El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, que cumple este martes 7 de abril del 2020, 26 días sin dar la cara en público en medio de la pandemia por el covid-19, no es la primera vez que desaparece en medio de una crisis.
En su larga carrera política, que incluye 18 años, seis meses y 12 días como gobernante, incluido los últimos 13 años y casi tres meses de forma consecutiva, acostumbra a desaparecer en los primeros días de las crisis y luego reaparece en público.
Para unos, ese estilo de gobernar le quedó marcado por los siete años y 42 días (1967-1974) que permaneció en prisión durante el régimen somocista, y para otros, simplemente no le gusta enfrentar las crisis, sino hasta que ya hay visos de solución y así aparecer como el gran componedor.
Estas son algunas de sus ausencias de los últimos años que han motivado incluso especulaciones sobre su estado de salud, la cual cuida con esmero y es atendido en Cuba por médicos de ese país, a los que acude con frecuencia para chequeos.
No da la cara al covid-19. A Ortega, un exguerillero de 74 años, no se le ve desde el pasado 12 de marzo, cuando participó, desde su residencia, en una teleconferencia con sus homólogos centroamericanos sobre la pandemia del coronavirus.
El mandatario no participa en actos públicos desde el 21 de febrero pasado, cuando el general Julio César Avilés tomó posesión por otros 5 años como comandante en jefe del Ejército.
Ortega tampoco encabezó una marcha organizada por el Ejecutivo el pasado 13 de marzo y denominada «Amor en tiempos del COVID-19», en la que miles de simpatizantes sandinistas y trabajadores marcharon por Managua.
El gobernante, contrario a otras ocasiones, tampoco se ha solidarizado en público con su aliado y par venezolano, Nicolás Maduro, quien fue acusado por Estados Unidos por los delitos de narcotráfico, lavado de dinero y terrorismo.
También se ausentó de los homenajes póstumos realizados al secretario de Relaciones Internacionales del gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), Jacinto Suárez, quien fue su amigo desde la infancia y con quien compartió celda.
Estallido de abril del 2018 El 18 de abril de 2018 estallaron unas protestas callejeras por unas controvertidas reformas a la seguridad social.
Ortega, que fue presidente en 1985-1990 tras coordinar una Junta de Gobierno (1979-1985), dio la cara hasta el 21 de abril, con el alto mando militar y policial, pero no derogó las reformas, sino más bien culpó a «pequeños grupos de la oposición» de ser los causantes de las revueltas que hasta entonces dejaban al menos 10 muertos.
Un día después, cuando las protestas ya dejaban al menos 27 muertos, dio marcha atrás, pero las manifestaciones continuaron y el Estado las aplastó con el uso de la fuerza que cobraron al menos 328 vidas, según organismos humanitarios.
El mandatario apareció nuevamente hasta el 16 de mayo de ese año, cuando se dio por iniciado un fallido diálogo nacional con el que se buscaba una salida a la crisis y en donde demandaron su dimisión.
Fue ‘resucitado por el cardenal Brenes en 2014, entre febrero y marzo, pasó más de 10 días sin dejarse de ver en público, incluso suspendió de forma repentina un reunión en Managua con el entonces presidente de Ecuador, Rafael Correa, y un acto político por el aniversario de la insurrección guerrillera en la comunidad indígena de Monimbó, en Masaya (sur), donde anualmente asistía para recordar la caída en combate de su hermano Camilo, en 1978.
Ortega reapareció en el aeropuerto de Managua para darle la bienvenida al nuevo cardenal nicaragüense Leopoldo Brenes tras ser investido por el papa Francisco. «Usted hizo el milagro de resucitarme porque para un montón de gente estaba muerto», bromeó Ortega al saludar al cardenal Brenes en el salón de protocolo de la terminal aérea, donde posaron para los fotógrafos.
Cuando sufrió un infarto En 1994, cuando era líder de la oposición, sufrió un «infarto silencioso» que lo obligó tratarse en Cuba y los nicaragüenses especularon sobre su estado de salud.
Cuando reapareció en público se abrió la camisa en la Asamblea Nacional para demostrar a los periodistas que no se había hecho una operación a corazón abierto.
No está muerto, está escondido en su casa Para el sociólogo Óscar René Vargas, el Gobierno está usando la ausencia de Ortega como «diversionismo», para desinformar y desviar la atención sobre el mal manejo de la crisis sanitaria. «No hay que caer en esa trampa.
Todo eso es invento para darse un oxígeno», señaló Vargas, un antiguo amigo del mandatario.
Vargas, que había sido designado por Ortega para ser su embajador en Francia, dijo que la opinión pública, en vez de especular sobre su estado de salud, debería decir: «clase de líder el que tenemos. Hay una crisis y no aparece».
«Hay que señalar que Ortega está ausente en esta época de crisis, además permitiendo ideas disparatadas y contra toda lógica» frente a la epidemia, anotó Vargas, para quien Ortega «no está muerto, está escondido en su casa»
Fuente: El Comercio