Como si la reestructuración de la deuda no arrastrara ya suficientes problemas, en la semana que acaba de terminar el derrumbe de los bonos despertó la inquietud de que los fondos buitre vuelvan a sobrevolar sobre Argentina. Hoy los papeles argentinos cotizan a una paridad de entre el 45 y el 50% de su valor, pero en la semana perdieron más del 5%. Y si esta tendencia se profundiza podría caer a 30%, lo que el mercado evalúa como»zona buitre».
Pero que sean fondos de inversión no los convierte en buitres. Estos fondos manejan capital de administradoras de pensión, aseguradoras o inversores institucionales, entre otros. Algunos compraron los bonos en el momento en que fueron emitidos, tal como ocurrió con Templeton -de buenos lazos con la gestión macrista- durante 2018. Otros, con una estrategia más arriesgada, los compraron cuando estalló la crisis a una paridad de 50% con la expectativa de que fueran reestructurados y así pudieran llevarse una tajada interesante.
En cambio, los fondo buitre actúan como las aves de rapiña: se sientan a esperar que su «presa» esté en una situación terminal. Sólo compran cuando el default es prácticamente irreversible. Entran al 30% del valor e inmediatamente van a la justicia para reclamar que el deudor les pague el 100% del título.
En 2001 esa estrategia funcionó. Los buitres -los fondos Aurelius y Elliot fueron los más famosos- no entraron al canje que en sus dos versiones consiguió un 93% de adhesión y en cambio fueron a la justicia norteamericana, ya que los bonos se habían emitido con jurisdicción Nueva York. Ahí fue cuando apareció el juez Thomas Griesa, quien le ordenó a Argentina que les pagará la totalidad de lo que reclamaban más los intereses. En 2014, el entonces ministro de Economía Axel Kicillof buscó llegar a un acuerdo que a último momento fue bloqueado por la presidenta Cristina Kirchner. Argentina fue declarada en desacato y entró en default selectivo. En 2016 Mauricio Macri cumplió con la orden judicial y les pagó a los buitres US$ 9.300 millones. Tuvieron que litigar durante 15 años, pero en algunos casos se llevaron una ganancia del 300%.
Ahora los buitres vuelven a estar expectantes. En este escenario, los analistas marcan que el endurecimiento del Gobierno en la negociación actual es una jugada peligrosa. «Los precios cayeron más de 5% esta semana. El ministro Martín Guzmán busca ponerse en una posición agresiva y hacer una oferta más beneficiosa para Argentina. Busca que los bonos bajen un poco más y entonces la quita aparezca como más atractiva. Pero si se pasa se rosca corre el riesgo de que entren los buitres. A niveles de menos de 30% podrían empezar a entrar», explica Guido Lorenzo, director de la consultora LCG.
Algo aprendió Argentina de la crisis anterior. Los bonos que se emitieron a partir de 2005 cuentan con «Cláusulas de Acción Colectiva» (CAC). Esto implica que se fija un porcentaje de adhesión -en general del 75%- para cualquier cambio en las condiciones del bono. Entonces si de cada 4 bonistas 3 aceptan, el que se opuso originalmente también está obligado a aceptar. Pero las CAC no son la panacea. Primero porque como bien lo sabe el gobernador Kicillof, lograr una adhesión del 75% no es fácil. Y segundo, porque hay tienen muchos matices.
«El tema de las CAC es complejo», dice Flavia Matsuda, analista de InvertirOnline. «Para cambiar las condiciones de emisión se necesita una adhesión del 75% para los bonos emitidos entre 2016 y 2018. Si se busca cambiar dos series de bonos o más, se necesita una adhesión del 66%, pero a la vez hay que lograr al menos el 50% en todos los bonos. O sea que si en uno solo de los bonos no llegas al 50% se cae toda la renegociación. Hay bonos que tienen una emisión muy chica y entonces un solo fondo puede hacer caer el canje».
En los bonos emitidos durante el kirchnerismo, «las CAC son más exigentes todavía porque los pisos de adhesión son más altos. Si se quiere cambiar dos series o más se necesita lograr un piso de 85% y de 66% como mínimo en cada uno».
«Si la paridad cae por debajo del 35%, el partido terminó. Los precios se están cayendo, pero no están ahí todavía», sentencia José Echagüe, de Consultatio Plus. «La pregunta es si con las perspectivas que dejó Guzmán la semana pasada tras el fracaso del canje y la exposición en el Congreso hay reestructuración. Es difícil, pero todavía es posible. El ministro endureció su posición pero también dejo en claro que busca resolver el problema».
Para Marina Dal Poggetto, de EcoGo, «con paridades entre 40% y 50% hay mucho margen para llegar a un acuerdo, pero ese margen se empieza a diluir cuando la negociación pasa a ser agresiva»