura podría vincularse a las dificultades comunicativas propias de los trastornos del espectro del autismo.
Investigaciones anteriores ya habían encontrado cierta relación entre la anatomía del cerebelo y algunos síntomas del autismo, pero las pruebas resultaban poco sólidas. Las que aporta este trabajo son más fuertes. Por ejemplo, ha comprobado que los chicos autistas con una estructura del cerebelo más parecida a la normal tienen mayores habilidades comunicativas que las habituales en quienes sufren este trastorno.
Este estudio supone un paso más en el conocimiento de una enfermedad todavía llena de misterios para la ciencia, y que afecta a alrededor de 1 de cada 100 nacidos en Europa, según estudios epidemiológicos citados por la Confederación Autismo España.
Fuente: Muy Interesante