Alquilaron una casa y la convirtieron en un cabaret. Se beneficiaron de la ganancia por los servicios sexuales. Los denunciaron y fueron a juicio.
Ernesto David Dejodas fue condenado a 5 años de prisión en una cárcel federal por promoción y facilitación de la prostitución de nueve víctimas, agravado por abuso de una situación de vulnerabilidad; Lorna Fabiana Ruiz, como partícipe secundaria, a dos años y seis meses en suspenso. Hará 100 horas de trabajos no remunerados a favor del Estado o de una institución de bien público. El fallo fue del Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia.
La causa empezó con la denuncia de María Lourdes Schlemminger, delegada de la Dirección Nacional de Migraciones de Puerto Madryn. Recibió llamados anónimos de una mujer muy alterada denunciando que en Roberto Gómez al 200 tenían a una jovencita de Paraguay engañada para explotarla sexualmente. La vivienda ya había sido mencionada en la línea telefónica de la Municipalidad: habían denunciado que Héctor Omar “Cura” Segundo “llevaba prostitutas y narcotráfico” al cabaret.
Grupo
Prefectura Naval y Policía verificaron que allí un grupo de mujeres ejercía la prostitución –algunas extranjeras-, vivían y vendían alcohol. El encargado era Dejodas. Se movía en una Renault Kangoo. En la barra atendía un travesti –Luciana- que cobraba pases y bebidas, y repartía las ganancias. Los hombres iban de noche. No había cartel: tocaban timbre. El lugar era conocido por el boca a boca. Dejodas tenía la llave y llevaba cajones de bebidas, hielo y elementos de limpieza. En ocasiones llevaba y traía a las mujeres.
Su domicilio era Colón al 600. Allí vivía con su mujer Ruiz y un nene de 3 años. Ella también descargaba mercadería en el VIP y se retiraba.
En el burdel, a las 23 llegaban las mujeres. Se iban a las 8. Los pases se cobraban $ 500 la media hora y $ 1.000 la hora, y $ 200 la copa con las alternadoras.
El primer allanamiento fue el 15 de junio de 2016 a las 23.20. Se halló el contrato de alquiler. Ruiz era locataria y Dejodas, garante. Había preservativos, una bolsa con pulseras de colores, bebidas alcohólicas, documentación, un pendrive y $ 485,75 en una caja fuerte abierta sobre el mostrador.
Había mesas, sillas, una barra, una fonola, tres baños y tres habitaciones. Al menos 5 mujeres vivían y trabajaban. La casa no tenía habilitación ni matafuegos. Tenía cables sueltos, suciedad y olores nauseabundos. La Dirección Provincial de Lucha contra la Trata y el Tráfico de Personas entrevistó a las chicas. Varias eran paraguayas. Por eso ayudó una civil de Prefectura, intérprete de guaraní.
Hubo otro operativo la madrugada del 17 de septiembre de 2016. Estaba Dejodas junto con 12 hombres y 9 mujeres, la mitad extranjeras, todos bajo una luz tenue. Uno era el “Cura” Segundo: le incautaron plata y un cheque.
Se secuestraron 49 preservativos, 7 sobres de gel íntimo, condones usados en un tacho, un carnet de discapacidad de una de las mujeres, 103 litros de alcohol y tarjetas con la leyenda “Si andas buscando un buen momento Roberto Gómez”. Había un guante con $ 12.710.
En la pared un cartel: “Después de las 05:00 AM todo compartido”. Vasos, botellas y una bolsa con algo de cocaína. Se hallan una tarjeta con la inscripción “Director Espiritual” con un telefóno. Cuadernos y libretas con anotaciones. También comprobantes de transferencias de Wester Unión. Cuando amanecía apareció la madre de una de las chicas y se la llevó.
En simultáneo se allanó la casa de la pareja, en calle Colón. Ruiz estaba con su nene y “en estado de shock”. Le dijo a la Policía que se estaba separando y sólo vendía cosméticos para mantener a su hijo. Hallaron un certificado de discapacidad de una de las mujeres. Había anotaciones en papel de “Lore”, “Anto”, “Sara” y “Cele”.
Ruiz sacó del placard una bolsa de nylon con fajos de efectivo y la guardó entre su ropa. Era “la comida de su bebé”. Pero debió entregarla: eran $5.900.
La pareja había alquilado la casa de calle Roberto Gómez a $ 20 mil para hacerla VIP. Según la sentencia, el hombre decidía quiénes podían trabajar, dando alojamiento en algunos casos. Se quedaba con la mitad de la venta de alcohol. Le pagaban por ser patovica del local y aportaban dinero para el alquiler.
Dejodas y Ruiz aprovecharon que las mujeres eran muy pobres, con hijos pequeños y poca educación. Algunas ni hablaban español, estaban lejos de sus hogares, sin contactos en la zona. Llegaban a Madryn y lo contactaban para ejercer la prostitución, acordando condiciones. Algunos mensaje de WhatsApp, por ejemplo: “La Cele quiere venir con un embarcado veni atender”; “Voy a salir a comer un rato te aviso para que después no me digas que salgo con clientes” u “Hola, soy Mika, me puedo tomar el día?”.
Los jueces Nora Cabrera de Monella, Enrique Guanziroli y Mario Reynaldi consideraron probado que Dejodas y Ruiz alquilaron y pusieron a disposición la casa para promover la prostitución. Él decidía nombres, días y horarios. Se convirtió en un prostíbulo sin habilitación con servicios sexuales, venta de bebidas y música.
Dejodas declaró que “no todo es verdad” y que las chicas decidían las condiciones de trabajo. Usaban su celular porque tenía un buen abono. Se vendía mucha bebida, cerveza, whisky, fernet, champagne. Tenía llave porque cuando llevaba la bebida abría la puerta sin despertarlas.
“Tenía que cuidar a las chicas para que no les pase nada. Llamaba habitualmente a la empresa de remis frente a la terminal para que se llevara a una persona pasadas de copas, y él pagaba”. Reveló que la Policía iba todas las noches, pedía documentos a todos y se retiraban.
Explicó que los mensajes con su hijo eran “chistes” (ver columna). “No tenía experiencia en esta clase de negocios. Generalmente las chicas explicaban las reglas”. Las pulseras de colores eran para contar las consumiciones.
Según la versión de Ruiz, su pareja, con su esposo vendían pescado y esa era la plata hallada. Ella iba a la casa a vender cosméticos a las mujeres. Estudió Abogacía hasta tercer año y tiene dos hijos, de 22 y de 5.
En la causa consta un billete de $ 5 con una escritura “Ayuda soy Celeste me tienen en Roberto Gómez, no me deja salir el dueño de Madryn soy de Paraguay ayúdenme”. Una mujer se lo dio a la Policía en un revistero.
Según el informe de la Dirección Provincial de Lucha contra la Trata y el Tráfico de Personas , en varias se constató el Síndrome de Estocolmo: “Las víctimas se identifican con su captor, quedando a expensas de sus decisiones sobre sus cuerpos y vidas y manteniendo un lazo de fusión que atenta contra su libertad de acción y decisión”.
Eran comprensivas y benevolentes con la conducta de Dejodas. “Hubo contradicciones en los relatos cuando se preguntó cuánto ganaban, eso permite inferir que trataban de encubrir al reclutador. Conocían a la esposa del reclutador y según sus palabras, ´ella es muy buena´. Nunca pudieron decir que eran reclutadas sino que se les ofrecía una casa, dinero y comida”.
Tenían bajo nivel de escolarización, sin primaria terminada. Sólo una contaba con secundario completo. “Preguntadas por si podían elegir negarse a atender a un cliente manifestaron que eran obligadas”. De la venta de copas cobraban el 50% de las ganancias. Sólo compartían gastos de la compra de bebidas y limpieza. Trabajan toda la semana de 0 a 6. “En el momento de la entrevista se encontraban muy alteradas”.
Diario Jornada