Que los estadounidenses usen una mascarilla es una de las principales prioridades del gobierno de Biden.
El presidente, quien califica el uso de máscaras como «un acto patriótico», firmó un decreto el miércoles -el primero en el cargo–, para pedir a los estadounidenses que usen máscaras de su elección durante los primeros 100 días del nuevo gobierno. El decreto también obliga el uso de máscaras en todas las propiedades federales, aunque en este caso, no bastará con cualquier máscara vieja.
El miércoles, después de la toma de posesión, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, mostró su máscara N95 en la sala de conferencias de prensa. «La uso, por supuesto, aquí hoy y continuaré haciéndolo», dijo Psaki después de quitarse la máscara de grado médico y antes de pasar a las preguntas.
Las máscaras N95 se consideran el estándar de oro en equipos de protección personal porque bloquean el 95% de las partículas grandes y pequeñas utilizando un filtro electrostático exclusivo.
El filtro funciona atrapando partículas neutras como bacterias y virus antes de que pasen a través de la máscara, protegiendo al usuario y a quienes lo rodean. Es similar a cómo los calcetines se pueden pegar a una manta en la secadora. La máscara N95, que cuesta aproximadamente US$ 5, también se ajusta de manera segura a la cara, eliminando la mayoría de las fugas que pueden ocurrir con una máscara de papel o tela holgada.
Los estudios han demostrado que las mascarillas reducen significativamente las posibilidades de transmitir o contraer el coronavirus. Pero no todas las máscaras brindan la misma protección. Dependiendo de la tela y el número de capas, las máscaras de tela caseras y simples tienen un rango de efectividad que puede ser tan bajo como 26%, lo que deja al usuario vulnerable.