Hacía mucho tiempo que no se veía un discurso tan fuerte por parte del gobernador Mariano Arcioni como el que brindó en la mañana del pasado viernes a su regreso de Buenos Aires. Puño en alto, voz elevada, y palabras como “carajo”, marcaron un estado de ánimo con evidente calentura, luego de lo que fue seguramente una semana difícil, de mucha tensión.
Más allá de las definiciones sobre los ingresos provinciales, las disculpas por el pago demorado de salarios, la confirmación de la búsqueda de una ley de tope salarial -que ya se había anticipado desde esta columna el último domingo-, lo más interesante desde el punto de vista político, fue la confirmación del mandatario de las dos bajas en el gabinete –de Andrés Meiszner y Cecilia Torres Otarola- y su definición sobre las operaciones de la vieja política, porque dejó en evidencia la lectura que hace de todo lo que pasó desde el martes. Arcioni está molesto porque le quisieron manejar el equipo y los anuncios públicos sobre sus colaboradores, y por eso quiso salir a dejar algo en claro: “muchachos, me eligieron a mí, el que manda soy yo”.
Para entender lo que está pasando, hay que hacer una reconstrucción de los que ocurrió entre el mediodía del martes –previo a la reunión entre Andrés Meiszner y Cecilia Torres Otarola- y el mediodía del miércoles, cuando Arcioni viajó a Buenos Aires cortando ahí todo tipo de reuniones y rumores. Fueron 24 horas al rojo vivo, en las que literalmente, el gabinete “implosionó”, explotó desde adentro. ¿Quién fue el culpable o cuál fue el origen de esta crisis? ¿Era evitable la salida de Andrés Meiszner, o era un camino de ida, que iba a terminar más tarde o más temprano?
Primer dato a tener en cuenta: hace dos meses que varios colaboradores cercanos a Arcioni le venían pidiendo que despidiera a la ministra de Familia, Cecilia Torres Otarola: ministros, secretarios, subsecretarios, diputados oficialistas, hacían fila para pedir la cabeza de la funcionaria. En algún momento corrió el rumor de que podría tener una “salida elegante” ocupando un cargo regional en el Ministerio de Desarrollo que a nivel nacional conduce Miguel Arroyo, pero nunca se concretó. Eran momentos en que la Legislatura no le quiso aprobar a la ministra la Ley de Emergencia Alimentaria, y que ya sus ex colaboradores salían por los medios en la cordillera a denunciar ciertos escándalos.
La salida de Otarola casi se da hace 45 días, en medio de los cambios en los que justamente Andrés Meiszner fue designado secretario general y Perata asumió en Educación. Pero luego de analizarlo, Arcioni habría tenido una mirada favorable de la gestión de la ministra, porque intendentes y jefes comunales le decían que estaba todo al día, y que se les entregaba todo lo que necesitaba en materia social. “En el ambiente político no la quieren, pero no se puede decir nada de su trabajo”, explicaba el gobernador a su gente de confianza que le pedía liberar ese lugar, incluso para hacer algún acuerdo con el madernismo o con otro espacio político.
Mientras tanto, con su arribo a un cargo que era hasta allí una incógnita, Meiszner buscó darle la impronta de una Jefatura de Gabinete, y comenzó a moverse con mucha libertad. Muy hábil para llegar a acuerdos y tomar definiciones veloces, rápido de reflejos y con muchos contactos a nivel local y nacional, el ex ministro de Educación fue ganando mucho peso dentro del equipo, quizás demasiado. Y esto hizo crecer cierta desconfianza por parte de Arcioni, cuando en más de una ocasión se tomó alguna decisión importante sin el aval del máximo mandatario, al que le gusta estar al tanto de todo.
Cuentan que más de una vez el gobernador se mostró sorprendido por la manera en que se trascendían los cambios en su equipo: la salida de Nicolás Cittadini de Vialidad fue un ejemplo puntual, ya que se negó a firmar convenios impulsados por el secretario general, y Meiszner casi que no dio margen a su continuidad, que por supuesto fue resuelta en última instancia por el gobernador. Pero la aparición del reemplazo, la joven Cynthia Gélvez, cuya foto empezó a aparecer en los medios cuando el currículum vitae aún ni había sido visto por Arcioni, tampoco cayó del todo bien.
Algo parecido ocurrió con Carlos Simionatti, del IPV: la metodología de Meiszner era “quemarlos” con fotos que hacía circular en los celulares del resto de los miembros del gabinete, a modo de “escrache”. El arquitecto también se había negado a convalidar un convenio, y ante la presión de Meiszner, se logró que Arcioni lo apartara de su lugar. Pero este estilo polémico había comenzado a hacer ruido en algunos compañeros, y esto se empezó a hablar en el despacho de Arcioni, que es un gobernador que da libertad para trabajar, pero que no le gusta que lo quieran pasar por encima.
EL DIA D
Así llegamos al martes 30 de junio, el día donde se puso la bomba, pero que tiene la historia previa que contamos, a la que sumó un dato clave: la investigación preliminar del Ministerio Público Fiscal contra la ministra de Familia por la presunta contratación de ñoquis, que generó repercusiones escandalosas en los medios y también puertas adentro del gabinete. Luego de reunirse el jueves pasado con el fiscal Omar Rodríguez y ver las pruebas, a Meiszner no le quedó ninguna duda: Torres Otarola se tenía que ir cuanto antes.
La salida de Otarola fue decidida finalmente por el gobernador ese martes por la mañana, en una reunión en la que hubo más participantes, y en la que Arcioni le dijo a Meiszner “llamála a la Chechu, decile que se tiene que ir, y después vemos el reemplazante, podría estar entre Ariel Molina y Gustavo Hermida, déjame verlo”.
Hasta aquí, todo normal. Pero el origen del problema está vinculado precisamente a partir de la decisión del propio Meiszner de anticipar el nombre del supuesto reemplazante de Torres Otarola -reflejado en una publicación de ADNSUR, con la información certera -, antes de la reunión prevista para las 15. Allí le iban a comunicar a la entonces ministra de Familia que tenía que dejar su lugar. El anticipo del exministro fue una hora y media antes del encuentro.
La noticia fue replicada por todos los medios de la provincia e incluso el propio reemplazante, «Tapado» Molina, hizo declaraciones confirmando la versión en medios del valle. Torres Otarola llegó al encuentro con todos los titulares anunciando que estaba afuera del gobierno.
Eso habría caído muy mal a Arcioni, que quería manejar los tiempos y que el tema no trascendiera hasta el día siguiente, y mucho menos la otra parte de la información: Meiszner ya le había comunicado a Molina que iba a ser el nuevo ministro, cuando el mismo gobernador aún no lo había decidido. Incluso después de que lo publicó ADNSUR –las dos cosas era absolutamente ciertas, la reunión para pedir la renuncia y la propuesta del cargo a su sucesor- el intendente de Corcovado salió a reconocerlo públicamente a algunos medios que lo entrevistaron.
Ahí se empezó a romper del todo la relación Arcioni-Meiszner. El gobernador consideró una imprudencia el manejo y peor aún tomó que le quisieron imponer el nombre del sucesor, cuando él todavía no lo había resuelto. Por eso decidió parar la pelota, y reunirse ese mismo martes por la tarde con Otarola para decirle que por ahora iba a continuar en el cargo, y decirle a Molina que él no iba a asumir.
Cuando Meiszner se enteró de esto alrededor de las 19, leyó dos cosas: que había un respaldo del gobernador a una ministra sospechada de corrupción –no era cierto, la decisión del mandatario ya estaba tomada y sólo era un aplazo temporal-, y que además lo había desautorizado, dejándolo mal parado ante el resto del gabinete.
En realidad, el mensaje de Arcioni era otro: “acá nadie se corta sólo, las decisiones y los anuncios los tomo yo”. Por supuesto que esto se podría haber arreglado en una reunión a solas, como en todo equipo de trabajo, a los gritos, quizás a las piñas, pero a puertas cerradas. Pero esto no pasó, Meiszner tomó la decisión ese martes a la noche –también fue primicia de ADNSUR- y dijo que si Otarola seguía, él daba un paso al costado. Sin hablar una palabra con Arcioni, y nunca más volvieron a hablar después de eso.
OPERACIONES
Si Arcioni se acostó enojado el martes, leyendo la renuncia de Meiszner y lo que entendió fue una “avivada” de su hombre fuerte del gabinete para manejarle los tiempos y los ministros, más bronca alcanzó el mediodía del miércoles, cuando ante la inminente salida de Torres Otarola, ya veía publicados en los medios algunos nombres que había estado evaluando en su despacho y que alguien de su entorno había dejado trascender. Todavía no había resuelto nada, y ya veía publicados los titulares de quienes iban a asumir.
Claro que en este caso, la “operación” venía de otro sector de su gabinete, en ese “fuego cruzado” que claramente se está viviendo por estas horas. Los viejos contra los nuevos, los históricos contra los recién llegados. Hay una guerra sorda puertas adentro, y por eso la bronca del mandatario expresada públicamente el viernes, cuando aseguró que las viejas prácticas de la política no van a poder con él, y que se va a tomar todo el fin de semana –como también anticipó ayer ADNSUR- para definir a los reemplazantes de ambos espacios. Por más presión que le quieran meter con algún título mediático.
En las últimas reuniones de gabinete, el mandatario dijo una frase que fue reproducida en esta columna en más de una oportunidad, y replicada luego por otros medios. Es la que reza que “el cementerio está lleno de imprescindibles”.
La dijo en momentos en que hubo una crisis con el área de Salud, que casi le cuesta la cabeza en su momento al ministro Fabián Puratich, y que fue detallada también en este espacio con lujo de detalles. En otra ocasión, el gobernador dijo en confianza a uno de sus amigos que “tengo un Plan B para todos”, en alusión a que para cada nombre de su gabinete, ya tiene en mente un reemplazante. Es un mensaje para que nadie se crea irreemplazable. Ocurre que la incertidumbre no es buena en ninguna gestión, ya que ningún área puede trabajar con normalidad si su cabeza está en jaque.
Habrá que ver qué pasa en los próximos días con la estructura del gabinete, ya que Meiszner venía trabajando en un achique de ministerios, subsecretarias y direcciones generales, ante el pedido de Arcioni de un mensaje de austeridad a la sociedad.
Ese anteproyecto, que todavía no había sido entregado a al gobernador, tenía varias medidas polémicas, y varios ministros iban a quedar colgando de un pincel. Una de esas ideas, después de lo que se vio esta mañana, seguramente no va a prosperar: era la de quitarle a Seguridad el rango de ministerio. Después de verlo al gobernador sentado al lado de Federico Massoni en la presentación que se hizo este viernes, está claro que tiene todo su respaldo al frente de esa área, y que valora su lealtad.
Meiszner lo tenía apuntado al ministro de Seguridad, para dejar satisfecho al gobierno nacional, desde donde algunos interlocutores enviaban mensajes para “bajarle el copete” ante las denuncias que llegan hasta Buenos Aires.
Claramente, el perdedor en la disputa terminó siendo el abogado laboralista y amigo de Aníbal Fernández, mientras que Massoni termina siendo uno de los grandes ganadores de la semana en la consideración del gabinete.
Las consecuencias del escándalo que se llevó puestos a dos ministros, se verán con el correr del tiempo. La provincia tiene otros problemas mucho más urgentes e importantes como para estar abocada a intrigas de palacio. Pero eso va a requerir una fuerte voz de mando y tomar las riendas con mayor autoridad aún, para que la tropa no se desbande.
POR PABLO VERNAZZA