Hasta el siglo pasado, las sopas concentradas eran un invento poco popular de uso militar. Así fue como un emprendedor suizo las popularizó en las recetas familiares de todo el mundo, desde Colombia hasta India, y las convirtió en un negocio millonario.
Estaba fascinado con la clarividencia. Hacia finales del siglo XIX, se habían popularizado prácticas como el espiritismo, la telepatía o la precognición, y Julius Maggi no estaba ajeno a esa tendencia por descubrir el misterio del «más allá».
También era la época de los grandes inventos, como el automóvil, el cine, el teléfono o el avión y en medio de esa vorágine, el emprendedor suizo (descendiente de italianos) instaló una fábrica de harina de trigo en el pueblo de Kemptthal, cerca de Zúrich.
Impulsado por la idea de crear nuevos productos, Maggi se puso a experimentar con fórmulas alimenticias que dieran cuenta de los grandes cambios sociales y económicos generados por la Segunda Revolución Industrial en Europa.
Como cada vez más mujeres estaban trabajando en fábricas, el empresario se dio cuenta de que los hábitos de alimentación y consumo de la clase trabajadora también estaban cambiando a pasos agigantados. ?
Entonces, Maggi desarrolló primero harinas hechas a partir de guisantes y frijoles. Más tarde, en 1885, sacó al mercado sopas instantáneas y en 1886 lanzó el primer concentrado de condimento Maggi en formato líquido, como base para hacer sopas y salsas, según datos de Nestlé (empresa que compró la marca en 1947).
Buscando nuevas fórmulas, el suizo elaboró sopas poco tradicionales con gusto a curry y una insólita imitación a lo que sería el «sabor de tortuga», así como un condimento con sabor a trufa.
Hasta que finalmente, a comienzos del siglo XX, Maggi comercializó el concentrado de caldo con forma de cubo.
Como suele ocurrir con muchos productos, la creación de la sopa concentrada es materia de debate. Algunos historiadores atribuyen la invención al francés Nicolás Appert en el siglo XVIII (como alimento para los soldados de Napoleón) y otros al químico alemán Justus von Liebig.
Pero los famosos cubitos Maggi con sus colores amarillo y rojo -que se venden en el supermercado hasta el día de hoy- provienen del hombre que soñaba con ver el futuro.
En la actualidad, el imperio Maggi es una marca que a través de sus productos como caldos concentrados, sopas, sazonadores, salsas o noodles, ha logrado entrar en la cocina de las casas de casi todo el mundo.
Vende más de 7.000 productos (considerando todas las variedades y tamaños) en 98 países, y sigue utilizando una estrategia de comercialización a precios convenientes para llegar a la mayor cantidad de consumidores posible.
Una marca global
La marca se expandió por el mundo desde su inicio. Gracias a factores como la colonización europea, los movimientos migratorios y los tratados de libre comercio entre países, los productos Maggi se hicieron populares rápidamente, especialmente en África y en Asia.
En América Latina ha pasado a formar parte de las recetas familiares desde México a Chile, y en muchos hogares le agregan los cubitos, o el sazonador líquido conocido como jugo Maggi, a una gran variedad de platos.
«La gente se lo agrega a casi todo. Sirve para sazonar la carne, el arroz y hasta algunos le agregan el jugo Maggi a la cerveza michelada», dice Alberto Nájar, corresponsal de BBC Mundo en México.
Los consumidores lo encuentran sabroso, rápido de usar y con un precio relativamente razonable.
«Yo lo uso en la carne asada. Es muy rendidor y con unas pocas gotitas basta», cuenta la mexicana Ruth Montoya.
En la década de 1930 los productos Maggi ya estaban cruzando la frontera china. En los 70 llegaban los primeros noodles a Malasia y muy pronto ingresaron a India, donde formaron un gigantesco imperio.
Se abrieron paso en los mercados de Sudáfrica, Ucrania y Nueva Zelanda… y así, avanzaron por todos los rincones.
Aunque se trata de una sola marca, los productos son diseñados para adaptarse a los gustos locales en los distintos mercados y esa es quizás, una de las claves que ayudan a entender su éxito comercial.
«Creamos recetas que satisfacen los gustos locales», le dijo a BBC Mundo a través de un correo electrónico Nelson Pena, presidente de Baking Global Foods en Nestlé Estados Unidos.
«Siempre que sea posible, seleccionamos los ingredientes locales que generan un sabor auténtico, como hierbas y especias».
Eso explicaría por qué el cubito Maggi de India no es el mismo que el de España o el de Argentina.
Protestas contra Maggi
La expansión del gigante no ocurrió sin graves problemas. En 2015, luego que pruebas del gobierno mostraran elevados niveles de plomo, consumidores en India salieron a las calles a protestar, quemando tallarines de la marca.
La crisis se extendió por varios meses, desembocando en una prohibición de la venta de productos Maggi en todo el país y con Nestlé retirando del mercado miles de toneladas de productos, aunque la empresa insistía en que los análisis del gobierno eran errados.
Hacia fines de ese año, la Corte Suprema de India puso fin a la prohibición de venta de los productos, luego que aprobaran nuevos exámenes de calidad.
El incidente tuvo repercusiones en el este de África, donde una cadena de supermercados retiró temporalmente los tallarines en Kenia, Uganda, Tanzania, Ruanda y Sudán del Sur, en medio de preocupaciones sobre la seguridad del producto.
Pese a estas crisis, Maggi ha seguido creciendo y tiene entre sus principales mercados Alemania, India, Medio Oriente, África Occidental y Brasil, el mayor consumidor de América Latina.
Actualmente la marca está embarcada en un plan de renovación de su portafolio de productos hasta 2020, que incluirá «remover ingredientes que los consumidores no reconocen fácilmente y agregar más de los que sí identifican», informa la empresa.
Fuente: Semana